Claudia Acuña. Feminismo Explícito

por Mariane Pécora

Ella es así. Así, así, como dice el tango de Pichuco. Brava, inteligente, creativa, inspiradora. Mujer. Madre. Periodista. Docente. Feminista explícita. Aprendió periodismo en la calle. En las redacciones de los monopolios mediáticos supo lo que no quería hacer. Pasó por varias, militó en todas. En 2001, abandonó con su compañero la maquinaria que engulle verdades y devuelve basura, para crear un medio de comunicación autogestivo. Una cooperativa de trabajo: Lavaca. Una revista: MU. Un espacio de y para la diversidad donde se cuecen cursos, talleres, cátedras. Una usina cultural, un lugar de reflexión, un sitio de acción colectiva y la Universidad de la Concha.

Como feminista explícita, Claudia Acuña tiene una visión particular de interpretar las formas de hacer y decir feminismo. “El feminismo es la revolución: en la casa, en la calle, en el poder y en la cama”, dice y considera que en nuestro país lo que vemos como feminismo no es tal “Lo que vemos es la ONG de las burócratas que trabajan para tener un lenguaje de género que justamente ha sido la manera de domesticar y desviar la fuerza de cambio del feminismo”.
Habla sin tapujos, con una claridad que estremece: “La primera aberración es no llamar a las cosas por su nombre y ese disfraz es adrede, porque nada es inocente y menos a nivel discursivo. Al negar tu identidad básica, que es la sexual, empiezan a invisibilizar todos tus derechos. No hay problemas de género sino de sexo. El género es lo humano y los problemas derivan del sexo: de ser mujer. Tenemos problemas por ser trabajadoras mujeres. Por ser la parte femenina en nuestra pareja. Por ser la parte femenina en la política.

—¿En qué consiste esta forma de hacer feminismo de las llamadas burócratas de género?
—En la domesticación de la energía feminista. Lo más peligroso es que te enseñan a desviar la palabra. En vez de explotación sexual se dice trata. En vez de opresión sexual se dice opresión de género. En vez de violencia machista se dice violencia doméstica. Todo tiene una metáfora para eludir la brutalidad y obtener lo que la sociedad machista quiere: poner a la mujer de rodillas pidiendo por favor. Nada hemos conseguido las mujeres pidiendo por favor. Ni de rodillas. Todo lo hemos conseguido poniéndonos de pie, pateando puertas. Lo cierto es que si fuera una burócrata de género admitiría mi fracaso total: no tenemos ley de aborto y cada vez hay más asesinatos violentos de mujeres.

Claudia Acuña participó de las primeras reuniones que se hicieron en la Secretaria de la Mujer en la década del 80, luego de recuperada la democracia. Opina que las políticas de género que se adoptaron fracasaron porque las teóricas de género se anquilosaron en premisas ininteligibles. Apuesta al recambio que proponen las nuevas generaciones. “Hoy por hoy, las jóvenes periodistas cuestionan las jergas utilizadas por las burócratas de género: les recriminan que hablan con un lenguaje alejado de habla común, únicamente para entendidas. Esto indica un cambio. Antes nadie cuestionaba nada. Tenemos una nueva generación que pregunta, que cuestiona y eso es el síntoma de un nuevo paradigma”.

—¿Ese paradigma se puede interpretar como un nuevo feminismo?
No. En la recuperación de la raíz del cambio a nivel de las mujeres. Y en esto ayuda mucho tener modelos de poder femenino. No importa que Dilma, Bachelet o Cristina, tres personalidades tan diferentes, respondan a modelos tradicionales de mujer. Lo importante es que son mujeres ejerciendo el poder. Algo que nuestra generación no tenía como modelo. Hay bancarse que te griten: ¡Puta, yegua, asesina! En la mujer se ensañan sobre su persona, más que con sus políticas. Ojalá, y ahí habría mucho más para criticar, estuviéramos hablando de datos políticos. Pero estamos hablando de lo personal. Ver ese ataque y la respuesta en cada caso, es interesante para analizar cómo se impregna la subjetividad de nuestras hijas. Son ejemplos de mujeres que se la bancan, con las que tal vez una no comparte nada ideológicamente. Pero son un modelo del ejercicio del poder.
Nosotras en cambio tuvimos como modelos a Evita y a Isabelita. A una el poder le costó la vida, se murió joven ¡Ganar no es morirse! No queremos más mártires ¡Queremos un modelo victorioso! No queremos a Isabelita violada por la Junta Militar; delito que, si bien no se denunció, figura en la causa. ¡Violada cómo símbolo! ¡Violada como el cadáver de Evita! Estamos hablando de hombres que usaron el cuerpo de la mujer como campo de batalla porque creían que así accedían carnalmente a Perón. Hemos tenido un país que ha violado cadáveres de mujeres. Ha violado mujeres en la ex ESMA. Ha violado a ex presidentas. No queremos ese modelo. Queremos que la mujer pueda hacer ejercicio del poder sin que le cueste ni la vida ni el cuerpo.

El 25 de marzo de 1911, se produjo un incendio en una fábrica textil de blusas en New York, murieron cerca de 150 personas, la mayoría mujeres. Muchas de las muertas participaban activamente en la lucha por sus derechos como trabajadoras y habían encabezado huelgas. Entre ellas, la huelga del invierno de 1909 que se extendió a 20.000 compañeras afiliadas al Sindicato Internacional Femenino de Trabajadoras de la Confección. En 1975 la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaró el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer y en 1977 proclamó el 8 de marzo como Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional. Esta adhesión de la ONU llevó a varios países a oficializar este día dentro de sus calendarios. Uno de ellos fue el nuestro. Mientras tanto, miles de mujeres eran violadas y abusadas en los centros clandestinos de desaparición y exterminio.
Uno de los tantos chistes macabros, publicado en la prensa oficialista de la época, era una viñeta donde un hombre con un garrote en la espalda miraba el reloj esperando que finalizara 1977. Enfrente, su mujer ataviada de pieles y joyas, lo contemplaba con estúpida complacencia.
Hoy por hoy, la conmemoración del Día Internacional de la Mujer fue succionada por la política de mercado: se ha convertido en una oportunidad de consumo. Le preguntamos a Claudia Acuña si percibe que esta conmemoración está siendo cada vez más banalizada.

El Día Internacional de la mujer es el emblema de mujeres sin derechos en el trabajo. Creo que no se banaliza el trabajo concreto de la mujer. Hay una lucha cotidiana que nos ha llevado a muchos avances. También hay que seguir peleando por todo lo que falta. Y existe una nueva generación que entiende a la perfección qué cosas no son negociables. Ese es el mérito de sostener nuestras banderas muy altas. Todavía nos falta mucho. Somos las protagonistas de la precarización laboral. Las protagonistas de “a mismo empleo peor paga”. Las protagonistas que cuando llegamos a una situación de poder, lo hacemos masculinizadas de la cabeza… Ahora, si hago una correlación histórica, por ejemplo, en el periodismo creo que hemos recorrido un largo camino: cuando empecé a trabajar en las redacciones ni siquiera había baños para mujeres. Qué ese camino es ascendente. Qué todavía falta. Qué tenemos que seguir siendo intransigentes. Qué nos van a seguir diciendo “yeguas”… No me cabe duda. Pero creo que avanzamos. Respecto a la conmemoración, cada vez se frivoliza y se victimiza más a la mujer. Esto es paradojal en una época donde hay modelos cero victimizantes: como nuestra presidenta, de quien podemos decir muchas cosas, menos que se victimiza. Otro ejemplo: Carmen Argibay, la ministra de la Corte, no era el paradigma de la víctima sino de la sobreviviente, que es algo muy distinto.

—¿Cuál es el paradigma de la sobreviviente?
Trabajé con grupos de mujeres víctimas de abuso sexual y fue muy inspirador trabajar con sobrevivientes de la ex ESMA. Donde hay una víctima. Hay una memoria del abuso. La sobreviviente es una víctima, de pie y acusando. Esa es la diferencia. Creo que no hay nada más inspirador para el trabajo con mujeres víctimas de violencia sexual que el modelo de la sobreviviente: Una Graciela Daleo, por ejemplo, señalando a su abusador en el juicio de la ex ESMA. No existe en otros países un tesoro tan precioso: mujeres de pie, militantes, politizadas, que han reflexionado sobre su situación. Y que esa reflexión no es de odio o resentimiento, sino cargada de Memoria, Verdad y Justicia. Este modelo inspirador rompe con el que viene de la beneficencia, de la pobrecita. Que en definitiva esconde una relación de poder, donde la teórica de género se sitúa por encima de la mujer que no tiene derechos. En lugar de reflexionar que la que no tiene derecho también es la burócrata de género ¡Las que no tenemos derecho al aborto soy yo, sos vos, es ella! No tenemos que defender los derechos de otra, hay que luchar por nuestros derechos.
En tanto sos mujer, tenés un derecho vulnerado. Los derechos de las mujeres hay que plantearlos en un plano de igualdad. En cambio, sí creo que tengo más derechos que aquella mujer “pobre”, y la considero menos que yo. Entonces lo único que logro es ponerla de rodillas. Más allá de la condición social, todas las mujeres somos iguales. Hay un montón de derechos invisibilizados que atraviesan a todas las capas sociales, y que los modelos de organización económica que vienen tampoco consideran.

-¿Te referís al modelo económico de China? ¿Observas que sucede algo similar con los modelos de organización comunitaria que persisten en Latinoamérica?
Exactamente. Hoy en día la primera economía mundial es China, desplazó del podio a Estados Unidos, que lo ostentaba desde 1864. Pero las mujeres en China la pasan para el carajo. Ahora bien, en Latinoamérica, donde hay una cultura como la andina, la aimara, que es una forma de organización muy inspirada en el buen vivir, la minga, el clan familiar…, parecida, si se quiere, a la China, también las mujeres la pasan mal, muy mal. Entre la organización occidental capitalista que tenemos y la organización comunitaria, cuyos antecedentes podrían estar en la cultura andina o en la cultura china, ninguno nos conviene si no tenemos claro cuál es el eje que planteamos cuando planteamos la igualdad. No habrá cambio social ni raíz política profunda si la mujer sigue siendo la que tiene que obedecer, porque, además de producir, tenemos que obedecer. Entonces, no estoy llamando simplemente a la desobediencia, estoy llamando a la equidad. Y la equidad significa tomar decisiones juntos. Si este mundo ha sido tremendamente injusto con decisiones que ha tomado solamente la mitad, lo mínimo a lo que podemos aspirar a un mundo más justo compartiendo, no sólo la responsabilidad, también la creatividad.

—Más allá de estos modelos imperantes, convengamos que existe una especie de emancipación de la mujer, sobre todo a nivel profesional o de militancia social.
Así es, y en este contexto es interesante analizar qué está pasando con las mujeres en la ciencia, en la política y en la autogestión, donde ellas son las protagonistas. Y en todos los ámbitos donde la mujer en lugar de competir convive e integra la diversidad. Esto sucede porque se rompe con el modelo vertical de competencia, y se implementa un modelo de comunidad. Eso es la democratización de la vida cotidiana. Por eso cuando hablamos de feminismo hablamos de democracia. Por eso los que sufren la conmoción del feminismo son las instituciones que no quieren cambiar.

—¿Temen que el feminismo se convierta en matriarcado?

Los nuevos hombres no tienen miedo, están acostumbrados a compartir. Hay toda una generación que ya está muy acostumbrada a compartir. Ahora, ningún hombre de más de cuarenta años es amigo nuestro porque tiene mucho para perder. ¿Quién puede beneficiarse de una doctrina feminista a full? Ellos no. Nosotras seguro. Ellos no, porque van a tener que aprender cosas que no saben hacer. Por ejemplo: a compartir, a criar hijos, a administrar una casa. No supieron compartir en el laburo. Están entrenados para pelear y nosotras no queremos pelear; queremos crear comunidad. Cuando vos creas comunidad, hay una situación de igualdad donde cada cual aporta lo mejor. En cambio, el modelo que nosotros llamamos machista es un modelo vertical que, se impone, tenga o no razón, sea o no inteligente.

—¿Qué es la Universidad de la Concha?

Un grupo de mujeres que, a partir de nuestro fracaso, reflexionamos y nos dimos cuenta que lo que se está haciendo en materia de feminismo no sirve para nada: cada día hay más casos de jóvenes abusadas o muertas. Es un espacio totalmente radical donde nadie habla con metáforas. No queremos que nos disciplinen el lenguaje. Comenzamos acompañado a la mujer abusada. ¡Acompañándola, no sosteniendo su lugar de abuso! La ayudamos a abandonar el rol de víctima, para que se convierta en sobreviviente. Consideramos que el papel de la víctima es la perpetuidad del abuso: la mujer nena, la mujer llorona. Hay que sacarla de ahí. Hay que acompañar ese proceso. Convengamos también, que existe gente interesada en sostener esa situación. Siempre hay gente que vive de la gente débil, de debilitarte más. Y las mujeres no somos la excepción. Pusimos énfasis en el abuso sexual, sobre todo en el ámbito laboral, donde es muy difícil enfrentar al psicópata y salir de la victimización. Nuestro objetivo es salirnos del relato personal para llegar a la reflexión colectiva y poder ver lo sistémico. Es así como logramos elaborar un texto dirigido a quienes trabajan con el tema del abuso y tuvimos un muy buen resultado: formamos grupos de trabajo a nivel de asistentes sociales, psicólogos y personas que sufrieron abuso.

—Este año la Universidad de la Concha comienza en el mes de abril. ¿Qué temática abarcarán?
Vamos a hablar de la sexualidad, relacionando violencia y placer. Creemos que hay un problema a la hora de definir la sexualidad a partir del placer y nos parece importante preguntarnos qué nos está pasando en ese aspecto. Fíjate como ahora, a partir de la película Las cincuenta sombras de Grey, apareció el tema de la sumisión.
Todo lo que lleva asociar el placer y el dolor es la ex ESMA ¡La ex ESMA en tu casa! ¿Vos sabes lo que es trabajar con sobrevivientes de la ESMA con ese póster de chica vendada? ¿Sabés que es igual al de la película Garage Olimpo? ¡No hay diferencia entre el póster de las 50 sombras de Grey y el póster de Garaje Olimpo! Pero este último está hablando de la desaparición de una chica de 18 años, violada y tirada al río. No podemos dejarlo pasar por alto en un país donde abusaron sexualmente a chicas vendadas en las mazorcas de la ex ESMA. Menos en un contexto donde tenemos una víctima de violencia machista por día.

—Paradojalmente, esta moda de la sumisión viene a desandar muchas conquistas femeninas. ¿Qué nos está pasando como sociedad?
Gramsci decía que en toda información cruzada, hay un modelo donde algo no termina de morir y algo no termina de nacer. Ese momento siempre es el más peligroso. Hay una instrucción que nos dan a los reporteros sin fronteras que dice el último día de un régimen es el día que mueren los periodistas. El problema es que nadie se entera cuando es el último día de un régimen. Estamos en los últimos días de un régimen y eso es tal vez lo que nos lleve a vivir un momento de mucho peligro en lo personal. Es importante ser consciente de eso, de que estamos al final de un modelo de organización y de que corremos peligro.

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Hoja de Vida
Claudia Acuña nació en Villa Adelina. Hija de una dirigente gremial de la sanidad, mamó las luchas por los derechos de las mujeres trabajadoras desde su infancia. No estudió periodismo, aprendió a hacer periodismo junto a Jacobo Timerman en la sección Cultura del diario la Razón. Fue editora general de la sección Cultura y Espectáculos, del diario Página 12. Editora general de la revista dominical Viva, del diario Clarín y directora de la revista Trespuntos. También se desempeñó como redactora de artículos de investigación en la revista Rolling Stones (edición latinoamericana) y en la revista Gatopardo (Colombia). Obtuvo el Premio Rey de España, de periodismo gráfico, y en 2011 la beca Guggenheim por su investigación sobre la prostitución en nuestro país. En 2001 abandonó la prensa comercial y fundó junto con su pareja, Sergio Ciancaglini, la cooperativa de comunicación Lavaca, organización parida en plena crisis política-económica, bajo la certeza de que es posible generar herramientas, vínculos y saberes que fortalezcan la autonomía de las personas y sus organizaciones sociales.

Como docente se desempeñó como en la Escuela de Periodismo TEA. Fue profesora del Taller de Redacción III de la Universidad de Buenos Aires. Profesora del Seminario Sociedad, Maestría de Comunicación, Universidad de Buenos Aires. Profesora de la Maestría de Periodismo, de la Universidad de Cuyo. Profesora de la Maestría de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata y de la Cátedra Autónoma de Comunicación Social, que se dicta anualmente en MU Punto de Encuentro, en el espacio de Lavaca, en Hipólito Yrigoyen 1440, CABA. Dirige la revista MU, publicación mensual, de venta en kioscos, librerías, organizaciones sociales y por suscripción. Es miembra fundadora de la Universidad de la Concha, Feminismo Explícito, un lugar de encuentro para personas interesadas en cuestionar el patriarcado, lugar de aprendizaje autodidacta, autogestivo y comunitario. Y es presidenta de la Asociación de Revistas Culturales Independientes AReCIA, que reúne a 322 revistas culturales de todo el país, y brega por la sanción de una Ley de fomento para las publicaciones culturales independientes y autogestivas.

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