
Cierre del Bloque Migrante
Lucha, crisis y resistencia
por Melina Schweizer
Tras siete años de resistencia y trabajo comunitario, el Bloque Migrante cierra su espacio en Tacuarí 362. Los aumentos de tarifas, la falta de apoyo estatal y las políticas gubernamentales afectan la continuidad de este lugar clave para la comunidad migrante en Buenos Aires. “Esto no es un final, es una pausa en la lucha por la dignidad migrante”, anuncia el Bloque.
por Melina Schweitzer
El 7 de febrero de 2025, el Bloque Migrante informó el cierre de su local en Tacuarí 362. Durante siete años, este lugar ofreció servicios a la comunidad migrante: consultorías migratorias gratuitas, jornadas territoriales, brigadas antirracistas, cursos de español, terapia grupal y asesoría en salud mental. También albergó la Tiendita Migrante, que promovía la economía solidaria con productos artesanales llenos de historia y significado.
Cada cartel, mural y rincón reflejaba la organización colectiva, el acompañamiento y la lucha por los derechos de los marginados. Irvin Moncada, del Bloque Migrante, ofrece un testimonio de resistencia que sigue a pesar del cierre de Tacuarí 362: «No es un adiós, es un hasta luego», dice Irvin con calma. «Seguimos, porque no sabemos hacerlo de otra manera».
Esta es la historia de la organización, las razones de su cierre y los pasos en un contexto político contrario a la migración. Periódico VAS conversó con Irvin sobre esta decisión, los desafíos actuales y cómo siguen defendiendo la dignidad de los migrantes, a pesar de la falta de apoyo.
¿Qué llevó al cierre del local de Tacuarí 362 y cuáles fueron los mayores desafíos para mantenerlo por siete años?
La crisis económica del país afectó nuestro sostenimiento. La autogestión de recursos se dificultó, y muchas chicas dejaron de asistir regularmente, complicando las actividades. Además, destinamos fondos a necesidades urgentes, reduciendo así algunas propuestas recreativas. El aumento del alquiler, las tasas, los servicios y las expensas también nos llevó al cierre.
¿Cuál fue el origen del Bloque de Trabajadores Migrantes (BTM) y qué evento clave consolidó su organización en el contexto de las luchas migratorias en Argentina?
El bloque de trabajadores migrantes en Argentina comenzó antes del gobierno de Macri, en un contexto de fuerte postura política hacia la población migrante. Durante su gestión, se implementaron políticas restrictivas mediante el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) 70 en 2017, afectando los derechos de los migrantes. Esto llevó a varias organizaciones a unirse para formar el Bloque de Trabajadores Migrantes.
La campaña «Migrar No es Delito» surgió para contrarrestar el impacto del DNU 70 y visibilizar la movilización, organizando el primer paro migrante en América y el mundo. A partir de esta experiencia, el bloque se consolidó como una organización social que unifica a personas de distintos colectivos y movimientos, defendiendo y protegiendo los derechos de la comunidad migrante en Argentina.
¿Cuáles son los principales logros del BTM en la defensa de los derechos de la comunidad migrante y qué obstáculos enfrentaron?
La derogación del DNU 70 se logró gracias a la movilización social, la presión ciudadana y la participación de diversas organizaciones. Este avance también destacó el impacto del Bloque de Trabajadorxs Migrantes en el ámbito comunicacional.
Hemos denunciado prácticas institucionales que naturalizaban violencias contra migrantes en Argentina. Hoy, algunas situaciones han sido cuestionadas, mostrando la necesidad de cambios estructurales en la gestión de trámites migratorios.
Como organización, hemos creado mecanismos para apoyar la regularización migratoria de manera accesible y respetuosa. La Red de Consultoría Migrante ha sido clave al ofrecer apoyo donde el Estado no puede atender toda la demanda.
Un gran desafío es la falta de atención a migrantes que no hablan castellano y tienen lenguas originarias. Las oficinas de migraciones no consideran estas barreras lingüísticas, creando obstáculos adicionales. Seguimos trabajando por un sistema más inclusivo y justo para migrantes en Argentina.
¿Qué actividades y programas se desarrollaban en el local y cómo contribuyeron al fortalecimiento de la comunidad migrante?
La prioridad del Bloque de Trabajadores Migrantes es el trabajo territorial. Ofrecíamos la Consultoría Migrante, un servicio gratuito los miércoles y viernes en nuestra sede, con asesoramiento sobre trámites migratorios y gestiones relacionadas con ANSES y AFIP.
Colaboramos con organizaciones barriales para coordinar espacios de formación y jornadas territoriales durante los fines de semana, ofreciendo asesoramiento y generando espacios de diálogo.
También organizamos talleres y actividades con trabajadores migrantes que presentan sus producciones artísticas o académicas. Nuestro local funcionaba como punto de encuentro, facilitando la organización e integración de las personas migrantes en sus comunidades.
En el actual contexto, caracterizado por políticas migratorias restrictivas, ¿cuál es su evaluación del impacto del discurso oficial en la vida diaria de las personas migrantes en Argentina?
Las personas migrantes se ven afectadas por discursos discriminatorios que pueden traducirse en violencias concretas en los espacios públicos y laborales. Estos discursos refuerzan procesos de deshumanización, en los que ser migrante parece significar la pérdida del derecho a la dignidad.
Cuando un gobierno promueve actitudes racistas y excluyentes, refuerza la discriminación estructural y profundiza las desigualdades, limitando el acceso de las personas migrantes a condiciones de vida equitativas y justas. Por esta razón, es esencial luchar por erradicar estas prácticas y exigir políticas públicas que garanticen el respeto y la inclusión de todas las personas, independientemente de su origen.
¿Qué estrategias desarrollan para seguir organizándose y respondiendo frente a las políticas del actual gobierno?
En la coyuntura política actual, creemos que este es un momento clave para fortalecer la unidad y promover espacios de encuentro y resistencia. La colaboración con organizaciones amigas facilitará la continuidad de nuestro trabajo y ampliará nuestra incidencia, reforzando la red de apoyo mutuo. Por eso, tras la decisión de cerrar el local, comprendimos que nuestras actividades deben continuar más allá del espacio físico. Desde el inicio, hemos trabajado de forma flexible y adaptativa, por lo que este cierre no es un obstáculo para seguir avanzando. Es fundamental fortalecer la articulación con otros espacios y organizaciones que conocen nuestro trabajo. Estamos estableciendo alianzas con movimientos sociales argentinos que nos permitan continuar con nuestras actividades en sus espacios.
¿Qué es esencial para resistir eficazmente las políticas anti migrantes actuales?
Es una pregunta clave. Creemos que la respuesta se construye en el camino. Con espacios de participación reducidos y lugares de encuentro cerrados, debemos mantener activas nuestras iniciativas. Por ello, realizamos actividades en lugares que fomenten la formación en Derechos Humanos y cuestionen las prácticas que afectan a los migrantes. La institucionalidad refuerza estas prácticas, por lo que creamos espacios de debate para visibilizar y analizar críticamente estos problemas.
En este sentido, las jornadas territoriales y la participación comunitaria son fundamentales. En diversos barrios, ofrecemos asesoramiento migratorio y nos conectamos con las comunidades para entender sus desafíos y cómo los cambios estatales les afectan. Nuestro objetivo es crear espacios de resistencia y promover la participación, generando herramientas colectivas para enfrentar los desafíos actuales.
¿Cuáles son las políticas públicas actuales más perjudiciales para la comunidad migrante y cómo puede responder la organización popular?
Un problema preocupante es el aumento de tarifas en trámites migratorios, que afectan negativamente a la población migrante. Este incremento dificulta la regularización migratoria, empujando a muchas personas a la precarización laboral y vulnerabilidad. Además, limita el acceso a servicios básicos como salud y educación pública.
Aunque se establecen categorías de migrantes (transitorios, permanentes, naturalizados), estas crean barreras adicionales, impidiendo a las nuevas generaciones acceder a educación pública de calidad y mejores oportunidades laborales. Términos como «hermanos latinoamericanos» a veces se usan despectivamente en discursos políticos, agravando la discriminación y las políticas restrictivas. Esto intensifica la marginalización y limita su capacidad para contribuir al desarrollo del país.
Respondemos fortaleciendo la organización y la resistencia social fundamentalmente a través del encuentro y del diálogo. Las asambleas permiten la discusión entre diversos sectores, fomentando la escucha activa y acciones colaborativas. La unidad es clave para enfrentar divisiones promovidas por políticas que atacan a trabajadores y sectores vulnerables.
Al despedirme de Irvin Moncada, tengo una mezcla de sensaciones difíciles de definir. Por un lado, la certeza de que este cierre es una pausa, no un final definitivo. Por otro, una profunda tristeza por lo que representa cerrar este tipo de espacios donde la comunidad migrante además de encontrar asesoría y contención también tiene la posibilidad de sentirse parte activa de una comunidad.
Cerrar un espacio físico no significa tan solo bajar una persiana, sino desarticular una red de significados, un tejido construido con paciencia, creatividad y esfuerzo colectivo. Es desmantelar una trinchera desde la que se ha luchado por derechos básicos, como el acceso a la educación, la salud y el trabajo digno. El Bloque Migrante no es ajeno a la crisis económica, a las políticas que relegan a los más vulnerables o a las decisiones gubernamentales que olvidan -o peor aún, borran deliberadamente- la diversidad que enriquece nuestras sociedades.
Sin embargo, al salir de Tacuarí 362, una certeza me acompaña: la comunidad migrante nunca se detiene. Han aprendido a resistir, a construir a partir de los desafíos, a transformar la pérdida en nuevas posibilidades. Como mencionó Irvin, “la lucha nunca es lineal, pero siempre encuentra su camino”.
Observo uno de los collares que compré en la Tiendita Migrante, una pieza artesanal llena de colores y texturas, tejida por manos que representan historias y tradiciones de lugares lejanos. Me recuerda que lo que ofrecía este lugar era más que productos; era un puente entre culturas, una invitación a conocer y valorar lo que otros traen consigo. Ahora, saber que ese lugar ya no estará, genera inquietud. No solo porque era valioso, sino porque perder estos espacios nos priva de otras perspectivas y formas de entender el mundo.
Lo que ocurre con el Bloque Migrante es un recordatorio urgente: si queremos sociedades más justas, necesitamos defender estos espacios con la misma pasión con la que ellos defienden su derecho a existir.
Puede que Tacuarí 362 cierre sus puertas, pero estoy segura de que su historia continuará, porque la dignidad migrante no se puede clausurar.