Campaña contra el acoso callejero
“Si te incomoda leerlo, imagínate escucharlo” es el nombre de una provocadora campaña gráfica contra el acoso callejero que, desde la misma vía pública, invita al lector a ponerse en la piel de cualquier mujer que soporta todo tipo de comentarios por parte de desconocidos.
“La capucha y los auriculares son su escudo de cada día”, dice un afiche que llama la atención sobre cómo el acoso callejero condiciona la manera de vestir de mujeres y niñas; mientras otro muestra cómo este mismo tipo de agresiones las obliga a cambiar su recorrido o temer circular solas por las calles.
La iniciativa pertenece a la organización “Acción Respeto: por una calle libre de acoso” y se enmarca en las actividades que mundialmente en el marco de la Semana Internacional contra el Acoso Callejero, que se conmemora cada año a instancias de la ONG Stop Street Harassment.
“Desde edades tempranas todas las mujeres son objeto de este tipo de comentarios agresivos e intimidantes, prácticamente todos los días de su vida. Esa es la realidad de muchísimas mujeres en su vida diaria”, dice Acción Respeto en su perfil de Facebook.
“Socialmente minimizamos estas agresiones por considerarlas parte de nuestra cultura, y así las mujeres se ven llevadas a tolerar esta violencia y naturalizarla; y las que se quejan son tildadas de exageradas, hasta de malagradecidas”, agregan.
El acoso callejero es definido por la especialista estadounidense Holly Kearl, como “las palabras y acciones no deseadas llevadas adelante por desconocidos en lugares públicos que están motivadas por el género e invaden el espacio físico y emocional de una persona de una manera irrespetuosa, rara, sorprendente, atemorizante, o insultante”.
En un estudio de 811 mujeres realizado en 2008 por Stop Street Harassment, casi una de cada cuatro niñas de 12 años habían experimentado acoso en la calle y casi el 90% de las de 19 años. La encuesta demostró además que, mientras las víctimas del acoso callejero son preferentemente las adolescentes y jóvenes de menos de 30 años, la probabilidad de que esto ocurra nunca desaparece a lo largo de la vida de una mujer.
La coordinadora de la filial argentina de la asociación internacional “Hollaback” contra el acoso callejero, Inti Tidball, explicó que esta práctica es una forma de “micromachismo”, entendido como “forma cotidiana y naturalizada” de tratar a la mujer como objeto.
Para Tidball, los mal llamados “piropos” no son parte del folclore sino que estas prácticas son globales y se entroncan con la historia de la humanidad, que en algún momento relegó a la mujer a una posición de subordinación.
Por otro lado, la diferencia entre un halago y acoso callejero, a veces puede ser muy difusa. “Macropolíticamente, todo comentario sobre el cuerpo de una mujer es violento porque parte de considerar al cuerpo de ella como propiedad pública. Y más allá de que un día le pueda gustar lo que le digan, toda mujer también tiene derecho a que no le guste y es ella la que define si es violencia o no”, dijo.
En cuanto a los propósitos de quien acosa, éste no puede ser nunca establecer un vínculo con la mujer acosada quien, si no responde con otra agresión, sólo puede ignorar al “piropeador”.
“El hombre está aculturado para mostrar su masculinidad constantemente ante otros hombres y la sociedad, y una forma es doblegar a la mujer, mostrar que le pertenece. Nadie les enseña una masculinidad sana sino violenta, de mostrar que tenés poder. Algunos lo toman al extremo, otros lo cuestionan pero no hay un espacio para mostrar su lado más sensible porque si lo hacen se consideran feminizados”, concluyó.
Fuente: Télam