El derecho a habitar la locura 

por Miranda Carrete

Jessi Jess tiene 34 años, escribe desde que tiene memoria, a los 12 años hizo un taller de periodismo y su mamá todavía guarda la primera nota que hizo en la que pedía que vuelvan los feriados de carnaval; «desde chica re politizada”, se ríe con su propia descripción. Es poeta, narradora, villera, feminista, militante y estudiante, está en tercer año de la Licenciatura en Periodismo en la Universidad Nacional de Avellaneda, no sabe si va a recibirse, pero cursar le brindó herramientas para poder llevar adelante su trabajo como escritora, poeta, community manager, además de generar redes dentro de la universidad, entre otras cosas. Es provocativa, le gusta cuestionar y sus textos van al hueso hablando sobre situaciones que se viven en la villa, sobre su maternidad, su infancia, sus deseos, sus sueños, sus miedos y denuncias. No quiere que hablen por ella, por eso escribe, su libro es una propaladora, con él sus ideas y preguntas, que representan los de miles de personas, trascienden los pasillos de la Villa 21-24 de Barracas.  “Por qué las villeras no podemos crear arte, a mí me gusta escribir, cuento historias de mi barrio, las cuento yo, nadie va a hablar por mí”. Este invierno lanzó su primer libro -La villa en mis venas- editado por Chirimbote. La tapa: una foto de Jessi y una remera que indica: “el acento del barrio te sale mal”. En las primeras páginas advierte “Vamos a zarparle al mundo la parte que nos pertenece”, una invitación cruda y sincera, profunda y conmovedora, que te deja con ganas de seguir leyendo.

¿Cómo te acercaste a la escritura? 
Empecé en facebook, textos políticos y poemas que me salían, nada diagramado, pero a la gente le gustaba el tipo. Me decían que no dejara de escribir. Después empecé con el Cállate Blanca, que era más un cuestionamiento al blanco hegemónico burgués clase mediero, algo que tuvo mucho rebote. Ahora estoy empezando a subir poesía oral en TikTok.
En un momento quise tomarme en serio lo que hacía, para mejorar. Empecé tomar clases con Diego Arbit, quien escribe el prólogo de mi libro. A Diego lo admiraba un montón, él es performance, tiene un montón de libros escritos. Me propuso ordenar las ideas y los textos que ya tenía.

¿Cómo fue pasar de las redes sociales a un libro? 
Para mí el arte es político, no lo concibo de otra forma. Y quería publicar lo que escribo, le dije a Diego: quiero sacar un libro. Yo quiero sacar un libro porque yo tengo un montón de relatos, ¿por qué otros pueden sacar un libro, y yo no? Entonces le escribí por facebook a Chirimbote. No sabía cómo se hace para sacar un libro, entonces Diego me asesoró, les escribí contándoles sobre mí y les mande mi material. Les conté mi historia: estoy en la Red de Mujeres de la  21:24, que hay pocos lugares para los villeros y el poquito espacio que hay los ocupan varones. Estuve más de una semana con mucha ansiedad, hasta que recibí un mail que decía “nos encantó tu material, va a ser un honor para nosotros editarlo”. La felicidad que tenía, me puse a gritar, llamé a Diego mi profe para contarle y le pedí que hiciera el prólogo.

¿Qué es lo que buscas visibilizar con tus relatos?   
Todas las necesidades que nosotros vivimos, las condiciones de infraestructura y precariedad. Acaba de morir una nena en una escuela de la 21-24 porque Larreta no le dio el refuerzo nutricional. Una vez me dejaron un comentario que decía que sacamos el cartel de pobres para no sé qué, qué cartel puedo sacar yo cuando se mueren vecinos por la situación de precariedad? Con ese comentario hice un poema, una amiga que es fotógrafa me sacó una foto justo en el pasillo de mi casa así, con una capucha con una campera deportiva que daba para el texto y lo compartí. Tuvo mucha mucha réplica, así tengo muchos textos, en las calles, hablo sobre trabajo infantil. Son todas historias reales, pero les cambio los nombres y la ficcionalizo para cuidar a las personas de mi barrio, sobre todo a las niñeces. Quiero que se entienda que no hay cuidados para las niñeces, falta presupuesto para las infancias, quiero que quede en evidencia la falta de presencia del Estado en las infancias vulnerables.

Jessi se refiere al caso de una niña de la escuela 11 del distrito 5to de Barracas. Una niña que vivía en una clara siruación de vulnerabilidad, sobre la que docentes desde 2017, cuando comenzó primer grado, pidieron la intervención del Equipo de Orientación Escolar (EOE). Un reclamo que continuó años posteriores, cuando presentaron un certificado médico por el peso y la necesidad de contemplar un refuerzo hipercalórico de vianda escolar. Después de 3 años, en 2020 se ese mismo Equipo, solicitó la intervención a la Defensoría zonal de la Ciudad, sin embargo no consiguieron la intervención del organismo. El viernes 12 de agosto por la mañana había sufrido una descompensación en su escuela. Las autoridades llamaron al SAME, pero la ambulancia nunca llegó. Su familia la retiró del colegio. El lunes, tras complicarse su estado, fue internada en el Hospital Penna. Desde ese entonces la comunidad educativa denuncia abandono de persona por parte del Gobierno de la Ciudad.

En el libro hay varias fotos que retratan la vida de Jessi en la villa. También hay una de su hijo Valentino, está sentado en un tablado de madera y detrás hay un patrullero, fue durante una toma en la Villa 21-24 el año pasado.

Además de retratar situaciones que se viven en el barrio, hablás mucho de la locura y la salud mental, ¿por qué te parás desde ese lugar?
Yo hablo mucho sobre la locura, como usuaria del sistema de salud mental y como mamá de un nene con discapacidad, Valentino es autista. Siempre hablo del derecho a habitar la locura.

¿Qué es para vos el derecho a habitar la locura? 
Yo siempre digo que con Valu le hacemos la guerra a la norma desde que nació. Nos quieren normalizar, quieren que seamos normalitos. Por ejemplo: ven a una persona autista, pero no quieren que se comporte como un autista, como una persona neurodiversa. ¿Puedo tener una crisis, puedo tener depresión? ¿Me pueden pasar cosas porque me obligás a entrar en la norma, no? Y más que nada el capacitismo. El sistema capitalista te quiere neurotípico y funcional para entrar en la cadena de producción y cuando no servis quedás afuera. Por eso digo el derecho a habitar la locura. Reivindico la palabra loca y me apropio de las palabras.

¿Qué es lo que más satisfacción te trajo de poder hacer este libro? 
Soñaba con sacar un libro.  Primero siento que soy un puntapié, porque cuando uno entra a los codazos a los lugares, todo se hace más difícil. En mi barrio está lleno de talentos, lleno de escritores y me imagino que en otras villas también, pero no se los escucha, nadie los lee. Entonces yo siento que soy un puntapié. Ojalá que yo sea la puerta de entrada a que muchos artistas villeros y villeras puedan tener también su espacio. Eso me da satisfacción, más allá de mi logro personal. Para alguien como yo que toda mi vida sufrí un montón de violencias por ser villera, como la falta de luz, de agua, las condiciones precarias,

¿Te nombrás como villera feminista, por qué?
Es que toda la vida me discriminaron, primero por ser villera y después por ser mujer. Me decían villera de mierda desde chiquita, fue el primer insulto que escuché. En las redes sociales y hasta el día de hoy me insultan y me dicen villera de mierda, la cuestión de clase está muy arraigada en mí; y en segundo lugar, cuando voy a buscar un trabajo a mí no me dicen que no por ser mujer, a mí me dicen que no porque en el GPS aparece que estoy en la Villa 21-24, entonces, por eso soy villera y después feminista. Para mi el feminismo tiene que ser interseccional. A mí nadie me vino a traer el feminismo a la villa, para mi el feminismo era mi mamá organizándose con las vecinas para comprar los cables, cuando se hicieron los pasillos. Cuando las vecinas se organizan y hacen una olla popular, eso es feminismo. Mi mamá no leyó a Simone de Beauvoir, pero sabe que si una mujer no quiere tener un pibe, tiene derecho a abortarlo. No hace falta que leas a Preciado. Cuando salimos a socorrer a una vecina porque el marido la cagó a palos, eso también es feminismo, a ese feminismo también hay que nombrarlo.

 

Comentarios

  1. Excelente nota. Caminar x los pasillos de la 21-24 da un pequeño matiz de la vida en el barrio. Cuánta vida para contar x Jesi. Cuántas Jesi cada día vienen a la escuela donde doy clases, justo ahí donde comienza el barrio-barro y dónde ponemos las patas y el corazón a pesar del olvido del GCBA. Gracias Miranda Carrete x esta nota.

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