Cometierra, El Mono Liso, El Conicet

“Qué falta de respeto, qué atropello a la razón.
Cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón.
Mezclao con Toscanini, va Scarface y Napoleón,
Don Bosco Y ‘La Mignón’, Carnera y San Martín”.

Cambalache (fragmento) – Enrique Santos Discépolo

por Cristina Sottile

Hace poco menos de dos meses, en noviembre de 2024, la Fundación Morelli, que entre sus objetivos tiene “el compromiso con la defensa de los derechos infantiles, abogando por la protección contra el abuso, la discriminación y la negligencia”, presentó ante el Consejo Provincial de Educación de la Provincia de Buenos Aires un planteo objetando la inclusión del libro “Cometierra”, de Dolores Reyes, en el listado de material didáctico utilizado en el nivel secundario de educación. Rápidamente, el secretario de Educación se hizo eco del planteo de dicha fundación ante el abordaje de temáticas tales como el femicidio y violencias de género, así como del uso de palabras del lenguaje común no legitimado por la RAE. Palabras que son usadas por adolescentes en sus conversaciones.

Hay dos cuestiones que quiero mencionar, y que tal vez deberían hacer sonar más alarmas que la lectura de este libro: una, la intervención de Marra, legislador de la CABA, diciendo que para qué tener educación sexual en las escuelas, y sugiriendo que los “chicos vean porno”, donde el modelo es la relación violenta, sin amor, cosificando a la mujer,  sin hablar de las cuestiones de trata vinculadas con la producción de dichos materiales. La segunda cuestión es que extraña que una fundación destinada al bienestar de niños, niñas y adolescentes no se haya escandalizado, por ejemplo, por el descenso en el consumo de leche en el último año, la no distribución de alimentos existentes a comedores, y los recortes en presupuestos de salud…

Tampoco se espantan de los discursos presidenciales emitidos ante adolescentes, que abundan en palabras soeces, insultos, gestos obscenos y odio, discursos que no se detienen ni ante el desmayo de un chico al lado mismo del presidente electo.

Y hay algo más grave, que tiene que ver con el escándalo ante este “descubrimiento” de una novela encuadrada en el realismo mágico latinoamericano y en las corrientes de crudas descripciones de la realidad: ¡no es posible entonces leer en el secundario a García Márquez, o a Enrique Medina, o Gudiño Kieffer, Manuel Puig, Cortázar.  Tampoco a la mismísima Biblia, que en su Antiguo Testamento describe claramente desde la conspiración de dos hermanas para acostarse con su padre hasta un capítulo de hermosísima poesía destinada a la mujer amada en el que se elogia detalladamente el cuerpo femenino: el Cantar de los Cantares. Los autores mencionados y su producción, incluida la Biblia, son de lectura corriente, o lo eran, en la materia literatura argentina y americana, en el secundario.

Si el libro de Dolores Reyes es objetado por dañar de alguna manera a los adolescentes, si los sexualiza (cuando somos seres sexuales desde que nacemos), si induce violencias. No es posible entonces leer Macbeth, o nada de Shakespeare, por si esto induce el asesinato, la traición y la guerra, sin hablar de Romeo y Julieta, que podría interpretarse según la Fundación, como una clara provocación a la desobediencia, las relaciones ilegítimas y hasta al suicidio.

Este tipo de censura sobre el material de lectura o sobre letras de canciones no es de reciente invención. En Berlín, frente a uno de los edificios de la Universidad, hay un memorial recordando que en ese lugar los nazis quemaron libros.  Pueden verse libros, en un hueco de la vereda, a través de un vidrio. Iluminados. Persistentes. Memoria viva: “Aquí los nazis quemaron libros”. En 1980, en Sarandí, la Dictadura quemó aproximadamente un millón y medio de libros publicados por el Centro Editor de América Latina. También se recuerda dónde y cuándo. La misma Dictadura prohibió, entre otras, canciones infantiles como El Twist del Mono Liso, en el que no queda claro si la censura se ejerce por el protagonismo del mono, la rebeldía de la naranja o sencillamente porque a alguien no le gustó.

La censura es el mecanismo a través del cual se disciplina y modela el pensamiento de las personas y de la sociedad que se pretende dominar. No es sólo la imposibilidad de acceder a un libro, una canción o una película, a través de evitar su circulación o el perverso método indirecto de desfinanciar los organismos e instituciones que los promueven y producen; es cercar la posibilidad de articular conceptos nuevos, pensar, acceder a otras realidades, conocer procesos internos de personas alejadas desde lo cultural, lo social o lo geográfico. La ignorancia produce miedo a lo distinto, y produce violencia contra lo que por distinto se presume peligroso. Inhibe la empatía; el Otro desconocido es categorizado como enemigo, al que hay que atacar, o excluir, o ignorar.  O exterminar.

Tampoco es nuevo este mecanismo de despersonalización: la persecución de judíos y de todo Otro distinto (eslavos, gitanos, por ejemplo) en la Alemania nazi tuvo sus inicios de esta manera.  Nada nuevo.  Las masacres de pueblos originarios en América, desde Alaska hasta la Patagonia, también se construyeron de esta manera.  Nada nuevo.

Mujica Láinez, autor de Bomarzo, cuyo libro y ópera fueron prohibidos en 1967 por la dictadura de Onganía, decía con relación a la censura sufrida que lo mejor que puede pasar para la difusión de una obra es que sea prohibida o censurada. Ya que cuando se levantó la prohibición, fundamentalmente por presión intelectual nacional e internacional, se colmaron las localidades del Teatro Colón y se agotaron varias ediciones del libro. Es que la respuesta, que siempre la hay, es cultural. Los ataques y mutilaciones a la cultura se ponen en evidencia en el medio social, produciendo un daño que siempre es planificado mediante conductas y discursos que son socialmente nocivos, y que pueden persistir un tiempo. Pero hasta ahora en la Historia de la Humanidad, también se producen conductas y discursos para evitar este daño y contrarrestarlo.

En el clima de violencia latente y crueldad evidente que se pretende instalar en el medio social hoy en la Argentina, hubo respuestas sociales, y fueron culturales: lectura pública con la presencia de 100 escritores en el Teatro del Picadero (que fue en los 80’ un centro de resistencia a la Dictadura), reportajes a la escritora Dolores Reyes y 17 ediciones del libro agotadas. Esto también es Memoria; no es casual la elección del Picadero, no es casual la compra masiva de libros, no es casual la circulación del texto completo en versión digital, como si, instalados en el mundo de Fahrenheit 451 (la temperatura a la que arde el papel dice Bradbury en su inicio), supiéramos qué debemos recordar y hacer circular un libro para evitar que desaparezca.  La cultura no es inocente.

Porque, además, en los inicios del año, entre más amenazas de sufrimiento social y desguace explícito de todo mecanismo productivo, de investigación o de desarrollo tecnológico, se sucedieron hechos tales como el intento de cierre de la Universidad de las Madres, el desfinanciamiento educativo en áreas relacionadas con Ciencia y Tecnología, aun en aquellas que producen altos beneficios económicos. Se desfinancian sitios de memoria, entre ellos El Conti, en el predio de la ESMA, donde existe el Museo de la Memoria. Donde hay un avión del cual se arrojaban personas vivas al Río de la Plata. Donde perdura el rastro de los dolores infligidos: la apropiación de bebés y el robo de las casas de quienes eran secuestrados.

Y la respuesta aquí también fue cultural, más allá de un fallo de la Justicia que ordena que los sitios sigan funcionando: el borrado de una pintada (otra vez Marra) produjo 100 o más con diversas leyendas reivindicando Memoria, Verdad y Justicia, pañuelos, son 30.000, una misa, un festival, la presencia de más instituciones en el predio de la ESMA.

No detiene esto las prácticas inquisitoriales: se eliminan programas de Ciencia y Tecnología, se avanza contra el CONICET, se atacan aquellas investigaciones que relacionan las ciencias sociales con el cambio climático (no sea que nos demos cuenta de que los extractivismos atentan contra la vida). Se eliminan contenidos de Educación Sexual Integral, consistentes en videos y canciones; en particular, una de ellas debe ser resaltada, porque es la que provee herramientas prácticas y psicológicas para defenderse del abuso infantil. La canción se llama “Hay secretos”, de Grupo Canticuénticos. Y habilita la legitimidad de decir y de ser creído para el niño o niña que sufre abuso.

Conclusión 

Hay una concatenación perversa que debe ponerse en evidencia: la intención del borrado de memoria, la intención de destrucción de la cultura en cualquiera de sus aspectos trascendentes y la intención de destruir el conocimiento, en cualquiera de sus etapas: formación, investigación, transmisión, aplicación, motor de crecimiento y desarrollo.

El disciplinamiento del pueblo argentino, necesario para el nuevo orden mundial que se intenta establecer en la actualidad, está basado en el borrador de la memoria, de la identidad y de cualquier sentimiento de pertenencia a una comunidad orgullosa de su soberanía. Todo lo expuesto tiene sus raíces en este motivo, llevado adelante por personajes dirigidos a distancia, política y económicamente hablando, tal como si fueran aquellos humanos a quienes “los Manos” colocaban un dispositivo en la nuca para ponerlos a su servicio, según cuenta Oesterheld, en la Buenos Aires del Eternauta.

Hay que recordar a Margaret Thatcher: “La economía es el método.  El objetivo es el alma”.

 

Cristina Sottile es licenciada en Ciencias Antropológicas – Facultad de Filosofía y Letras UBA.

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