Feminismo cannábico: Ley de autocultivo YA!
Salud, autocuidado y solidaridad son las palabras clave para entender la demanda por una ley de autocultivo de marihuana, la planta medicinal que tiene usos terapéuticos y paliativos para distintas dolencias y enfermedades crónicas. Distintas organizaciones de mujeres y diversidades militan desde hace varios años para dar a conocer los beneficios del aceite de cannabis y otros productos derivados de sus flores: hoy también es un reclamo feminista.
Por Mariela Acevedo*
Hablemos de ciertas cosas: la mejor flor de la planta más dulce
Durante mucho tiempo tuvo mala prensa. Me acuerdo de que cuando era adolescente, había una especie de terror a “los marihuaneros”, así les decíamos, hasta que me puse de novia con uno de esos temibles muchachos que no solo fumaban, sino que también se animaban a cultivar. A los dieciséis entré a una habitación repleta de plantas con sus luces y un sistema de riego bastante ingenioso para recorrer los plantines que ocupaban todo el espacio. Sentí terror de que lo descubrieran, lo miré y pensé “quédate con quien te mire como este flaco mira a sus plantitas”. Había amor ahí y no era solo cosechar para ahorrarse el engorroso —y ciertamente más peligroso— sistema de “pegar faso”, sino que había una búsqueda ahí que no entendí hasta muchos años después. A pesar de mi cercanía, de la aprobación que hacía del autocultivo y del consumo de cannabis, me di cuenta hace poco de que mi mirada estaba permeada del prejuicio que rodea a la planta de cannabis: la idea de que es droga y de que su consumo puede ser, al menos, problemático.
Hoy ese prejuicio se ha debilitado a fuerza de militancia, pero sigue habiendo mucho desconocimiento. El mayor consenso social por la despenalización en torno a su consumo medicinal, se lo debemos a la demanda de las familias movilizadas que requieren terapias con marihuana. Cuestionar esos prejuicios, conocer más sobre las propiedades y beneficios de las terapias cannábicas y escuchar las voces de quienes cultivan ha sido fundamental para conseguir la sanción de la Ley que investiga los usos medicinales del aceite de cáñamo.
Marco regulatorio del uso medicinal de cannabis en Argentina
En marzo de 2017 se sancionó la Ley 27350 de investigación médica y científica de la planta de cannabis y sus derivados. Aunque puede pensarse como un avance, la legislación no contempla la demanda de las organizaciones que militan por la despenalización del autocultivo y el cultivo solidario de cannabis para uso medicinal. La Ley crea en su artículo segundo el Programa nacional para el estudio y la investigación del uso medicinal de la planta de cannabis, sus derivados y tratamientos no convencionales para asistir a pacientes que requieran del aceite que se extrae de la planta. Sin embargo, cuando se reglamenta la ley en septiembre de 2017, se restringe el acceso al Programa a quienes sufren epilepsia refractaria y tienen receta de un médico para su tratamiento con cannabis. Estas limitaciones, sumadas a que nada refiere a la posibilidad de autocultivo, llevan a organizaciones como Mamá Cultiva Argentina a ser muy críticas con la norma sancionada.
Gabriela Cancellaro, integra la ONG desde sus inicios en 2016, consultada por esta cronista afirma: “la ley que se sancionó no solo fue insuficiente sino que además estuvo mal reglamentada y muy mal implementada. Eso hizo que la demanda de quienes requieren terapias con cannabis no encontrara respuesta en el espacio natural en el que deben encontrarlas: el sistema de salud, el Estado.” La sanción de la Ley luego de la alta exposición de las referentes de Mamá Cultiva Argentina, dejó a la organización como el espacio al cual recurrir para saber más sobre las terapias con marihuana: se multiplicaron exponencialmente las consultas de familiares que quieren acceder al aceite que mejora la calidad de vida de muchas dolencias crónicas no contempladas en el Programa estatal.
Mamá Cultiva Argentina comenzó entonces a acompañar y a socializar sus experiencias. Cancellaro relata con entusiasmo los primeros pasos de la organización y el crecimiento posterior a la ley: “Mamá cultiva se forma con un objetivo muy claro que es el de conseguir un marco legal para una práctica que venimos realizando, que es el autocultivo de cannabis para la salud. El inicio lo dio un grupo de madres cuidadoras de personas con discapacidad que habían encontrado en el autocultivo de cannabis —que realizaban en la más completa clandestinidad— una mejor calidad de vida para sus hijes y una mejora notable en sus condiciones crónicas de salud”. La primera pelea que tuvieron que dar fue la de instalar la demanda por el autocultivo de cannabis como un tema de salud que nada tiene nada que ver con el narcotráfico.
Con la mayor aceptación social se dio un paso hacia la despenalización de la tenencia de plantas y su uso terapéutico. El reclamo se convirtió entonces en estrategia: multiplicar la cantidad de cultivadores. La socialización de saberes y herramientas destinada a quienes no están encontrando respuesta en el sistema médico hegemónico se tradujo en cursos y talleres, que incluyen no solo a familiares, acompañantes terapéuticos y pacientes sino también a equipos de salud. Con distintos tiempos, las charlas informativas, los talleres de autocultivo y los Espacios de Contención y Orientación (ECO) plantan una semillita de soberanía sanitaria y autonomía en quienes se acercan a explorar las terapias cannábicas.
Comunicar que el autocultivo es un derecho y que no cura, pero sí permite que las personas sanen, se sientan mejor y también puedan tener una muerte digna, es una forma de denunciar también los problemas del sistema médico tradicional y está imbuida de feminismo. “A partir de ahí comenzamos un recorrido diferente como ONG —sostiene Cancellaro— entendimos que mujeres cuidadoras: madres, hijas, abuelas, nietas, tías, sobrinas, amigas, eran las que se terminaban haciendo cargo de personas con un montón de condiciones de salud, de adultes mayores, de niñes muchas veces en soledad o como las principales responsables del bienestar de otras personas.”
Cannabis para la salud: un reclamo feminista
Gabriela Cancellaro no duda en vincular el reclamo de autocultivo de cannabis con una perspectiva de salud feminista: “Nosotras empezamos la lucha organizada en 2016 al calor del Ni Una Menos y la masificación de los feminismos en Argentina —señala— Los feminismos nos han enseñado mucho, creo que no éramos tan feministas e hicimos ese proceso de crecimiento abrazadas a la planta. Una planta que incomoda, que no se deja estudiar tan fácilmente, porque las terapias cannábicas son muy personales. El aceite no produce el mismo efecto a dos personas de la misma edad, el mismo peso, la misma condición de salud… actúa de forma muy personal en cada situación. Y esa incomodidad, ese constante estado de búsqueda, de interpelación, para nosotras es sumamente feminista.”
También Cancellaro apela a una interesante analogía: “Entendemos que nuestro reclamo es comparable al derecho al aborto porque somos un sector de la sociedad que ya decidió. No necesitamos un Estado ni un sistema de salud paternalista que nos diga qué hacer sino uno que acompañe. Necesitamos que el Estado, el sistema de salud, las Fuerzas de Seguridad, el sistema judicial y los funcionarios estén formados para acompañar, no para decidir por nosotras. Por eso, nosotras entendemos que esta demanda que es desde abajo, la conquistamos tejiendo de esta manera. El Estado debe garantizar, reconocer y no negar o perseguir a quienes tomamos esta decisión”.
Un alto porcentaje de las personas que se acercan a Mamá Cultiva son mujeres cuidadoras que nunca cultivaron y creen que no podrán hacerlo. Empiezan cultivando cannabis y después se animan y cultivan tomate, albahaca y de esa forma, según Cancellaro, descubren una conexión con la naturaleza que se vincula con un ejercicio de soberanía alimentaria que jamás imaginaron podían explorar. “Son mujeres que muchas veces no han tenido tiempo de pensarse y tomamos ahí el rol de romper construcciones para empoderarlas. Tanto personas que padecen alguna condición como quienes cuidan se caracterizan por ser personas que no salen a la calle a protestar, a participar colectivamente. Es un ejercicio de ciudadanía que está suspendido en el encierro y la invisibilización y contra eso nosotras oponemos conocimiento, redes, tejer comunidad, sororidad”.
La clave de Mamá Cultiva se puede sintetizar en la tríada “Informar, formar y empoderar”. En una sociedad de consumo en la que no solemos pensar acerca de lo que consumimos, el cannabis “nos interpela porque nos hace autoobservarnos, autoconocernos, autocuidarnos y cuidar a los otros de otra manera también”, explica.
Sin autocultivo no se puede pero solo con autocultivo no alcanza
La importancia de una ley de autocultivo radica en la necesidad de garantizar el acceso a tratamientos seguros, oportunos y accesibles a cientos de miles de personas que decidieron que quieren ejercer su derecho a una mejor calidad de vida. En el proceso colectivo y comunitario han comprobado que el aceite no es solo un producto que se puede conseguir en el mercado: “El autocultivo garantiza la autonomía, garantiza que yo pueda tener mi tratamiento sin trabas en la importación, sin que haya faltantes de entrega del Estado”, señala Cancellaro.
El autocultivo y el cultivo solidario son, además, los grandes reguladores del mercado porque si una sociedad acompaña y garantiza el acceso a terapias desde el jardín a la mesa de luz, los laboratorios no pueden cobrar cualquier cosa. Es una forma económica y segura que elude al laboratorio. Pero desde Mamá Cultiva sostienen que es necesario que se garanticen las tres vías de acceso: la provisión a partir del Estado que garantice que quien no pueda cultivar pueda acceder a aceite de producción de laboratorios públicos, el acceso comercial y el autocultivo y cultivo solidario. Y Cancellaro aclara: “No estamos pidiendo permiso sino que estamos avisando que lo vamos a seguir haciendo”.
En sintonía con estos planteos, en diciembre de 2019 se realizó el primer conversatorio de la Red de Feminismo Cannábico en el que participaron organizaciones como Mujeres y Cannabis en la Argentina, La Ría, Plantemos Libres y Movimiento Evita, entre otras. Bajo el lema “Construyendo Feminismos Latinoamericanos” se propusieron tejer en red para construir un espacio libre de machismo, diverso, ecológico y desde la economía solidaria. Desde la Red de Feministas Cannábicas se pone el acento en el uso recreativo y no solo medicinal de la marihuana: “La red se arma para visibilizar y desestigmatizar la figura de la ‘fumona’ y reivindicar no solo el uso medicinal, sino todos los usos. Las mujeres han logrado visibilizar la planta a partir del cuidado, y eso es importante. Nosotras, desde la Red buscamos incorporar también otras experiencias femeninas / feminizadas vinculadas al consumo recreativo, a las cultivadoras a las que nos gusta fumar, que también existimos y el movimiento solo nos pone en el lugar de las «buenas cuidadoras». La marihuana es hoy una planta que está en el activismo como una reivindicación y una demanda. Sus beneficios para la salud y el bienestar se tejen verdes, sororas y nos dejan a gusto. Algo que es bien feminista.🌱
Para más información sobre cursos y talleres de autocultivo se puede seguir en redes @mamacultivaargentina. La articulación Red Feminista Cannábica está en pleno proceso de constitución. Para contactarlas enviar un correo a [email protected]
*Mariela Acevedo es feminista, doctora en Ciencias Sociales, licenciada en comunicación y docente. Administra el portal Feminismo Gráfico y es editora de Revista Clítoris. Escribe, da clases y realiza tareas de investigación en el campo de la comunicación, la salud, los géneros y las sexualidades.