La primera marcha del orgullo en Argentina
por María Alicia Alvado
En vísperas del Día Internacional del Orgullo LGBTI+, uno de los históricos referentes y participante de la primera Marcha en la Argentina, Gustavo Pecoraro, recordó detalles de esa primera edición y del rol convocante de Gays por los Derechos Civiles, la organización con la que “nace el moderno movimiento de la diversidad”, al incluir a lesbianas, personas trans y travestis.
A pocos días de cumplirse 29 años de la primera Marcha del Orgullo realizada en Argentina el 2 de julio de 1992, el activista explicó que la organización creada por un grupo de disidentes de la CHA en 1991 y liderada por Carlos Jáuregui fue, desde un inicio, “menos homocentrada” que sus antecesoras, la propia Comunidad Homosexual Argentina (creada por el mismo Jáuregui en 1984), el Frente de Liberación Homosexual (1971) o Nuestro Mundo (1967).
Pecoraro explicó que hasta ese momento había “mucho desconocimiento” mutuo entre los grupos que luego confluirían en el movimiento de la diversidad, porque no estaban en contacto pero “tampoco teníamos muchas referencialidades y textos”.
“Había grupos de lesbianas que no se reunían con los varones gays y compañeras travestis que si bien no estaban organizadas todavía, hacían militancia antes de ser militantes en el sentido de que su propia existencia era de resistencia”, dijo.
En ese camino, el primer desafío -y la primera conquista- fue “la visibilidad”, cuyos primer hito fue Marcha del Orgullo inaugural y en el camino ya trazado en 1984 por la tapa de la revista Siete Días que mostraba una pareja de hombres abrazados bajo el título “El riesgo de ser homosexual en la Argentina”.
“La primera marcha la convocamos siete organizaciones entre las que no estaba la CHA -porque es su momento de decadencia hasta que mediados de los 90 la reviven Carlos Jáuregui y César Cigliutti- que empezamos a marchar juntas como consecuencia de haber podido salir de nuestro ombligo homosexual o lesbiana”, dijo.
Pecoraro recordó que se convocó para el 3 de julio a las 19 porque era el sábado siguiente al 28 de junio, día que se conmemora la revuelta de Stonewall de 1969 en Nueva York. El lugar de concentración era la esquina de Avenida Rivadavia y Bolívar.
“No teníamos ni idea cómo iba a resultar, pero lo que sí teníamos claro que iba a transcurrir por la Avenida de Mayo, que es el eje del reclamo político en Buenos Aires”, contó.
Es que en ese momento estaban en plena vigencia la ley de averiguación de antecedentes y los denominados “edictos policiales” en los que se fundaban las constantes detenciones en vía pública y las razzias al estilo Stonewall en los lugares de encuentro.
Su derogación era uno de los principales reclamos, en particular dos incisos del artículo 2º que sancionaban con 30 días de arresto a “los que se exhibieren en la calle con ropas del sexo contrario” (F) y el que castigaba a “las personas de uno u otro sexo que públicamente incitaren o se ofrecieren al acto carnal” (H).
“Era un día helado y ya estaba casi de noche. Fue una marcha muy pequeña y timorata porque la policía te podía detener perfectamente, pero nosotros como organización y Carlos, sobre todo, ya existíamos, teníamos presencia en los medios”, afirmó.
De hecho, a Carlos Jáuregui “ya lo habían llevado preso una vez” en 1985 de la discoteca Contramano cuando era presidente de la CHA, “y se había armado un escándalo”. Suele decirse de ese episodio que “quiso hacer un Stonewall en Contramano”.
“Cuando llegamos a Plaza de Mayo éramos muy pocos, unos 100, y yo realmente estaba medio decepcionado porque eran los años de la marchas contra los indultos de Menem, que eran multitudinarias y esperábamos más de respuesta”, señaló.
“Pero tuvimos suerte de que ese día coincidimos con el reclamo de los docentes de la carpa blanca que habían protestado frente a la Rosada y ya estaban terminando cuando llegamos. Los medios que se estaban retirando, vieron que había otra marcha con gente enmascarada y una persona gritando consignas por un megáfono, se acercaron y al día siguiente fuimos tapa con una repercusión impresionante”, dijo.
De las fotos en blanco y negro de aquel día, sobresalen los carteles de los otros convocantes –Transexuales por el Derecho a la Vida y la Identidad (Transdevi), la Sociedad de Integración Gay Lésbica Argentina (Sigla), Investigación en Sexualidad e Interacción Social (ISIS), Cuadernos de Existencia Lesbiana y la Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM)-, el megáfono de Jáuregui y los antifaces blancos que ocultan el rostro de la mayoría de los participantes.
“Era un momento donde la visibilidad pública era peligrosa por cuestiones laborales o de ‘salidas de armario’ forzosas que en 1992, con leyes que criminalizaban nuestro colectivo, y te exponían a tener también problemas en tu familia o en tu edificio”, manifestó.
Esa primera marcha partió del mismo departamento del primer piso del edificio de Paraná 157 propiedad de César Cigliutti y su pareja Marcelo Ferreyra, donde se fundó Gays DC en 1991 y donde Carlos Jáuregui vivió los últimos ocho años de su vida. Desde 2016, una placa de homenaje de la Legislatura porteña señaliza el lugar.
“Empezamos a marchar contra la legislación antidemocrática que hacían que nuestro colectivo viviera bajo amenaza de detención a pesar de que ya había pasado todo el gobierno de Raúl Alfonsín e íbamos por el tercer año de Carlos Menem. Pero además cada pata del movimiento traía sus propios reclamos, como ‘documentos legales para transexuales’, y alguna unión legal para parejas porque la realidad del sida hacía que cuando se moría uno de los convivientes, el otro quedara desamparado”, contó.
Por otro lado, Pecoraro asegura que ya la primera marcha del orgullo tuvo ese “componente festivo” que caracteriza sus diferentes versiones a nivel mundial.
“En la primera no teníamos dinero para carrozas, pero sí teníamos claro que nos estábamos celebrando y a nuestros compañeros que no podían marchar porque estaban muertos. Por eso, aunque estábamos reclamando muy duro, decidimos corrernos de la solemnidad, seriedad y pulcritud con la que marchaban de sindicatos y partidos. Pero soy de los que creen que hay que bailar y ponerse en culo, pero bajo una reivindicación política”, expresó.
El año que viene la marcha cumplirá 30 años de una continuidad ininterrumpida, como lo había pronosticado el propio Carlos Jáuregui aquellas ajetreadas jornadas.
“En el documental ‘El Puto Inolvidable’, Alejandra Sardá rememora que Carlos dijo ‘bueno, esta fue la primera marcha pero habrá muchas marchas y dentro de 30 años vamos a seguir marchando’ y así fue”, apuntó.
Después de cinco años de marchar en coincidencia con el hemisferio norte, el evento se trasladó al más benigno noviembre “porque para los compañeros que vivían con VIH, las bajas temperaturas eran contraproducentes”.
Por último, el activista llamó la atención sobre la necesidad de construir memoria a sobre recorrido del colectivo LGBTI+ en el país, porque “no es que hoy se aprobó el cupo laboral trans porque se le ocurrió a un senador o una diputada” sino que es el resultado de décadas de activismo y, como todo, “tiene una génesis y una genealogía”.