Chin Chin: Un brindis por el derecho a decidir
por Mariela Acevedo*
A fin de mes sabremos si finalmente se sanciona la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) que ingresa al Senado para su discusión luego de obtener la sanción en la cámara de Diputades. En las redes se vive, minuto a minuto, el “poroteo” de votos: perfiles de senadoras/es celestes que pueden llegar a pulsar a favor o de opositoras/es verdes que podrían abstenerse o ausentarse para no darle un triunfo al oficialismo que impulsa el proyecto. Mientras tanto, en el repaso de lo que este debate nos dejó entre 2018 —cuando llegó por primera vez al recinto— y esta nueva oportunidad de ampliar derechos, se cuenta otra historia: la de docentes y enfermeras que en estos años se posicionaron por la ampliación de derechos e hicieron visible su opción por la vida: la de niñas, adolescentes y mujeres que se juega cuando deciden abortar. Por elles, esta nota a su salud.
Maestras y enfermeras y el mandato del cuidado
Tal vez podríamos empezar pensando algunas ideas en torno a la docencia y la enfermería, que fueron construidas como, profesiones feminizadas. Ambas, desde sus orígenes, fueron planteadas como la alternativa al taller, la fábrica o el matrimonio y como una especie de prolongación de las características “propias” de las mujeres: las de saber cuidar y ser abnegada y paciente, siempre dispuesta a escuchar al otro, a dedicarle tiempo para sostener su crecimiento, paliar su dolor o acompañar su etapa madura. La paradoja es que esas tareas asignadas históricamente a las mujeres, que asumimos “por amor” —y que muchas veces, sabemos, esconden trabajo no pago— también nos dieron cierto margen de emancipación y la posibilidad de estudiar y trabajar fuera del hogar. Las maestras, antes que las enfermeras, lograron profesionalizar su práctica y reclamar que lo suyo era un saber específico, el pedagógico. Que la docencia fuera considerada un cuerpo de saberes no impidió que se le asocie a la imagen de “segunda madre” o de un supuesto “apostolado”, pero logró establecer formas de reconocimiento a la antigüedad y a la formación. Las enfermeras, en cambio, tuvieron una profesionalización más tardía, el reconocimiento de los cuidados profesionales fue asociado a la práctica, y aunque se trata de saberes específicos, no fueron reconocidos como tales hasta hace muy poco tiempo, siempre a la sombra del saber médico. A pesar de que las escuelas de Enfermería existen desde hace más de un siglo (la Escuela de Enfermería Cecilia Grierson está bajo la órbita municipal desde 1891 y la escuela de enfermeras de la Cruz Roja es aún anterior) y que en los años cuarenta se impulsó la formación específica en enfermería por todo el país, aún la escasez de enfermeras y enfermeros sigue siendo un problema y es una cuestión que se evidenció en este año de pandemia. Las maestras y enfermeras, fueron este año quienes sostuvieron la continuidad pedagógica con clases virtuales y quienes dieron (y continúan dando) batalla en la primera línea contra el virus, a veces con escaso reconocimiento profesional y salarial por su trabajo.
La salud siempre fue un tema que entró a la escuela como parte de un programa explícito u oculto: más allá de fijar un parámetro de bienestar y de trazar la línea con lo patológico, la escuela estuvo atenta para determinar desde quiénes podían enseñar, qué debían enseñar en torno a los cuerpos y cómo debían hacerlo, hasta la vigilancia sobre las prácticas, la disciplina corporal y la domesticación de los deseos, tanto de docentes como del estudiantado. El dispositivo escolar se hizo cargo —pronunciando y silenciando— de una cantidad de saberes que con el tiempo conformarían un cúmulo de temas, situaciones y preguntas que hoy podemos encontrar como discusión en las propuestas de Educación Sexual Integral (ESI, con ley y Programa Nacional desde 2006). Durante mucho tiempo la educación sexual explícita se reducía a una charlita sobre la menstruación (con la visita corporativa de la empresa de toallitas) o en torno a la reproducción humana, siempre con los miedos de que avanzar sobre ciertos contenidos pudiera considerarse como una incitación a cometer licenciosos actos carnales. El debate sobre el aborto reactualizó el pánico que el conservadurismo agitaba en las aulas: volvió a sostenerse que mencionar las prácticas abortivas alentaría prácticas sexuales irresponsables, de la misma manera que se sostenía sin ruborizarse que hablar de métodos anticonceptivos promovería el coito, o mencionar el lesbianismo, la homosexualidad o las identidades trans produciría alteraciones no deseadas en los bien binarios y heterosexuales estudiantes (de la docencia poco se dice en esa escuela imaginaria en la que no cabe la posibilidad de existencia de maestras tortilleras u otras identidades no heteronomativas). De modo que, además de ocuparse de la salud, el cuerpo y las sexualidades —generalmente desde un paradigma biomédico y cientificista— la escuela también fue acechada por la iglesia y la moral cristiana de sesgo oscurantista que siempre, desde las primeras leyes en las que el Estado reguló la educación, se opuso a la democratización de saberes. Entre iluminismo y dogma, se abrieron paso los procesos de secularización que implicaron en gran medida “poner el cuerpo” y alzar las voces de maestras y pedagogas feministas.
Hoy, la educación sexual integral, con más de una década de sanción y regular implementación en el territorio, se revitaliza a raíz del debate sobre IVE: ahora en la letra del proyecto de ley se incluye en uno de sus artículos la responsabilidad de los Estados (nacional y local) “de implementar la ley 26.150, de Educación Sexual Integral estableciendo políticas activas para la promoción y el fortalecimiento de la salud sexual y reproductiva de toda la población”, al tiempo que señala la obligación de “capacitar sobre perspectiva de género y diversidad sexual a los y las docentes y a los y las profesionales y demás trabajadores y trabajadoras de la salud, a fin de brindar atención, contención y seguimiento adecuados a quienes soliciten realizar una interrupción voluntaria del embarazo en los términos de la presente ley”.
La ESI en la Ciudad (2006) y el Proyecto en la Escuela Municipal de Enfermería (2020)
Tal vez sea llamativo señalar que a pesar de que la Ley 2110 de ESI de la Ciudad también (como la Ley Nacional) se sanciona en 2006, en su letra se limita el alcance de los sujetos de derecho. La Ley de la Ciudad declara en su objeto: “La presente norma establece la enseñanza de Educación Sexual Integral en todos los niveles obligatorios y en todas las modalidades del sistema educativo público de gestión estatal y de gestión privada y en todas las carreras de formación docente, dependientes del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires”. Los niveles obligatorios —de sala de cuatro al secundario— no alcanzan al nivel superior (los conocidos como “terciarios”) y aunque se incluye a los profesorados, la Ley deja afuera a la formación técnica superior no universitaria (a la que responden por ejemplo, las Escuelas de Enfermería de gestión pública y/o privada). Es decir, la ley de ESI de la Ciudad no obliga a formar en derechos sexuales y (no) reproductivos al personal de salud. Aun así, y gracias a la iniciativa docente amparada en la normativa nacional, este año se puso en marcha en la Escuela Superior de Enfermería Cecilia Grierson —que depende del Gobierno de la Ciudad— el proyecto de ESI para todos los cursos en los que se forman las y los futuros enfermeras/os. El proyecto, aprobado por el Consejo Directivo, contempla catorce horas, distribuidas en distintas materias e incluye entre sus contenidos el marco legal de la ILE (el aborto por causales) y la IVE que se encuentra en discusión. Noemí Viveros es parte del grupo de referentes de ESI, se desempeña como enfermera hace más de dos décadas y es docente de Salud Pública en el tercer año de la carrera en Grierson, donde trabaja desde hace diez años. En su experiencia los abortos en el sistema público y privado de salud se realizan camuflados bajo otros diagnósticos. La IVE constituye un amparo legal necesario para sacar esas prácticas de la oscuridad, a la vez que constituye la posibilidad de ampliar el acceso a la salud de quienes requieren atención. Señala Viveros: “Estamos transformando un sistema de salud androcéntrico y heteropatriarcal: El sistema educativo y el sistema sanitario deben ser pensados en clave de derecho para todos, todas y todes”. La licenciada María Inés Díaz de Guijarro también integra el grupo de catorce referentes de ESI, se desempeña como Vicerrectora en Grierson; con treinta años como enfermera y veinte como docente de Salud Materno-infantil y Pediatría en la Institución, destaca la importancia de implementar la ESI para quienes se desempeñarán como enfermeras/os: “La ESI es fundamental para garantizarles derechos a las y los estudiantes en su formación profesional”, apunta y señala además que el proyecto de IVE pone el tema en discusión en las aulas con quienes estarán en los hospitales y centros de salud garantizando derechos a las mujeres y personas gestantes. Hay que destacar que el proyecto de ESI en Grierson se conforma con docentes ad honorem y tensa una cuerda dentro de un espacio que también se tiñe de verde y celeste.
La IVE y el momento oportuno
¿Qué cambió en estos dos años entre la media sanción obtenida en 2018 por apenas cuatro votos y el actual escenario en el que se giró el proyecto a Senadores con un amplio margen de apoyo? La pregunta circuló bastante estas semanas y se señalaron varios factores; en principio, que el proyecto fuera impulsado por el Ejecutivo con un proyecto propio, reconfigura el tablero; pero también, que la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito, continuara como hace quince años, construyendo consensos, abriendo espacios y debatiendo la necesidad de la Ley, fue importante para sostener la agenda y profundizar el debate en espacios educativos y sociosanitarios. Es decir, en estos años se continuó haciendo pedagogía feminista. Al calor de la Campaña se dio un proceso de organización en el que se forjaron redes (por ejemplo, la Red de Docentes por el Derecho al Aborto Legal y la Red de Profesionales de la Salud por el Derecho a Decidir) que trabajaron tanto en el sistema educativo como en el sistema de salud por la ampliación de derechos. Docentes y enfermeras somos agentes clave para que la implementación de la Ley sea una verdadera conquista. Hace unos años hubiésemos creído que era un fragmento de ciencia ficción feminista: Una profe que brinda información sobre acceso al aborto legal en el aula o una enfermera que acompaña a quien lo requiere en el proceso de abortar. Hoy son escenarios posibles y también son resultado de un activismo sostenido por los feminismos en las últimas décadas. Por todo eso, por lo conquistado, por lo que seguiremos haciendo, cuando levantemos la copa este año, miremos a los ojos y brindemos: ¡Salud, compañeras y compañeres! Y que sea Ley.
*Mariela Acevedo es feminista, doctora en Ciencias Sociales, licenciada en comunicación y docente. Administra el portal Feminismo Gráfico y es editora de Revista Clítoris. Escribe, da clases y realiza tareas de investigación en el campo de la comunicación, la salud, los géneros y las sexualidades.
Foto de portada: Télam