De Palermo Under al Territorio Mapuche

Reseña de la novela: UNA EXCURSIÓN A LOS MAPUNKIES
Autora: Agustina Paz Frontera
Reeditada en 2017 por Madre Selva Editorial, Alcohol & Fotocopias, Inerme Discos y Tren en Movimiento Ediciones.

por Gabriel Luna

 Concepto   

El título de la novela remite a “Una Excursión a los indios ranqueles”  de Mansilla, que fue el antecedente literario de la sangrienta Conquista del  desierto protagonizada por Roca. Tal vez sea Santiago Maldonado, como lo expresó recientemente Bayer, la última víctima de aquella Conquista del desierto, que no consistió en conquistar el desierto sino en eliminar brutalmente a los pueblos originarios para apropiarse de sus tierras y extender el capitalismo. Semejante operación, la eliminación brutal y también la gradual mediante leyes y actitudes, requiere de  una  demonización  y  extrañamiento para lavar conciencias. El mapuche se percibe como terrorista, tampoco es argentino sino un enemigo externo que quiere invadirnos.     

Volviendo al título “Una excursión a los mapunkies”. ¿Quiénes son los mapunkies? Mapunkies es un neologismo creado por Agustina Paz Frontera  con las palabras Mapuche y Punkies que cumple la función de integrar e identificar esas dos culturas. ¿Cómo son, dónde están? Los mapunkies son humanistas y  están por todos lados: en la Pu Lof de Cushamen, en 25 de  Mayo, en Corrientes, en Pucón, en Temuco, en La Matanza, en San Telmo  y  en Palermo. 

Novela. No vela. Descubre. La novela es una especie de creación horizontal donde concurren todos los géneros para descubrir una realidad ajena que nos concierne. Aquí la realidad ajena, o la realidad aparte -como diría Castaneda-, es la cultura, el territorio, la cosmovisión mapuche. ¿Qué tiene que ver esto con nosotros? ¿Cómo nos modifica si nos modifica? ¿Cuál resulta el peso, su trascendencia? Habrá que leer la novela para descubrirlo. La autora tira una pista en el título y la contratapa del libro: los mapuches hacen punk y rap en español, en inglés, y en mapudungun, su lengua ancestral. Y la novela empieza con la fiesta de una tribu urbana en Palermo Under -arrabal de Palermo Holly-, con mucha cerveza y un músico punk.

La trama

Una estudiante de periodismo pierde su trabajo de runner en un bar de Retiro y decide hacer una investigación etnográfica. Va a la casa de sus padres en Neuquén, y parte desde allí con una mochila hacia el territorio mapuche. Quiere hacer un trabajo de comunicación social para la facultad. Y el viaje resulta iniciático.

Los temas

La hibridación y mezclas culturales. La anarquía, el humanismo, los mapuches  y el punk. La resistencia a la opresión del Estado. El amor desde la naturaleza.
La identificación con las tribus urbanas. El espíritu haciendo política, los ideólogos y los poetas mapuches. La rebelión y el cambio personal.

La construcción

Hay una narradora-personaje que cuenta en primera persona  y  tiene  gran poder descriptivo. Hay múltiples personajes: wincas, marginales, anarquistas, mapus músicos, rebeldes, místicos, políticos e ideólogos, que son tomados por la narradora a través de acciones, diálogos, descripciones, teorías, sentimientos, entrevistas. Hay un espacio muy logrado de reflexión teórica y otro de introspección, que motivan al lector urbano. Hay ritmo, poesía. Y todo fluye hacia el descubrimiento. No es poco.

A modo de epílogo

La novela de Agustina Paz Frontera fue presentada por primera vez el jueves  30 de mayo de 2013 en un bar-reducto de Palermo Under (Araoz y Córdoba)  por Osvaldo Baigorria, titular de la cátedra de Comunicación de la facultad de Ciencias Sociales (UBA). Pero antes de eso hubo fiesta, poetas, estudiantes, punkies, periodistas, dos mapuches, mucha cerveza, y un músico punk -Matías Pajarito, el hermano de Agustina-. Fue la fiesta de una tribu urbana, tal como ocurre en el principio de la novela.

Fragmento

El sol había empezado a retirarse y la atmósfera a espesarse en bloques de aire frío, los turistas alumbraban con sus camperas fluor la calle central de Pucón —la ciudad turística más cuica (concheta) del sur chileno—, las camionetas 4 x 4 actuaban como ejército, una tras otra, en desfile perpetuo. Estábamos en una mesa en la calle, tomando café y algunos comiendo; Ronny estaba descalzo. Entre la masa de alemanes, chilenos oxigenados y otras variedades de personas civilizadas aparecieron como fantasmas Aylin, Gloria, Anita, Paul, Axel y Daniel: los Weche. Eran las 7 de la tarde, horario en que los turistas deambulan a paso lento. La sensación de incomodidad nos encontró dando sorbos largos al unísono y queriendo huir de tanto roce. Los Weche estaban molestos, habían llegado muy tarde al festival y no los dejaron tocar,  sin embargo no parecían de humor intratable, sino lo contrario: el viaje de regreso a Temuco fue el show. ¿Cómo traer a la crónica escrita los sonidos de esas voces, los golpes de las botellas de plástico vacías contra los apoyacabezas, las palmas, las risas, la vitalidad de las miradas que se pasan la posta, el hilo invisible que ataba a Paul con Anita, a Anita con Gloria, a Gloria con Aylin, a Aylin con Axel, a Axel con Daniel y Daniel a Gloria y Gloria a Paul: todos con todos sostenidos por todos? La camioneta estaba caldeada, saltaba, relinchaba. “Escucha winka, lo que voy a decir, del kimün  (sabiduría)  de nuestro pueblo ¡jamás te apropiarás!” cantaba Paul con voz nasal y melodía portorriqueña cuando subrepticiamente entraba la voz de Gloria rapeando: “Picunche, Lafkenche…”, sobre una base que Axel y Daniel percusionaban con la boca y las manos contra las ventanillas y las botellas de agua vacías. En los primeros asientos Ronny y la novia de Eduardo hacían palmas y festejaban, las dos hileras siguientes eran de los Weche, ahí estaba la diversión: volvían una y otra vez sobre los mismos temas, las voces se oían limpias, sincronizadas —  por fin les creía que eran músicos—, ellos se sonreían y se golpeaban, se hacían chistes internos; desde afuera, y sí que desde la última hilera yo estaba afuera, parecían adolescentes en pleno Bariloche o carnaval. Después de 45 minutos de viaje nos detuvimos en medio de la carretera. Había que hacer descansar el motor. Bajamos de la traffic sin interrumpir el griterío o el canto, con los pies en el asfalto el concierto se transformó en danza, bajo un cielo de noche cerrada, las mismas canciones volvían a repetirse. Estábamos ahí con nuestros buzos largos con capucha sobre la gorra, tomando la ruta como pista de baile, borrachos de frío y agua, con palos golpeando un poste y con el bidón de agua la ruta maciza cuando desde una casa aledaña empezaron a gritarnos unos pibes, nos insultaban, se reían de la música o no sé de qué. Paul agarró un palo, cruzó la carretera y enfiló raudo hacia la ventana donde estaban los  tres muñecos sin piernas, como títeres de puro torso. Ronny corrió a  sostenerlo, Paul quería contienda, crearles miedo a los cuicos. Después de unos forcejeos teatrales entre Paul y Ronny volvieron a las risotadas porque habían conseguido que los muñecos cerraran las cortinas y no gritaran más.  Así estuvimos un buen rato más haciendo ruido o música sobre la ruta, a la  vera del camino a Temuco, en esa noche cerrada.

Agustina Paz Frontera

Nació en la ciudad de Buenos Aires en 1981. Entre los 4 y los 17 años vivió en Neuquén Capital. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación y magíster en Periodismo Documental. Trabaja en medios audiovisuales y gráficos. Escribe poesía. Trabaja en lo indeterminado. Colabora  en Periódico VAS. Es editora del portal de periodismo femenino LatFem. Organiza y dicta talleres de escritura feminista.

Comentarios

  1. Hay un paréntesis existencial dentro del cual se amalgaman todas las culturas, entre quienes saben llegar al fondo de si, y la condición humana nos hace cómplices. El problema son los paréntesis. Ese fino alambre de púas que está ahí aunque no queramos. Hay quienes están dentro de una oración y fuera otros. No con palos se empareja. Hermoso relato. Todos formamos oraciones y sos la que te toca en suerte.

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