El Isauro Arancibia en defensa de su identidad
El Centro Educativo Isauro Arancibia funciona hace 22 años en Paseo Colón y Cochabamba, CABA, prepara a personas en situación de calle para construir nuevos futuros. Una pedagogía transformadora que al Gobierno porteño le resulta peligrosa y por eso trata de impedir su continuidad.
por Mariano Pagnucco
Al ministro de Transporte de la Ciudad le tocaba evangelizar sobre la importancia del Metrobús. El detalle es que debía convencer a toda una comunidad educativa de tirar abajo su escuela para que circularan los colectivos por la zona. Daniel, que desde los 6 años vivía en la calle, miró al ministro y le dijo: «Esta escuela es lo único que tengo y usted me la quiere tirar abajo. El Metrobús no enseña». El ministro, curtido en el arte de sonreír, insistió:
-Daniel, el Metrobús es importante porque cumple una función social para toda la gente que va a trabajar. Yo te prometo que cuando esté funcionando te voy a llevar a dar una vuelta.
-Yo acepto -respondió Daniel- si usted acepta pasar una noche en la calle conmigo.
La anécdota es ilustrativa en varios sentidos. Por un lado, describe la función social que cumple el Centro Educativo Isauro Arancibia desde 1998, abriendo sus puertas a la población en situación de calle de Buenos Aires. Son 7.251 personas, según el Censo Popular de 2019. Pero también habla del hostigamiento permanente de las autoridades porteñas hacia esa experiencia educativa difícil de encasillar para la burocracia ministerial.
El intento de desplazar al Isauro de su sede de Paseo Colón y Cochabamba para habilitar carriles del Metrobús no prosperó, pero los ataques contra la comunidad educativa siguen en pie. En el presente, el Ministerio de Educación que conduce Soledad Acuña intenta imponer allí un interventor, mientras que a partir de marzo próximo cerrará el jardín maternal que funciona desde hace 20 años. Susana Reyes, fundadora y actual directora del Isauro Arancibia, tiene la piel curtida ante la lógica de la política del macri-larretismo: «Llevamos 12 años de permanente hostigamiento».
La lucha, como la experiencia educativa, sigue adelante y se fortalece cada día.
Pedagogía de la crueldad
El Isauro no es simplemente una escuela, sino más bien un cruce de experiencias educativas que confluyen en el mismo espacio. Todo empezó en 1998, cuando Susana Reyes sembró la idea de ofrecer a la gente de la calle la posibilidad de terminar la Primaria. Ese primer paso -muy parecido a un taller de apoyo escolar- se fue expandiendo con los años e incorporando gente (en los pupitres y delante del pizarrón).
Hoy en día, en el mismo edificio de Paseo Colón 1318 hay un jardín maternal, Primaria para adultos, dos turnos de Secundaria (Plan Fines y CENS), un Centro de Formación Profesional, el programa Adultos 2000 y un Centro de Actividades Infantiles (CAI). Cada semana, son más de 400 personas las que dan vida al proyecto del Isauro Arancibia. El edificio fue remodelado después de una larga lucha en la calle y la Justicia, para que no lo tiraran abajo con la excusa del Metrobús.
Sin embargo, la vuelta a clases de este año dejó al desnudo la calidad educativa que impulsan Larreta y Acuña. Susana describe la situación: «En todo el invierno no pudimos prender la calefacción. Es como pasa con todas las escuelas de la Ciudad, que por afuera se ven hermosas y adentro no anda nada. Con la lluvia se inunda y cuando quisimos prender la caldera de calefacción, explotaron los caños en el sector del jardín de infantes. Dos horas después de concluido el horario de clase, las cunas donde duermen los bebés de los papás y las mamás que estudian quedaron tapadas por chorros de agua hirviendo. No hubo una tragedia de milagro”.
Susana le pone palabras a la pedagogía de la crueldad que padecen a diario: «Hacen todo mal, todo es berreta, desamorado».
Los peligros de la educación transformadora
En la semana que se celebra el Día Nacional del Derecho a la Identidad (22 de octubre), la comunidad del Isauro organizó una jornada de resistencia bajo la consigna “Escuela pública en peligro”. Hubo un encuentro de docentes, estudiantes, vecinos y organizaciones amigas que compartieron talleres, música, mates y abrazos. Una de las intervenciones artísticas fue rodear al edificio con grandes cintas de “Peligro”. «Estamos perfeccionando la resistencia creativa”, dice Martina Matusevich, quien transita la experiencia del Isauro desde hace 13 años.
Martina es docente del Nivel Secundario y también coordina el taller donde se piensa, diseña y redacta la revista “La realidad sin chamuyo”, una de las armas poderosas que ha construido el Isauro en sus más de dos décadas de existencia. Acostumbrada a los ataques contra el proyecto, Martina dice: “Tiene que tener un poco de magia lo que hacemos, porque es una contrapropuesta a lo que hay». Hay un Gobierno que desconfía de los proyectos emancipadores de conciencias, pero del otro lado hay también personas convencidas de que hay que transformar lo dado.
“Decimos que la escuela está en peligro por todos los mecanismos que tiene esta Gestión para ir disolviendo nuestras construcciones”, reflexiona Martina. ¿El Isauro también representa un peligro para el Gobierno que este año ha destinado siete veces más presupuesto a Seguridad que a Cultura? «Nuestro trabajo deja expuesta la problemática de las personas en situación de calle. Nosotros les entregamos títulos de terminación de la Primaria a personas que no tienen domicilio. Esas personas, a las que el sistema necesita ignorantes y excluidas, salen transformadas. Para el Gobierno es incómodo».
Susana aporta su mirada sobre lo que significa darle herramientas transformadoras a una población que la gestión de Larreta busca invisibilizar. Las autoridades porteñas señalan que hay 1146 personas durmiendo en la calle, mientras que las cifras del reciente Censo Popular hablan de 7251 personas. “Esta población que viene a la escuela es totalmente vapuleada por la violencia institucional, abandonada, le han arrebatado todos sus derechos y no se siente parte de nada de esta sociedad. Frente al hostigamiento, nosotros construimos ciudadanía, por eso todas las luchas las dimos con los pibes y las pibas. A partir de ahí se sienten parte, empezando por la Escuela”.
Así sucedió con Daniel, que se sintió tan parte del Isauro que se animó a interpelar al Ministro. Ese pibe, como sucede con muchas personas expuestas a la violencia de la calle y del sistema, murió hace dos años. El ministro Guillermo Dietrich hoy integra el Gabinete del presidente Mauricio Macri.
“Hoy los pibes se preocupan por tener su documento y por votar, cuando antes no les importaba”, dice orgullosa Susana: “Ahora se dan cuenta que el voto tiene que ver con tu vida, con lo que te pasa después. Nos costó mucho que entiendan eso, construir ciudadanía. Cada piedra que nos pusieron en el camino, a nosotros nos sirvió para que los pibes tomaran la palabra y dijeran lo suyo: armamos la radio, tenemos la revista. En todos esos lugares pudieron poner su voz».
Una identidad construida
Cada año, cuando llega el 20 de junio, los y las estudiantes del Isauro Arancibia crean su propia canción para la Bandera Nacional. La de este año dice en su estribillo:
Cuando yo me muera
sabré que fui a la escuela,
no sé qué será de mí
pero aquí está mi raíz.
En el festival se escucharon decenas de voces entonando la canción, mientras el celeste y blanco de la insignia argentina era rodeado por todos los colores de las banderas latinoamericanas. “La entrada de la bandera es muy emocionante”, dice Susana. La emociona aquel estribillo porque siente que habla de ella y de toda la construcción educativa que hoy peligra: “La escuela pública cala muy hondo. Hace 22 años que estoy en el Isauro y para mí es mi raíz».
Este año, al equipo docente del centro educativo le tocará ver a la primera camada de egresados de la Secundaria. Pero no termina ahí, explica la directora: “Tenemos pibes anotados en carreras terciarias, como Educación física o Pedagogía social. Eso es emocionante. Cuando nos dicen que los pobres no pueden ir a la Universidad, nosotros respondemos fehacientemente que sí pueden».
Entre los reconocimientos que recibió Susana por parte del Gobierno porteño, hace dos años la obligaron a jubilarse anticipadamente, sin consulta ni diálogo con ella. Hace poco se presentó un señor en el Isauro con el supuesto cargo de “coordinador general de actividades”. El interventor encubierto no logró permanecer mucho tiempo, porque el cuerpo docente lo invitó a retirarse.
La novedad de este año es que el histórico jardín maternal del Isauro será trasladado. Dice Martina: «Hace 20 años que el jardín funciona prioritariamente con los hijos y las hijas de nuestros estudiantes, porque saben que mientras estudian los niños están en buenas manos. El proyecto de trasladar el jardín es atentar contra nuestra identidad”.
Diana Aravena conoció a Susana Reyes como docente, mientras cursaba una Tecnicatura en Pedagogía Social. Su identidad trans la asumió desde que era joven y hace dos años que se sumó al Centro de Formación Profesional para capacitar a otros y otras. ¿Cómo juega acá la identidad? «En lo personal, el tema de la identidad representa la dignidad y la conquista de derechos -dice Diana-. Con el Isauro pasa lo mismo. La población que asiste sufre la invisibilidad social y acá tiene un espacio propio que le permite salir de ese lugar que parecía tener destinado en la vida».
Diana reconoce el “desprecio de clase” que tienen las autoridades porteñas: “La permanencia en el edificio se tuvo que judicializar. Ellos piensan que es mucha escuela para la gente que asiste”. Además de su trabajo en la cooperativa La Paquita (hacen estampados sobre distintos materiales) y de su militancia en la organización Putos Peronistas, en el Isauro encontró un espacio donde aliarse con personas que padecen otras opresiones y también pelean por conquistar nuevos derechos. “Todo marginado es nuestro aliado”, resume.
Una escuela que crea futuro
Veintidós años del Centro Educativo Isauro Arancibia son también 22 años de experiencia acumulada, en la educación pública y en las batallas por una sociedad más humana. La pregunta es: ¿Cómo sigue este camino?
Martina: «Lo que nos sostiene es el deseo de transformación de lo injusto. Y ver que nuestro resultado tiene sus frutos, ver a nuestros pibes aprendiendo, disfrutando, yendo por más. El proyecto crece porque da resultados, el esfuerzo colectivo nos demuestra que se puede cambiar las cosas si nos juntamos y trabajamos colectivamente».
Diana: «Ojalá que el Isauro se parezca mucho más a las otras escuelas en cuanto al reconocimiento, pero también que las otras escuelas se parezcan al Isauro por el acceso a los derechos y el enfoque pedagógico».
Susana: «Hace falta un Estado que entienda la función social que cumple el Isauro. Ojalá podamos seguir creciendo como proyecto educativo, por acá pasan muchos observadores universitarios a conocer la experiencia. La idea es hacer un lugar de formación. Tiene que haber más Isauros, porque son necesarias estas escuelas en la Ciudad. Hay muchos pibes en todos lados, viviendo situaciones terribles, que no han terminado la escuela y que necesitan un proyecto que abrace, que sea inclusivo, que albergue, que aloje. Si en el Isauro pudimos hacerlo, es posible hacerlo en otros lados».