El Levantamiento de Varsovia
Una historia fascinante que vuelve hecha poesía y teatro
por Eva Marabotto
En 2017 «Chicos de Varsovia», un libro de investigación periodística de la escritora y periodista Ana Wajszczuk sobre la historia de los adolescentes que se sublevaron contra la ocupación nazi, se convirtió en un bestseller y en estos días la autora recupera la historia con un espectáculo teatral que se presenta en el Centro Cultural San Martín y en paralelo con el poemario «El libro de los polacos».
En el principio fue el poema. Cuenta Ana Wajszczuk, acostumbrada a que la llamen «la del apellido sin vocales», que después de recibir un mail de un tío que vivía en Estados Unidos pidiendo y ofreciendo datos del árbol genealógico de la familia, sintió la necesidad de escribir algunas frases y de ellas surgió un libro de poemas dedicado a un tema poco habitual para el género lírico: el levantamiento de Varsovia, una de las revueltas más grandes que ocurrieron durante la Segunda Guerra Mundial contra la dominación nazi en Polonia y que fue protagonizada mayoritariamente por jóvenes y adolescentes, muchos de ellos pertenecientes al movimiento de scout católicos.
Aquellos poemas que lograron poner el horror en palabras se concretaron en «El libro de los polacos», un manuscrito que ganó el Premio de Poesía Ciudad de Badajoz y fue editado en España en 2004. Pero la historia siguió presente en la mente de Wajszczuk y se concretó en una investigación periodística de largo aliento y, luego de un viaje que hizo a Polonia acompañada por su padre, en otro libro: «Chicos de Varsovia» (Sudamericana) en el que se mezclan el género autobiográfico con la crónica de viaje y la investigación periodística.
Pero la historia que comenzó en los inicios del siglo se cierra en estos días con la puesta en escena de «Chicos de Varsovia», una obra de teatro inspirada en aquel trabajo, mientras que la Editorial Caleta Olivia reeditó aquel poemario que fue el germen de la vuelta de la autora a sus orígenes.
«No sé una palabra de ese idioma de zetas y eses», admite en poema del inicio de la búsqueda de su familia paterna. «Ella tenía su maleta lista// su abrigo negro/ y sabía que vendrían los soldados// Pero no sabía lo de la lluvia.// para esas cosas no estaba preparada», narra sobre una joven rumbo a un campo de exterminio. «Hacia donde vamos no hay nombre// que pueda pronunciarse», vaticina en otro de los textos. «La poesía tiene un estatus diferente, más amplio. No existe lo real y lo no real. Me dio pie para imaginar parte de la historia familiar y de llenar los huecos de las cosas que no sabía, especulando con lo que pensaban, o lo que sentían aquellos jóvenes», cuenta Wajszczuk a Télam, a la vez que aclara que el libro fue revisado: algunos versos quedaron afuera y se sumaron los que estaban incluidos en «Chicos de Varsovia».
«La poesía te da libertad y el límite es solo el lenguaje. Me permitió expresar aquello que no sabía cómo decir. Expresar lo inexpresable. En mi caso los poemas son inmediatos. Me ronda una frase y cuando la pongo en el papel surge el resto», confiesa la periodista y escritora sobre el primer género que eligió para contar el pasado de su familia y confiesa: «Me sirvió para hacer las paces con mi familia paterna con la cual no había tenido mucho contacto».
Wajszczuk hace memoria y cuenta que en 2014, cuando trabajaba de modo freelance en varios medios, propuso contar el levantamiento de Varsovia en su aniversario número 70. «Fue un trabajo descomunal de más de 50 mil caracteres, en el que dejé afuera bastante de lo autobiográfico», evoca.
Luego recurre a una frase que también se oye en la obra teatral: «Me quedé cebada con la historia», y recuerda que logró que la embajada de Polonia en la Argentina le pagase un pasaje a Varsovia para buscar los rastros de su familia en esas tierras. Fue con su padre que ofició de traductor, y con la guía que, desde Estados Unidos, le daba el tío Waldemar que soplaba nombres o lugares donde encontrar datos.
Allí surgieron las referencias y la historia de Antoni, Barbara y Wojtek, tres primos de su abuelo que combatieron en aquel ejército que se resistió al nazismo y murieron en aquellos días en los que Varsovia fue reducida a escombros por orden de Hitler. «El libro generó un ida y vuelta hermoso. Mucha gente que se sintió identificada con el viaje a sus orígenes. Pero además los argentinos somos herederos de esas guerras europeas del siglo XX. Me escribieron hijos de exiliados de la República Española, ucranianos, pero también italianos que se habían sentido movilizados por la historia».
La periodista y escritora es consciente de que rescató un hecho menos conocido que la rebelión en el ghetto de la misma ciudad que sucedió unos meses antes. «Los sobrevivientes del ghetto empezaron a dar sus testimonios ni bien terminó la guerra. Pero hay muy poco material sobre el levantamiento que protagonizó el Ejército Nacionalista. Incluso los nacionalistas fueron reprimidos por el régimen soviético. Incluso los aliados abandonaron al pueblo polaco tras el fin de la contienda ya que ya habían pactado con Stalin que se quedaba con ese territorio».
El itinerario de Wajszczuk para adentrarse en los recuerdos de sus ancestros no terminó con los libros: se concretó en la obra teatral «Chicos de Varsovia» que se estrenó en marzo durante el Fiba y sigue en cartel sábados y domingos en el Centro Cultural San Martín hasta el 24 de abril.
«Denis Smith me propuso hacer una obra y desde 2018 estuvimos armando el proyecto. Estuve en cada uno de los ensayos y en los primeros no paraba de llorar. Es muy fuerte ver mi historia», confiesa, aunque apunta que el director decidió convertir aquella búsqueda en un espectáculo en el que coexisten fotos, videos, danza y canciones. «Él concibió la lucha de aquellos jóvenes por la dignidad y la libertad de Polonia como una fiesta rave. Y quizás es necesaria esa mirada para evitar el agobio del espectador», apunta sobre la obra en la que la actriz Laura Oliva es la propia Ana en busca de la historia de los parientes de su abuelo.
Pocos días después del estreno, las tropas de Rusia invadieron Ucrania y el relato de aquella rebelión adquirió mayor actualidad. «Otra vez Rusia invadiendo Europa del Este. Otra vez la brutalidad contra un pueblo», describe, con conocimiento de causa.
Mientras sueñan con seguir con las funciones más allá del 24 de abril, Ana y compañía se enorgullecen del cartel de «entradas agotadas» que suele colgar en la boletería. «Tenemos un público muy ecléctico. Viene gente mayor en busca de sus propios recuerdos y muchos jóvenes. El sábado hubo dos colegios secundarios», precisa y hace la analogía con su propia historia: «Cuando empecé a investigar la historia me llamaba la atención porque esos jóvenes soldados tenían mi edad, ahora me movilizan porque podrían ser mis hijos». Y confiesa, para terminar: «Necesitaba abordar todos estos géneros para cerrar mi historia con mis antepasados».