Habitación 44
por Marcelo Valko
El título de esta nota bien podría ser otro, por ejemplo: “¿existen las casualidades? O mejor: “¿hay causalidad en la casualidad?” Veamos si exagero. Acabo de regresar de Tandil donde ofrecí a los alumnos de la Universidad del Centro una conferencia sobre los rostros del genocidio americano. Llegue tarde a la noche a esa hermosa ciudad ubicada en las sierras a 360 km al sur de Buenos Aires. La profesora que me estaba esperando me llevó a un hotel que se encuentra frente a una hermosa plaza. A la mañana siguiente, tras el desayuno decidí dar una vuelta, ni bien salí, en la vereda advierto una Baldosa de la Memoria cuya foto acompaña la nota. Como todos sabemos, dichas baldosas son recordatorios del espanto que atravesó Argentina con las bandas de la Triple A y luego de modo institucional durante la dictadura cívico-militar-eclesiástica. El texto señala que allí, en ese hotel fueron secuestrados María Hebe Traficante y Carlos Guillermo Martínez. Me sentí espantado, ausente, completamente ajeno al tipo que hace unos minutos había tomado un sabroso desayuno.
Quizás para reencontrarme conmigo y salir de esa vereda, crucé la calle y me detuve a observar la fachada del hotel, el mismo frente que presenció el accionar del grupo de tareas que los “levantó”. Miraba y miraba como si esperara que las paredes y sus ventanas me contaran algo, aunque sea algún detalle de un accionar tan definitivo. Rescatar las miradas de esa pareja, algún comentario, los autos donde los metieron, algún testigo que justo en aquel instante pasó por allí. Pero nada, solo silencio… Apenas el horror, ese horror del siniestro Corazón de las Tinieblas que sigue firme como vieja práctica civilizatoria declarando triunfante a la violencia debida al capital y su teología del poder. Luego averigüé que se trata del único hotel de la ciudad donde ocurrió algo semejante y por ende el único que posee tal recordatorio y era el hotel donde por obra del azar o de la casualidad causal me había alojado la Facultad de Ciencias Humanas.
Tal como consta en legajos de DDHH, María a quien su familia llamaba “Chuni” era estudiante de FFyL en La Plata en tanto que Carlos era geólogo y tenía 26 años mientras ella tenía 25 y estaba embarazada de cuatro meses. Se habían casado y dado que Carlos había conseguido trabajo en la Cantera Montecristo de Tandil se habían mudado hace poco y mientras buscaban casa estaban alojados en la habitación 44 del hotel Turista. Ni bien ambas familias se enteraron de la desaparición de la pareja comenzaron una búsqueda desesperada, una demanda frenética que como tantas no obtuvo resultados y en cambio padeció todo tipo de amenazas sumadas al dolor. Durante años aguardaron el regreso de ambos y del niño nacido en cautiverio. Como tantas familias de desaparecidos, el retorno de la democracia les devolvió esperanzas que poco a poco se fueron desvaneciendo. El padre de María pidió antes de morir ser enterrado con la foto de su hija. La memoria siempre resiste y mantiene con vida lo que debe permanecer de pie.
Conversando con la amable gente del hotel, supe que, durante su estadía, la pareja siempre ocupó la misma habitación 44. De allí una madrugada fueron sacados a la rastra por la patota represiva. En un momento tuve un impulso y subí al segundo piso, mi habitación estaba en el primero, y me detuve frente a la puerta exigiendo que la numeración de bronce me dijera porque todo es así… Permanecí inmóvil mirando más allá de la puerta hasta que el ruido de una cerradura contigua me hizo regresar al tiempo y espacio, bajé rápido la escalera y entré a mi pieza. Nunca me había tocado, estar alojado y dormir en el mismo lugar donde ocurrió un espanto similar. Me enteré además de otro detalle, que más que un detalle es la parte por el todo, la hermana de María durante muchos años, en la fecha en que fueron desaparecidos viajaba a Tandil y pedía que le permitieran subir a la 44 y permanecer un momento allí, mirando la misma vista que tuvo su hermana. Tanto la pareja como el niño que debió nacer entre noviembre y diciembre de 1977 continúan desaparecidos. Es lento, pero viene…
Marcelo Valko, psicólogo (UBA) dedicado a la investigación antropológica sobre el genocidio indígena y afrodescendiente, ha publicado 14 libros sobre esta temática: El malón que no fue; Cazadores de poder, Desmonumentar a Roca; Pedagogía de la desmemoria, entre otros.