El Gran Girondo
Con su vocación rupturista, interpeladora de los límites y las posiblidades del lenguaje, Oliverio Girondo fundó una tradición poética que fue acaso incomprendida en su tiempo y hoy, a cincuenta años de su muerte, atraviesa las poéticas contemporáneas y es recuperada en los múltiples homenajes a su obra que por estos días tienen lugar en la ciudad de Buenos Aires, uno de los epicentros de su gesta creadora.
Apenas seis libros desde el iniciático «Veinte poemas para ser leídos en el tranvía» le alcanzaron a Girondo (1891-1967) para articular una voz singular que aportó a la poesía una renovación de temas, estilos y lenguaje desde una mirada aguijoneada por el afán experimental y la intención de multiplicar los alcances del género por fuera de los círculos eruditos.
Desenfado, humor o ironía fueron algunos recursos que el poeta puso en juego para articular una escritura original que se abasteció del paisaje urbano, la tecnología y la observación implacable del amor y el sexo que irrumpe en obras como «Persuasión de los días», «Campo nuestro», «Espantapájaros» y «En la masmédula».
«La obra en su totalidad cobra un peso único y se vuelve una masa múltiple, imposible de sintetizar o reducir a una única estética. Hoy todavía seguimos debiéndonos algunos debates que propuso en su momento y siguen doliéndonos algunas frases o imágenes, porque siguen siendo ciertas y dolorosas. Eso confirma el paso del tiempo: cuándo un autor es lúcido e iluminado y puede ver por encima de su época para decirnos algo que se mantenga en el tiempo, algo sobre nuestra humanidad», señala el poeta Sebastián Goyeneche.
El vate y editor de Nulú Bonsai Editora de Arte es el artífice de un homenaje que tendrá lugar el próximo jueves a las 18.30 en la Biblioteca Ricardo Guiraldes de calle Talcahuano 1261, donde tres poetas y una videoartista reproducirán el clima de sus composiciones utilizando principalmente la voz y el cuerpo, pero también valiéndose del sonido y la imagen como instrumentos.
Gabriela Clara Pignataro dará voz a «Espantapájaros», en tanto que Felipe Sáez Riquelme y Goyeneche harán lo propio con «Persuasión de los días» y «En la masmédula». En paralelo, Celestial Brizuela presentará tres cortometrajes de animación basados en los nocturnos de Girondo, de cuya muerte se cumplirán cincuenta años el próximo martes.
En ese mismo espacio se exhibirán reproducciones de diez ilustraciones dibujadas por el propio Girondo y coloreadas por Charles Keller para la primera edición de su libro «Veinte poemas para ser leídos en el tranvía» mientras que ilustradores como Sergio Langer, Lucas Nine y otros destacados dibujantes presentarán sus versiones de la decena de poemas que hasta hoy no habían sido ilustrados.
No es el único homenaje al escritor que tiene lugar por estos días ya que hasta mediados de marzo se puede ver en la Biblioteca Nacional una exposición que sale al rescate de la vocación iconoclasta de Girondo a partir de un recorrido que abarca dibujos, ilustraciones, grabaciones de sus lecturas y una escultura gigante con la que el escritor promocionó el lanzamiento de su obra «Espantapájaros» en 1932.
«La obra de Girondo es de culto y circula entre los que debe circular. Sin lugar a dudas está replegado a nivel editorial y crítico -sostiene Freddy Yessed-. Tengo una amiga francesa, Solenne Lallia, que vino a Buenos Aires a hacer su tesis doctoral sobre Girondo y se llevó una sorpresa cuando no encontró gran cosa editada. Luego decidimos traducirlo, pues no estaba traducido al francés. Nos quedamos más sorprendidos cuando ninguna editorial francesa nos quiso publicar la traducción porque ‘no era muy conocido’.
Yessed es colombiano pero reside de Buenos Aires, donde estudia las modalidades del poema en prosa. Ha publicado «La sal de la locura» -Premio Nacional de Poesía Macedonio Fernández- y «El diario inédito del filósofo vienés Ludwig Wittgenstein».
«Creo que esa dificultad hace parte del enigma. Es uno de los autores que más se leen de la literatura hispanoamericana y está entre los cinco poetas más referenciados de Argentina -explica-. Como Vallejo, Girondo nunca se inscribió en ninguna vanguardia: ellos mismos son vanguardia y son escuela, sin necesidad de manifiestos. Girondo escribió para no ser olvidado. Seis libros de poesía nada más, y se leen todos con la misma inquietud: la de estar leyendo, después de 50 años, algo nuevo», explica.
Para el investigador, crítico literario y traductor Jorge Monteleone, la obra de Girondo permaneció replegada hasta la década del 80, cuando empezó a ser resignificada por las nuevas generaciones: «Es posible que en los años sesenta-setenta su obra tuviera menos visibilidad y circulación, también a partir del lugar de Borges (que lo detestaba, pero por razones menos poéticas que vitales) pero desde los años 80 nuevas generaciones de poetas y críticos tuvieron una nueva percepción de su revolución poética y se lo situó en el centro del canon», explica.
Uno de los grandes aportes de Girondo fue acaso su trabajo con el lenguaje. Gran parte de su aporte se puede leer como un intento de forzar sus límites, de vulnerar las convenciones de la representación, como se percibe particularmente en la escritura de «En la masmédula», donde la imposibilidad semántica para dar cuenta del mundo lo empuja a la utilización de neologismos como «Aridandantemente» o «Soplosorbos».
¿En qué medida esta preocupación por la autonomía del lenguaje fijó la producción poética de sus sucesores? «Sí, hay mucho trabajo en Girondo con respecto a sus búsquedas en el lenguaje, pero podríamos decir eso casi como lugar común de la crítica con respecto a Borges o a Pizarnik», asegura Yessed.
«Creo que si hay un Girondo tan novedoso fue porque leyó su entorno con agudeza, como aconseja Baudelaire. Ahora, por otra parte, yo veo muchos Girondos en su obra: lo polifacético es una de las cosas que más atraen de su poesía. Como en Picasso, hay muchos poetas en su obra. Girondo goza de muchas máscaras estéticas, y el lector inquieto goza también de desentrañarlas», afirma el investigador.
Según Goyeneche, lo maravilloso de Girondo «es que, habiendo vivido su madurez y su mayor reconocimiento como autor en las décadas de los 40, los 50 y los 60, jamás le interesó reflejar en su obra nada que tuviese que ver con la actualidad política inmediata, materia que siempre envejece veloz y tóxicamente».
«El tratamiento que le da a la palabra en su último libro siempre fue algo un poco imposible de seguir, porque se trató de una búsqueda muy personal, comparable con pocos casos de la literatura latinoamericana como puede ser tal vez ‘Trilce’, de César Vallejo. Girondo logró inscribirse eficazmente en un canon poético a la vez clásico y vanguardista, ya que casi todos los poetas que están haciendo obra hoy en día puede decirse que conocen su obra y la gran mayoría lo ha leído», sostiene Goyeneche.
¿Cómo dialoga la producción de Girondo con las poéticas contemporáneas? «Las nuevas teoras con las que nos acercamos a Girondo lo resignifican singularmente. Veo sus poemas, por ejemplo, en antologías de minificción. En mi caso, trabajé la incidencia del género del ‘poema en prosa’ en Girondo, ese poema que se escribe en forma de párrafo; y allí, sí que Girondo es una gran novedad, a pesar de que Lugones, Macedonio Fernández y Gíuiraldes habían hecho lo suyo», aporta Yessed.
«Sus primeros tres libros, ‘Veinte poemas para ser leídos en el tranvía’ (1922), ‘Calcomanías’ (1925) y ‘Espantapájaros’ (1932) trabajan un poema en prosa lleno de aires urbanos, cosmopolitas, y lleno de humor y juego. El humor fuera de chalecos de fuerza es importante en Girondo: cuando en el resto de Hispanoamérica seguían rimando y haciendo sonetos, él sale con estos poemas en prosa a burlarse de todo el mundo», continúa.
«Girondo es varios poetas: la primera vanguardia más infantil, carnavalesca, burlona, donde los objetos se revolucionan, la arquitectura y los vehículos se personifican, el absurdo domina todo, muy palpable en su primer poemario, se va convirtiendo primero en una visión de mundo más grotesca, irracional y paródica (en ‘Espantapájaros’) y luego hacia el final de su obra en una conciencia existencialista, crítica, metafísica, excesivamente ácida, ingobernable», apunta Goyeneche.
Para el editor, muchos poetas jóvenes y no tan jóvenes lo han leído y fueron marcados por la poética del autor «pero eso no significa que sea algo palpable, marcable en un poema o en un verso específico».
«Girondo nunca envejece, es hierba fresca siempre. Lo que sí pasa con muchos poetas hoy es que hacen poesía ya vieja ¿Por qué? Porque no han masticado a Girondo como se lo merece», concluye Yessed.