“EPPUR SI MUOVE…”

Galileo Galilei, 1633,
ante el tribunal del Santo Oficio,
después de haber sido condenado
y obligado a abjurar de sus teorías.

por Cristina Sottile*

El mundo europeo occidental, por aquellos siglos del inicio del Renacimiento, tenía como modelo del Universo a la teoría que había formulado Ptolomeo en el Siglo II, y que básicamente decía que la Tierra, el planeta que habitaban los pueblos conocidos, era un objeto inmóvil, centro de dicho Universo. A su alrededor se desplazaban los otros objetos celestes que podían observarse y todo esto, inmerso en lo que Aristóteles llamó éter.
No se va a profundizar en la descripción de modelos, ya que no es la finalidad de este texto. Sí se quiere asentar que, desde los viajes de Colón, que dieron por finalizada la Edad Media a fines del siglo XV, ya era conocida la redondez de la Tierra.
Cuando a mediados del siglo XVI Copérnico propone otro modelo de sistema solar, entonces los límites del Universo, Galileo Galilei comete el delito de encontrar fundamentos científicos para este modelo, que, en vez de colocar a la Tierra y sus habitantes en el centro de todo, la convierte en uno más de los objetos que giran alrededor del Sol. Si se tiene en cuenta que los límites del Universo eran muy cercanos, ya que no excedían los límites del sistema solar, la importancia relativa de las posiciones en el espacio cobraba otra dimensión. No es lo mismo saberse parte de una galaxia entre millones, que formar parte de un grupúsculo de cosas brillantes e indescifrables que caen en el espacio, y que se suponen creadas por Dios. Y esta es una construcción de conocimiento de época, como lo fue en los 10 siglos que duró la Edad Media.
Y entonces, como el conocimiento y las acciones de Dios no deben ser puestos en duda, entra en escena la Inquisición, institución creada para velar por la fe, las buenas costumbres, la familia y la propiedad, para decir que está bien y que no lo está, para bendecir saberes o marcarlos como obra del demonio, destruyendo intelectual, social y físicamente a los productores y portadores de los mismos. Dotada de poder político y económico, con espías y delatadores anónimos o no, custodió los intereses de la comunidad eclesial a sangre y espada. Y algunos instrumentos de tortura, para facilitar las conversiones y confesiones.
Y Galileo fue llevado a juicio, ante un tribunal del Santo Oficio, y después de un tiempo, fue condenado y obligado a abjurar de los resultados de sus investigaciones, no porque hubiesen sido refutadas, sino porque no condecían con el sentido común aprobado por la Iglesia.
Eso, o la muerte. Y Galileo, eligiendo la Vida, contradiciendo lo que sabía cierto, abjuró. Y entonces, “eppur si muove…” dicen que dijo. En ese momento, o en otro, o en otro lugar.
Y la Tierra siguió moviéndose tal como hoy lo sabemos.
¿Fue una cuestión de posiciones astronómicas solamente? ¿Cuál era el problema si el Sol pasaba a ser el centro del sistema planetario conocido? Esto significaba un verdadero cataclismo religioso y filosófico: no solamente se ponía en cuestión a las Sagradas Escrituras, fuente de todo saber aceptado hasta el momento, sino el lugar del Ser Humano, esa creación de Dios, como centro de la Naturaleza y el Universo. Y por añadidura, significaba que la Iglesia, esta institución incuestionable, que coronaba reyes (por el poder de Dios), que describía la naturaleza de las cosas (por el poder de Dios) y que castigaba a rebeldes e impíos (también por el poder de Dios), también podía ser cuestionada.
Y se llega de esta manera al nudo del conflicto, que contrapone dos actores sociales colectivos y poderosos: la construcción de conocimiento avalada por la riqueza y el poder desde palacios, abadías, monasterios y casas conventuales, y una construcción de conocimiento producida desde nuevas instituciones: las Universidades. Apenas en mitad de la Edad Media, en el siglo XI, se fundan la Universidad de Bologna y la de Oxford, para empezar. Y estos nodos de producción de saberes abrieron las puertas del conocimiento, la investigación y la difusión fuera de los límites impuestos por los claustros religiosos.

UNIVERSIDADES POR TODAS PARTES
Las Universidades florecieron en el mundo europeo occidental, por todas partes.
Entonces, esta producción de conocimientos, sin permiso y sin bendiciones, se tornó peligrosa, porque conocer es dominar, saber otorga poder sobre las cosas, las personas, las sociedades y los modos de producir y trabajar. La invención de artefactos facilita el desplazamiento y las guerras, permite ver más allá de lo descripto aristotélicamente, permite encontrar la Vida en el caos, que si conocimientos es todo lo que nos rodea, y que en el mejor de los casos está explicado en mitos y leyendas.
Y también desmitifica, ya que se construye conocimiento sobre pruebas y fundamentos, las “verdades” instaladas acríticamente en el sentido común de época, cuyo fundamento principal es que hay que creerlas por quien las dice, la cita de autoridad. Y esto es peligroso porque pone en tela de juicio el orden establecido, que persistió los diez siglos de la Edad Media.
Aparecen nuevos actores sociales, no necesariamente señores, no necesariamente adinerados, que conforman una nueva elite, mucho más amplia y heterogénea que la conformada dentro de los límites de los saberes aprobados por las iglesias.
Estos nuevos actores construyen aparatos, se ponen a disecar cadáveres para ver cómo funcionamos, tallan lentes, proponen teorías matemáticas, formulan leyes físicas, toman los conocimientos de química y adoptan la avanzada metodología del mundo arábigo. Recuperan de este mismo mundo, y escriben, palabras de filósofos griegos que habían sido cuidadosamente anotadas en ese otro mundo no europeo.
Y en el medio, la inesperada aparición de un continente ante los barcos de Colón; la Inquisición tiene que ocuparse de llevarlos a la verdadera fe, y al conocimiento único, el europeo occidental. Después de determinar si esta gente que se bañaba en los ríos y vivía “sin trabajar”, según los invasores, eran humanos o ángeles o seguramente demonios. Con suerte, animales.
La guerra contra el conocimiento y sus portadores y productores, entonces, es una guerra por el dominio de todo, en todos los ámbitos posibles.
El Iluminismo produjo la teoría capitalista, y también La Enciclopedia, o Diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios (Diderot y D’Alembert autores y compiladores principales), obra que intentó ser la suma del conocimiento de la época. Conocimiento europeo occidental: lo no consignado queda relegado a una periferia dudosa.
La nomenclatura de Linneo adjudica un nombre científico a todas las cosas vivas conocidas, las clasifica y ordena: el conocimiento pone orden en ese caos que es la Naturaleza, y el idioma elegido es el latín, el idioma del conocimiento, así como mucho más tarde el inglés será el idioma de la tecnología. Porque las palabras son fundantes, y nombrar es apropiarse.
Sobre esta base, podemos decir que en la base de la construcción y difusión del conocimiento, hay violencias no percibidas, anatemas, invisibilizaciones y exclusiones que responden a cuestiones de poder.
En Berlín, hubo quema de libros de la biblioteca de la Universidad: borrar el objeto pretende borrar el conocimiento que porta y la memoria de ese conocimiento. Los nazis lo hicieron. Hoy, en ese lugar hay un memorial custodiado por el Estado.
El franquismo entró a balazos en la Residencia Universitaria de Madrid; todavía pueden verse las marcas en las paredes. Así como en Cuzco pueden verse las marcas de los sables españoles en el templo del Sol, de donde arrancaron las planchas de oro, porque eran homenajes a dioses paganos.
En Argentina, hubo una Noche de los Bastones Largos (1966, dictadura de Onganía), expulsión de científicos, otra vez el conocimiento subversivo, poniendo en duda el Orden establecido, discutiendo, leyendo y escribiendo…
1955, como antecedente: censura de medios de difusión, destrucción de diversos materiales y objetos. Borrado de memoria.
Más libros quemados, en la última dictadura, 1976. El conocimiento molesta. Autores demonizados, perseguidos, exiliados, asesinados. La comunidad universitaria en la mira. Literalmente.
Brevemente, se intenta en este racconto hacer notar la similitud de metodologías aplicadas, siempre con algún grado de violencia, con respecto al conocimiento y a las instituciones que proporcionan espacios de formación, reflexión y producción.
Cuando en Europa aparecieron “universidades por todas partes», también fue fuente de conflicto, porque ya la ubicación en la escala social y el prestigio personal dejaban de depender de títulos, bienes o pertenencia a una religión.
Vengamos a este presente que nos instala repentinamente en la temprana Edad Media, resucitando cosas tales como el terraplanismo, entre otras, y podremos reconocer la misma batalla librada contra el conocimiento, específicamente contra las Universidades.
Más específicamente, las Universidades Públicas argentinas.
¿Qué es esto de Universidades por todas partes? Pregunta un ex presidente. Se sabe que los pobres no llegan a la Universidad, enuncia sin ruborizarse una ex gobernadora.
Y aunque la realidad muestra miles de egresados y egresadas de las Universidades nacionales, internacionalmente reconocidas por su excelencia, esto se niega, se invisibiliza, se pone en cuestión desde lugares no calificados, negando la importancia del estudio de temas que no se comprenden, y que abarcan desde las publicaciones gráficas hasta las conductas animales, humanas, la invención de artefactos favorables a la calidad de vida y el desarrollo económico de la Nación… Se cuestionan satélites, vacunas, existencia de pueblos originarios, uso del lenguaje, prácticas médicas y cuanta cosa se produzca en el campo del conocimiento que proporciona la Universidad. Se cuestiona, sin fundamento, con discursos vacíos, insultantes y peyorativos.
Y si esto no alcanzara, se le corta el oxígeno y se intenta la asfixia por quita de presupuesto. En este regreso a la Edad Media, parece ser que los recursos producidos deben ser utilizados para que el señor feudal visite otros reinos y favorezca a otros señores feudales. Las Universidades, y las personas que las transitan, son molestas, son obstáculos.
Por dos motivos: el primero es que son capaces de poner en duda todo o casi todo, y fundamentar lo que dicen: habilidad intelectual no común en el ámbito del señor feudal. El segundo, el acceso libre a estas instituciones produce anomalías sociales no previstas, no vaya a ser que el inteligente hijo de una mucama termine graduado con honores, mientras que el niño nacido en cuna de oro deba conformarse con heredar para garantizar su lugar social.
Esto es peligroso. Subvierte el orden establecido, y debe combatirse.
Históricamente ha sido así. Esta lucha contra el conocimiento no ha terminado, estamos en medio de una de estas batallas. Pero hay algo que se les pierde en este afán de sojuzgamiento y dominación: nunca lo lograron. Se retrasa, se destruye, se reconstruye, se transmite, se preserva, se recuerda y se trae al presente.
Una marcha de un millón de personas, replicada en todas las provincias argentinas, habla de esta resistencia inimaginable desde la necedad y sus avatares. Esto continua.

Eppur si muove…

*Lic. En Cs. Antropológicas – FFyL – UBA

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