Libros, ferias y falta el papel
por Emilia Racciatti
El desabastecimiento y el encarecimiento del papel como insumo central de la industria editorial concentró este año los reclamos de un sector que salió de la pandemia muy golpeado pero con estrategias que se fortalecieron en 2022, como fueron las ferias del libro, eventos que dejaron de ser ocasionales y de concentrarse en los centros urbanos para fortalecerse localmente y multiplicarse a lo largo del año, y con la llegada de nuevos sellos que apostaron a la comunidad lectora argentina para diversificar el mapa de propuestas culturales.
Según números de la Cámara Argentina del Libro (CAL), en términos de cantidad de títulos y ejemplares, el nivel de producción comercial estaría alcanzando valores similares a los de la prepandemia, es decir, a 2019, ya que se registraron 6.500 nuevos títulos y 10 millones de ejemplares en la primera tirada.
Sin embargo, la mayor preocupación de editores y editoras es la falta de papel pero también el precio de este insumo que viene subiendo desde 2021 muy por encima de la inflación y este año la duplicó. Por ejemplo, citan que en 2022, el papel ilustración -utilizado para las tapas de todos los libros y los interiores de los infantiles- tuvo un incremento interanual de cerca de 250%.
Además, el papel para interiores de la mayoría de los libros tiene aumentos superiores al 100% en los mismos meses y el papel obra nacional se exporta a 1 dólar y se vende en el país a 2,5 dólares; mientras que los papeles ilustración importados se compran en promedio a 1,60 dólares y se venden en dólares al tipo de cambio del día desde 5 a 7 dólares.
Este panorama motorizó en noviembre el primer Congreso Nacional de Libreras/os y Editoras/es en la Ciudad de Resistencia, Chaco, en el que difundieron un comunicado titulado «Sin papel no hay libros y sin libros, no hay librerías» en el que reclamaron y debatieron sobre este tema con funcionarios provinciales y nacionales.
¿Por qué esta falta y encarecimiento del papel complejiza la dinámica del sector? Porque convierte a la materia prima de un libro físico en más costosa que el trabajo de los autores, editores, correctores, diseñadores, traductores, ya que supera ese valor en un 50%, cuando solía ser un 30, 35% del costo de producción.
La CAL explica que «este escenario inédito provoca que toda la cadena de valor resigne utilidades en favor de los grandes grupos concentrados que producen papel en el país y algunos pocos importadores de papel ilustración importado» y es en esa instancia en la que se producen faltantes continuos de papel lo que no permite planificar la producción, ni mantener activos los fondos una vez que las tiradas iniciales se agotan y complejizan el trabajo de las pequeñas empresas que tienen más problemas en acceder a este insumo.
Otro punto que marca el pulso de las conversaciones del sector es la venta a través de plataformas, en especial Mercado Libre, que concentra la comercialización online del libro papel y genera inquietudes por las condiciones, prácticas abusivas y la piratería que se da en la plataforma, identifican editores y libreros nucleados en la CAL.
¿Cuál es esa preocupación? Que se estaría propiciando la violación de la Ley de Defensa de la Actividad Librera o Ley de precio uniforme de venta al público, ya que incurren en la venta por catálogo que consiste en que, frente a una búsqueda realizada por un posible comprador, se muestra una sola publicación por producto induciendo a la competencia constante entre los vendedores del mismo producto para que bajen el precio y sea la primera opción que ven los compradores.
«Si bien se indica que el ganador será quien ofrezca la mejor experiencia y condiciones de venta, el precio más bajo es una variable fundamental a los efectos del algoritmo y de establecer a un vendedor como destacado», señalan desde la CAL.
El requerimiento de la baja de precios en relación a la venta de libros incentiva el incumplimiento y puede conllevar a la violación de la Ley de Defensa de la Actividad Librera, además de incentivar la venta de la edición pirata que ya se publica con un menor precio, marcan como puntos a revisar de cara a 2023.
Estas preocupaciones atravesaron el panorama editorial en un año en el que, a su vez, la situación epidemiológica dio paso a la presencialidad de ferias, charlas y presentaciones, actividades que dinamizan la circulación y venta de ejemplares. La clásica e imponente Feria Internacional del Libro de Buenos Aires marcó un hito con su regreso y despliegue en el predio de La Rural y, según los organizadores, una concurrencia histórica que alcanzó a 1.324.500 asistentes pero ese número histórico tuvo su eco en múltiples ferias que se replicaron a lo largo y ancho del país. Al hito de la presencialidad se le sumó el impacto que tuvo el discurso inaugural de Guillermo Saccomanno, donde se refirió al tema que ocupa la agenda del sector: «A la escasez de papel, producto de la pandemia y el aumento en los costos de energía en el mundo, se le suman en nuestro país los problemas habituales: la industria del papel es oligopólica, el papel se cotiza en dólares, y aun cotizando en dólares, tiene inflación y ningún tipo de regulación desde el Estado. En consecuencia, para las editoriales pequeñas y medianas se torna muy difícil planificar la edición e impresión de libros», dijo.
Pero además del regreso de la tradicional Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, hubo otros eventos eventos que ya son un clásico como la Feria de Editores, la Feria del Libro Feminista o la del Libro Antiguo que tuvieron sus ediciones este año pero lo que se produjo este 2022 es la consolidación de las ferias como espacios de encuentros entre los hacedores de libros y los lectores, algo que ya había aparecido en 2021 cuando eran una oportunidad para la exposición y venta de libros al aire libre.
En ese marco, está la Feria Internacional del Libro de Rosario que congregó a 360.000 asistentes, la de Malvinas Argentinas por la que pasaron más de 200.000 personas o la de Santiago del Estero donde se reunieron más de 100.000 lectores y lectoras.
De esta manera las ferias se descentralizaron y fueron un formato local que se replicó también en Mendoza, Jujuy, Corrientes, y en municipios de la provincia de Buenos Aires como Merlo, La Plata, San Martín y Berazategui, algunas recuperaron sus formatos pasadas las restricciones por la pandemia como la de Jujuy, otras tuvieron sus primeras ediciones inaugurando una serie que busca quedar establecida como cita entre autores y lectores como la del partido de San Martín.
Si las ferias del libro motorizaron la escena editorial argentina, en 2022 se consolidaron sellos que nacieron en 2021 como Vinilo, que apostó a una colección de libros pequeños que acercan la lectura a la experiencia breve pero intensa de escuchar y tararear una canción; Selva Canela, que buscó acercar a los lectores obras de países que no suelen estar entre los más difundidos en Argentina como Uganda o Australia; o Cielo de Pecas, que reforzó su idea de producir libros que, hechos con vehemencia, sean perdurables y singulares; entrañables y originales, eternos y luminosos.
En 2022 no proliferaron los nuevos sellos pero hubo propuestas literarias que asomaron con impulso e iniciativa en un panorama complicado por la falta y el encarecimiento del papel: Diotima Ediciones, con el objetivo de publicar traducciones y ensayos de poesía, así como narrativa de autores contemporáneos, éditos o inéditos; y otra editorial como Híbrida, un proyecto de Sergio Criscolo, que, en declaraciones a Télam lo caracterizaba como «ser híbridos es sostener la libertad de editar lo que se nos cante sin preguntarnos dónde se encasilla ese texto y de jugar a la hora proponerle a gente que escriba textos para nuestro catálogo».
Pero en términos de novedades proliferaron en el mundo editorial los desembarcos de sellos extranjeros como Gong Editorial, que desde España busca «recuperar los tesoros que están a la vista de todos y nadie ve» y encontrar «primeros autores»; o Club Editor, un tradicional proyecto catalán que llegó a la Argentina con impresiones locales, por ejemplo, y con eso trabaja precios de imprenta y transporte muchísimo más baratos que los europeos, pero también «es una manera de hacer que produce y reparte la riqueza en el lugar donde se consume», explicaba Alejandro Dardik a esta agencia.
También Criatura, un proyecto editorial uruguayo que tiene un catálogo diverso, con un 30% de su producción dirigida a jóvenes y niños y un primer libro en nuestro país como «La mujer desnuda», el primero de la mítica autora uruguaya Armonía Somers, que paradójicamente había circulado más en Argentina que en Uruguay.
Además España se anotó otro desembarco: la colección Intervenciones del sello Trampa que llegó a las librerías locales con este conjunto de textos de ensayo y creación dirigida por Nora Catelli y Edgardo Dobry. La apuesta es por libros que fueron publicados originalmente por editoriales independientes y que, ahora, son inhallables.
De esta manera, con nuevos catálogos, otros más establecidos y la llegada de títulos que vienen de la mano de apuestas extranjeras crece la bibliodiversidad que caracteriza a la escena editorial argentina pese a la crisis con su insumo principal y la salida de un panorama afectado por la pandemia y la guerra a nivel internacional.