Gastón Riva. 20 años de impunidad
por Daniel Scarímbolo
María Arena, la esposa de Gastón Riva, una de las víctimas de la represión policial del 20 de diciembre de 2001 en el centro porteño, recordó al padre de sus hijos como una «persona impetuosa, trabajadora, que siempre salía adelante», y consideró que es «un insulto» que a 20 años de su asesinato «nadie esté preso cuando las responsabilidades están probadas».
«Gastón era un tipo que se llevaba el mundo por delante. Siempre salía. Se quedaba sin trabajo y al rato conseguía algo. Era muy impetuoso y a veces creo que la única forma que había de pararlo era así, si lo mataban», señaló María en el memorial que recuerda el asesinato de su compañero, en la esquina de Avenida de Mayo y Tacuarí, donde cayó tras ser baleado por las fuerzas de seguridad.
De rodillas ante la placa de azulejos donde se lee el nombre de Gastón Riva y se describe su condición de víctima, María aseguró: «tengo un sentimiento de impunidad muy grande. La causa por la muerte de Gastón debería ser un proceso terminado, con sentencias firmes y todavía estamos esperando un fallo de Casación. La responsabilidad de la cadena de mandos está probada», remarcó.
Días antes, María visitó Casa Rosada, donde mantuvo una reunión con el presidente Alberto Fernández, y al término de ese encuentro revivió en una charla con esta agencia la jornada del 20 de diciembre de 2001, cuando vio a Gastón baleado en pleno centro porteño, en medio de la represión policial que preludió en la renuncia del entonces presidente Fernando de la Rúa.
Aseveró que en ese momento, presagió el peor de los finales porque «en la televisión decían que estaba muerto».
El hecho ocurrió cerca de las 17 de aquel día en Avenida de Mayo entre Tacuarí y Bernardo de Irigoyen, donde se encontraba Riva, en plena manifestación, luego de haber hecho un reparto de mensajería con su moto.
Gastón, de 30 años, y María tenían por entonces tres hijos de 8, 3, y 2 años.
«Yo estaba al cuidado de mis hijos, pero estaba siguiendo todo por la televisión y por eso fue que a los pocos minutos de que lo mataron pude ver la imagen y así me enteré que estaba muerto», reseñó la mujer.
Agregó: «Estaba siguiendo las imágenes, suponiendo que él estaba ahí, aunque no estaba segura, pero suponía que sí y de esa forma me enteré. Cuando dicen que llevan a uno de los muertos a la ambulancia fue el momento en que empezó todo, empecé a buscarlo, fue un día durísimo».
«Eso sucedió a las 17 y recién di con su cuerpo a las 8 de la noche», apuntó la esposa de Gastón, y añade: «En todo ese tiempo esperé, tuve una gran esperanza de que estuviera herido, hasta mal herido, pero no muerto».
Y detalla: «Mientras no lo encontraba, mucho antes de esto, yo decía por ahí está detenido, porque él tenía que volver a casa a determinado horario y no volvía».
María rememoró las últimas horas con Gastón, y evocó que «el día anterior me había dicho que estaba con intenciones de manifestarse, de salir a la calle».
María narró que Gastón tenía dos trabajos y en uno volvía a su casa cerca de las 23, y el 19 de diciembre de 2001, en esas horas empezó, la pareja empezó a escuchar los ruidos de las cacerolas que empezaron a sonar poco después de que De la Rúa anunciara el Estado de Sitio.
«La verdad, yo también tenía intenciones de salir a las calles, pero nuestros hijos dormían, y preferimos quedarnos en casa con ellos. Evidentemente esa mañana él se levantó con toda la bronca que teníamos de varios años, no solamente por el gobierno de la Rúa sino de muchos años más», sostuvo.
Arenas señaló que cuando Gastón llegó al centro, donde tenía que «entregar un sobre, evidentemente se encontró con toda la gente en la calle y se quedó».
María relata que lo pudo pudo reconstruir tiempo más tarde a través de testigos que le acercaron versiones sobre el asesinato de su compañero de vida.
«Ese día fue horrible. Lo estaba buscando en todos lados y me decían que este nombre no existe. El ultimo llamado que hice a un centro de orientación a la víctima de la Policía, la persona que me atendió prácticamente me dijo dejara de buscar a su marido, porque no está en las listas. Ellos evidentemente no tenían ninguna intención de darnos información. Era imposible que no supieran que había muerto. Era un lugar para dar información, una base de datos», completó la mujer.
Luego se enteró que Gastón estaba en el Hospital Argerich, a través del dueño de la mensajería donde él trabajaba.
«Fue a quien acudí primero cuando vi la imagen de mi compañero. Lo llamé por teléfono y le dije que lo había visto a Gastón muerto en la tele. ‘¿Qué me estás diciendo? me contestó’. Él también se puso a buscar y como tenía un cuñado policía, o algo por el estilo, le dieron más bolilla que a mí», repasó.
El patrón de Gastón se acercó entonces al Argerich y cuando llegó, según sospecha María, le dijeron que su empleado estaba muerto.
«Pero vino avisarme a mi casa y me dijo que no le daban mayores datos porque no era familiar directo. Unos primos míos me llevaron hasta Argerich y es ahí donde me dieron la noticia. No me lo dejaron ver. Me informaron que había llegado muerto. Me lo comunicó una doctora o una psicóloga», describió.
Y explicó: «Esa misma noche, una vez que supe que estaba muerto, con su cuerpo en el hospital, tuve que ir a declarar a una comisaría. Fue algo horrible».
«Primero tener que hablarle a un policía en ese momento fue una cosa espantosa y que me preguntaban datos como raza, religión. Y en un momento, a pesar de que estaba totalmente rota, le dije al policía: ‘¿Hace falta todo esto? ¿Podés cerrar la declaración y se terminó?. Porque me quiero ir’. Ese maltrato lo hemos vivido a los largo de todos estos años».
María contó que al menos le devolvieron las pertenencias de Gastón, pero que «hay familiares que nos les dieron nunca ni la ropa, ni los documentos» de las víctimas.
«Después lo tuve que ir a reconocer a la morgue, fue una de las peores imágenes de mi vida que no me voy a borrar jamás», concluyó.
María volvió al memorial, en un día tórrido y húmedo de una primavera porteña que llega a su fin y allí estimó que «Gastón hubiera estado conforme con la lucha que di en todos estos años» para que hubiera justicia.
«En su velorio, le prometí que iba a luchar sin descanso por que se hiciera justicia y lo hice. Creo que hubiera estado conforme», puntualizó.