Esencia de Barrio
por Mariane Pécora
La identidad cultural se moldea a través de señales icónicas que remiten a vivencias colectivas. Olores, sabores, sonidos y colores integran ese amasijo de sensaciones que amalgama a un grupo humano. Un barrio es la mixtura donde aflora, se conjuga y se sintetiza la diversidad. De ahí su magia y hechizo.
En el corazón de San Telmo hay un lugar que aglutina ese encanto. La pizzería Mi Tío hace cuarenta y tres años que forma parte de la cotidianidad del barrio. Ubicada en la esquina de Estados Unidos y Defensa ha sido testigo de las distintas mutaciones de esas calles empedradas. Ñata contra el vidrio, presenció el cimbronazo de la modernización que trocó almacén por supermercado; panadería por bistró; peluquería por atelier. Vio como las veredas se fueron despoblando de vecinos para dar paso a los turistas. Como las cadenas comerciales abrieron locales suntuosos pero inasequibles. Como sus clientes se exiliaban en otros barrios porque éste les resultaba demasiado oneroso. Y persistió, con su estilo de siempre: mezcla de bodegón y cafetín. Se trasformó en refugio y abrigo. En lugar de encuentro y despedidas. Y sus habitués lo fueron haciendo propio. Sienten que algo de ellos reside en cada mesa y cada mesa guarda con celo ese secreto.
El 19 de febrero de 1974, Héctor Villarroel junto a su sobrina María Marta Romero iniciaron este emprendimiento gastronómico. La relación entre ellos le dio el nombre. Mi tío se convirtió rápidamente en una de las emblemáticas pizzerías del barrio. La pizza amasada a la vista y la fugazzeta rellena dejaron su impronta. Las mesas en la vereda, el clima familiar y las tertulias hasta la madrugada, le dieron ese toque entrañable que aún conserva.
El Chino, Antonio, Víctor, Daniel, Matías, Peti Romero, Ezequiel y Federico forjaron sus vidas alrededor de Mi Tío. La pizzería ha sido y es su fuente de trabajo. Empezaron desde muy jóvenes, algunos de pibes. Acumulan treinta, veintiocho, quince, trece, cuatro años de vida y labor en esa esquina. Conocen el nombre, gusto y preferencia de cada parroquiano. Los escuchan, les aconsejan y los complacen. Han trabado con ellos una relación fraternal.
La madrugada del 29 de marzo, Daniel Nieva llegó a trabajar y no pudo entrar al local. La cerradura y los candados habían sido cambiados. Agobiado por el aumento de las tarifas, la inflación y la avanzada edad, el dueño decidió poner fin al emprendimiento. Adeuda aportes previsionales, aguinaldos y sueldos. Lejos de bajar los brazos, al día siguiente, los trabajadores se propusieron resistir en el lugar. Lo hicieron de la mejor manera: pusieron en marcha el negocio de forma autogestiva. El barrio se volcó a apoyarlos. Y en pocos días Mi Tío volvió a brillar.
El sábado 22 de abril el programa Espantarrejas de la Asamblea Parque Lezama, que se emite por FM Riachuelo, trasmitió en vivo desde Mi Tío. Por una hora, San Telmo se circunscribió a esa esquina. Como si la esencia del barrio se concentrara en ese lugar, los vecinos se acercan a apoyar a los trabajadores. Cecilia, vecina y una de las primeras fans de Mi Tío, reparte volantes en la vereda y explica a los transeúntes de qué se trata el alboroto. Adentro, el local está colmado. Se comparten mesas, charlas y anécdotas. El pibe que cuida coches en la cuadra es convidado con generosas porciones de mozzarella. Víctor y el Chino se fotografían con los clientes. Entre entradas y salidas, Cecilia asegura a Periódico VAS que no se imagina el barrio sin Mí Tío. Ella inició la página de Facebook “De Mi Tío No Nos Vamos”, que recopila cientos de seguidores vernáculos y del extranjero. Un cartel con esa consigna va de mesa en mesa y de foto en foto.
1º de mayo. Los ocho trabajadores de Mi Tío celebran con un locro. El local desborda de gente. No pueden creer semejante convocatoria. La emoción les da fuerza para seguir adelante. Asesorados por otras empresas recuperadas, están conformando una Cooperativa de Trabajo. Cuentan con el apoyo de su clientela –los vecinos del barrio-, el asesoramiento del Sindicato de Pasteleros y el aval de Ministerio de Trabajo.
“Los dueños nunca se presentaron a las conciliaciones obligatorias citadas por el Ministerio de Trabajo y el sindicato. Entendemos que se trata de personas mayores, agobiadas por la crisis económica. Pero nosotros queremos trabajar y sabemos que este negocio funciona. Contamos con el apoyo incondicional de nuestros clientes y vamos a sacar Mi Tío adelante en forma cooperativa, solidaria y en un mano a mano con los vecinos del barrio”, asegura el Chino.