Los 100 años del Palacio Barolo

 

por María Julieta Colomer

El «Faro del Bicentenario», la pelea Firpo-Dempsey, las visitas guiadas que recuperan la mística de La Divina Comedia de Dante Alighieri y la sede de la agencia de noticias de la SIDE Saporiti durante la dictadura cívico militar, son algunos de los «hitos» que albergó el emblemático y porteño Palacio Barolo, durante sus primeros 100 años de vida desde la  inauguración de este Rascacielos latino».

Uno de los íconos arquitectónicos más emblemáticos de la ciudad de Buenos Aires, el Palacio Barolo está emplazado sobre la Avenida de Mayo al 1300, cuenta con 22 pisos, dos subsuelos, dos montacargas y nueve ascensores.

La estructura general se basa en las tres partes que dividen la reconocida obra La Divina Comedia: Infierno, Purgatorio y Cielo; razón por la cual, en toda la construcción hay referencias a la obra escrita por el italiano Dante Alighieri.

Su construcción comenzó en 1919, y para ese momento era el edificio más alto en América Latina y el mundo realizado en hormigón armado. Su ideólogo, Luis Barolo, un productor agropecuario italiano que llegó a la Argentina en 1890, se la encargó a su connacional, el arquitecto Mario Palanti.

Una de las primeras proyecciones del faro, acompañó la denominada «Pelea del Siglo» desarrollada el 14 de septiembre de 1923 en Nueva York, entre el boxeador argentino Luis Ángel Firpo y el campeón mundial pesado Jack Dempsey. El faro se iluminaba de color verde o rojo, según quien iba ganando aquella batalla.

«En un momento Firpo lo tiró del ring a Dempsey, y entonces el faro proyectó el color verde dando ganador a Firpo, pero después Dempsey se recuperó, volvió y lo noqueó a Firpo. El faro cambió de color, pero igual la gente interpretó que habíamos ganado», relata la periodista Alejandra Vera.

La idea de Barolo era que el palacio fuera un edificio de rentas, no de viviendas, sino para oficinas de negocios. Así fue como el empresario Carlos Jorio alquiló la oficina del 9° piso en 1926, tres años después de inaugurado el edificio y montó un estudio contable.

«Jorio era nuestro bisabuelo», dice Tomás Tarighen, quien  desde 2021 integra la Fundación Los Amigos del Palacio Barolo, junto a su hermano Miqueas. «Desde hace 100 años mi familia se desempeñó en la administración del Palacio», precisa.

«Nosotros somos la cuarta generación y tenemos consciencia de nuestra responsabilidad para cuidar, proteger, poner en valor y transmitir a las generaciones futuras, el legado que recibimos de nuestros antepasados. Mantener en pie el edificio, transmitir su historia y mística para que siga siendo un referente de lo que fue la Argentina en 1920: Una potencia mundial que apuntaba a marcar tendencia en el resto del mundo», señala Tarighen, quien se dedica al turismo y a la organización de las visitas guiadas al Palacio.

«Si tuviera que marcar algo nuevo de los últimos años, es la conformación de la Fundación Los Amigos del Palacio Barolo en 2021, pero las primeras actividades culturales que hicimos con la idea de darle publicidad al ´Barolo´ comenzaron en 2006. En ese entonces estaba a cargo de la administración nuestro tío Carlos Jorio (h)», enfatiza.

«La historia del edificio no se conocía, tampoco los pormenores de su construcción. Los únicos que lo visitaban eran estudiantes y docentes de arquitectura, ya que era una novedad como pieza arquitectónica, no solo por los estilos neoromántico, neogótico e hindú, sino por la tecnología utilizada, los materiales y la disposición de estos para el armado de las estructuras, muy modernas para la época. En ese sentido, Palanti fue un precursor», precisa.

En 1993, el arquitecto Carlos Hilger publicó en la Revista Summa una extensa nota que relacionaba La Divina Comedia con el Palacio Barolo. A partir de ahí, Miqueas Tharigen diseñó un recorrido por el edificio recuperando la mística de las alegorías de la obra del Dante. Fue el comienzo de las visitas guiadas.

«En su nota, Hilger comparó los 100 metros de altura del edificio con los 100 cantos de La Divina comedia, a su vez que la planta baja representa al Infierno, ya que el hall de entrada -que une Avenida de Mayo e Hipólito Yrigoyen- tiene nueve arcos similares a los círculos del infierno descriptos por Alighieri.

Del primer piso hasta el 14 figura el Purgatorio, donde los siete pecados capitales están representados cada dos pisos. La cúpula, donde se encuentra el faro, está inspirada en el templo Rajarani Bhubaneshvar de la India.

Durante la última dictadura militar, en el primer piso y el subsuelo del Barolo -en el Infierno- funcionó una agencia de noticias que pertenecía a la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), que se dedicó a construir, a partir de fake news y operaciones mediáticas, una imagen distorsionada del terrorismo de estado.

Oficinas vidriadas, aparatos de alta tecnología, hombres de vigilancia que controlaban todo lo que pasaba ahí y directores que pertenecían al organismo de inteligencia formaban parte del gran despliegue que en esos años realizó la agencia Saporiti.

Hoy, en ese mismo lugar, funcionan las oficinas de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) y el archivo de la Unidad Fiscal de Investigación dedicada a las causas vinculadas con el atentado contra la AMIA (UFI-AMIA), señaló Vera.

Siguiendo con los «hitos del Barolo», en mayo de 2010 se realizó el «Faro del Bicentenario» y, a partir de ahí, «empezamos a hacer en las fechas patrias lo que llamamos ‘Eventos de luz'», apunta Tharigen.

«El desarrollo de estos eventos permitió promover el edificio en un ambiente cultural que, al tiempo que le agregó valor, también motivó a expandir su preservación y cuidado entre los nuevos consorcistas, inquilinos y propietarios, los cuales acordaron restaurarlo a la versión original», explica.

 

Foto / Fuente: Télam

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