Habitar el cuerpo
Por Elizabeth Lerner
Código Rosa, relatos sobre abortos, Buenos Aires, Ediciones La Parte Maldita, 2015.
Código Rosa, relatos sobre abortos, exhibe uno de los tantos posibles procesos de gestación de un libro. La autora, Dahiana Belfiori, toma los testimonios de mujeres que abortaron con misoprostol en la ciudad de Neuquén a lo largo de estos últimos años y que fueron acompañadas durante todo el derrotero, que implica la decisión y acción de abortar, por la línea telefónica “Socorro Rosa”, conformada en su mayoría por integrantes de la Colectiva Feminista La Revuelta.
Belfiori escande los testimonios en diecisiete relatos: “No te quiero”, “¿A favor de qué vida estás?”, “El aborto es todos mis días” y “Todas las violencias”, son algunos de ellos. En cada relato, un título, una protagonista, una trama y una voz que conecta aquello que cada mujer dejó como testimonio de su experiencia, con la propia visión de quien lleva adelante la narración. En cada relato hay una red de mujeres: socorristas, médicas, madres, hermanas, amigas, que dan carnadura, peso y discurso a cada una de las historias.
La autora se pregunta, a lo largo de todo el libro, por su rol: “¿Qué hacer con mis propias dudas en relación al ´uso´ de esas voces? ¿Era literatura lo que pretendía escribir?” La impronta testimonial persiste pero el giro literario aporta cercanía, empatía entre el lector y el texto, dosis de suspenso incluso y, tal vez aquello que impacta más: imágenes. Hay un despliegue de la escena que se repite en cada caso: la desesperación, la sorpresa, el rechazo ante el resultado positivo, la búsqueda de ayuda en la red de socorristas y finalmente, la visión del propio cuerpo y del cuerpo expulsado. A veces ese cuerpo otro es un fluir de sangre, en otros casos, cuando se trata de embarazos de doce o trece semanas, aquello que se deja ir es un cuerpo tangible, que pesa, que en varios casos se entierra, se le da tumba: “Yo parí mi aborto. Cayó en un balde que puse entre mis piernas. Entonces fui a la salvia de la noche, la planta que limpia mi sangre menstrual, y se lo di todo. Se lo ofrecí a la tierra. Hacemos de nuestros cuerpos el lugar para albergar nuestras decisiones”.
Las peripecias, los detalles, los vuelcos propios de cada historia –mujeres adolescentes, mujeres que ya son madres, mujeres que han deseado serlo pero no en ese caso particular- arman la red visual e ideológica que habilita en la lectura, en las y los lectores, un espacio concreto, real y psíquico para la práctica del aborto. Código Rosa se arma así como un tejido de sentires físicos y espirituales, que ya en el primero de los relatos se despliega de esta manera y resuena, en cada mujer que ha abortado, como identificación y acompañamiento: “Sentir que los dolores se hacen más intensos. Sentir que por dentro una heladera se descongela, sentir que caen bloques. Sentirme como una heladera que se está descongelando, me desarmo en bloques, pedacitos míos que se van cayendo. Me duelen los pedacitos. Me duele”.
Como en todo relato que se vincula con un contexto histórico específico, Código Rosa se propone dar cuenta, a partir de ciertas premisas narrativas y literarias, de hechos concretos que tienen lugar en nuestra sociedad. Ese gesto político y estético a la vez coloca a Código Rosa en el inquietante universo de la no ficción o de la sutil tarea de narrar lo real, fotografiar un tiempo, dejar una huella, un indicio comandado por la presencia de una voz que establece sentidos, direcciones, tomas de posición.
Código Rosa es además un libro batalla, libro arma, libro instrumento. “Entonces me hubiese gustado que un libro como éste cayera en mis manos. Entonces y ahora también, por supuesto. Pero con más razón en aquellos tiempos donde no sabía nada del tema, donde todo era confusión y oscuridad. Saber que hay otras mujeres que ayudan a mujeres a abortar. Saber que hay un método, el misoprostol, más seguro. Menos invasivo, que la cirugía”, escribe Selva Almada en el Prólogo.
Código Rosa se puede leer como una proclama y como un documento de época: en la Argentina se aborta, con misoprostol, con agujas de tejer, quirúrgicamente en clínicas elegantes, en consultorios clandestinos. Y los cuerpos de las mujeres están allí abiertos y expuestos, pasan por instancias válidas y legítimas, pero no legales. La existencia de este libro, inteligente y comprometida apuesta editorial, aporta una serie de argumentos sólidos –las narraciones, los “casos”, las experiencias- para la legalización del aborto en la Argentina, como paso crucial y necesario en la lucha por los derechos y la soberanía primera: la que se ejerce sobre el propio cuerpo.