Crónicas VAStardas
Libertad de Chicles
por Gustavo Zanella
El chofer escucha a todo lo que da canciones del cantante de cumbia que murió ayer en Santiago del Estero. Cada vez que termina una canción, uno del fondo grita para todos: ¡Gloria al Señor!
No queda muy en claro si agradece la muerte del artista, si celebra su arte o si alaba al colectivero, y por eso lo trata con respeto. Lo hace desde Laferrere Town hasta Evita City.
Cuando el Aleluyo cumbiero baja, sube un grupo de pubertos deportistas. Deben andar entre los 16 y los 18 años. Viajan seguido. Parece que juegan al fútbol. Siempre están pasados de energía, a los gritos, con pantaloncitos cortos y esos bolsos de mano que usan los que juegan a la pelota. Si el bondi va medio vaciongo, se tiran en el piso y duermen a pierna suelta. Los colectiveros los tienen junados. A veces los dejan tirados, porque si bien no suelen cargosearse por ahí, se ponen medio densos con los chistes que se hacen entre ellos. Hoy los dejan subir. El chofer no es mucho más grande que ellos. Cuando le hicieron la parada y lo reconocieron empezaron a saltar y dar vítores, porque sabían que les iba a abrir la puerta. Como es costumbre, dos se quedaron adelante para darle charla y los otros se fueron para el fondo, pero sólo llegaron hasta donde estoy, porque más atrás se apiñó un grupo compacto de gente que quería ir, en la medida de lo posible, cómoda, así que hacían bulto en el pasillo para disuadir a quienes quisieran aventurarse más allá.
Tres de los niñatos se acomodan a mi alrededor. Uno, igualito al Kun Agüero, le manguéa un chicle a otro. El otro se lo da, pero le reclama que siempre está pidiendo. El garronero le dice que no tiene un mango, que le pidió a la tía que labura en la municipalidad para poder viajar esta semana, porque los viejos no tienen ni para un paquete de arroz. El tercero, que parece algo más avispado porque en ocasiones se separa del grupo para leer unas fotocopias, le recrimina que, encima que no tiene un mango, lo votó a Milei. El otro le contesta que dice eso porque en el CBC le lavan la cabeza, que antes de ir ahí se juntaba con los pibes y que ahora se la pasa leyendo esas cosas que le dan. Gesticula como si diera vueltas las hojas de un libro imaginario. Además, agrega, si gana el León se le acaba el curro ese de irse temprano de la práctica para ir “con sus amiguitos chetos a estudiar kirnerismo”. El avispado lo mira casi como quien mira a una cucaracha, un gorgojo o a esos bichitos que crecen cuando se pone verde el agua de la pelopincho. Hace mal, pero razón no le falta.
-La libertá avanza, guacho, acostumbrate -dice el libertario y tira unos pasos de cumbia.
-Nene, ¿te podés quedar quieto? -le recrimina un tipo que no se sacó la mochila al subir. Debe ser albañil, por el tamaño de las manos.
-Disculpe, don- dice respetuoso el niñato.
-Disculpas pedile a tus viejos, por votar al vyro ese, akã tembó -Le contesta fuerte, seco y en guaraní. El niñato se sorprende.
-Eh, amigo, ¿qué lo bardeá al pibe? Andate a tu paí con tu familia si no te gusta, acá votamos ganador -grita un Australopitecus Afarensis, que parece saber el significado de lo que dijo el albañil, no le gustó y por eso sale del fondo. No tiene pinta d17e poseer capital, ni aspecto de ario. De hecho, parece más un ejemplo del fototipo V de la escala Fitzpatrick o del puesto 34 de la von Luschan.
-Yo me voy, y no vá a encontrá quién te levante una pared por la mima plata -le contesta el tipo que está por sacarse la mochila. El Australopitecus lo mide. Se da cuenta de que lo van a cagar a trompadas y se vuelve al fondo. Los pubertos se quedan en el molde apichonados. El dueño de los chicles, aunque me saca una cabeza, se me pega cagado de miedo de ligarla él también.
De pronto, ante la posibilidad de gresca, el colectivero grita ¡qué carajos pasa!, que si siguen así los baja a todos en el peaje. Para coronar su intervención sube la cumbia a un volumen imposible en uno de esos parlantes bluetooth que se escuchan como el culo.
Todos se llaman a silencio menos los dos que van junto al chofer y cantan las canciones. Al llegar a Consti y bajar, los pibes se reagrupan. Lo bardean al Libertario por quilombero. El pibe señala al otro, al avispado.
-La culpa es de Titi que tiene esas ideas raras.
-Chupala, puto -le contesta Titi. Y se van todos juntos gritándose cosas y revoleándose bolsitos.