«Habría justicia si él estuviera vivo»
Adriana Ochoa, prima de Gustavo Benedetto, una de las víctimas de la represión policial del 20 de diciembre de 2001, recordó los momentos previos a su asesinato y el proceso de reclamo de su cuerpo, y consideró que «habría justicia» si el joven «estuviera con vida».
A 20 años del hecho, Adriana describió a Gustavo como un «amigo de todo el mundo», que fue a manifestarse en la plaza «por el hartazgo de sufrir ser un laburante» en un momento de crisis.
En diciembre de 2001, Gustavo Benedetto trabajaba como repositor en un supermercado que fue saqueado el miércoles 19.
A la mañana siguiente, desempleado, se dirigió a la Plaza de Mayo para sumarse a las manifestaciones, momentos antes de que un amigo policía llamara a la casa para avisar que no lo hiciera.
«Calculamos que el colectivo 126 lo dejó en Perú y 9 de Julio, y él caminó hasta Avenida de Mayo, donde habían empezado las corridas con las motos de la policía, los autos sin patente y los tiros», rememoró su prima, Adriana Ochoa.
Benedetto pasó por una sucursal del banco HSBC, donde se habían refugiado un grupo de policías, vestidos «de camisa blanca y con chaleco», según recordó Adriana.
«Adentro también estaba el jefe de seguridad del banco Jorge Varando, un militar retirado que había sido formado en la Escuela de Las Américas, en las cual se entrenaron «gran parte de los torturadores» de las dictaduras del Cono Sur, detalló.
Según la reconstrucción de los hechos, cerca de las 16.30 horas de ese día, desde el interior del banco salieron aproximadamente 50 disparos y el único muerto de esa balacera fue Gustavo.
La familia de Benedetto se enteró de la noticia a través de la televisión, cuando Eliana vio imágenes de su hermano siendo subido a una ambulancia, en la cual se produjo su fallecimiento, camino al hospital Ramos Mejía.
«Fueron con su madre a reconocer el cuerpo y la policía no quería entregarlo. Fue un momento muy desagradable», narró Adriana, quien entonces trabajaba en la Legislatura porteña y pudo hacerle llegar esta información a la jueza María Romilda Servini, quien intervino para que los familiares de los muertos pudieran acceder a reconocer los cuerpos.
Adriana vio a Gustavo por última vez el fin de semana anterior a su asesinato, en un cumpleaños familiar y lo evocó como «un amigo de todo el mundo, muy solidario y rebuena persona».
«Fue a la plaza por el hartazgo de ser un laburante en plena crisis, cuando la gente andaba sin un mango y la plata no le alcanza a nadie. Vivía con la madre y la hermana, era el sostén y muy protector», apuntó.
En relación al proceso judicial que se siguió, Adriana afirmó que, «en esa época, los familiares parecían mendigos» en reclamo de que se investigara a los responsables materiales e intelectuales de la represión del 20 de diciembre de 2001.
Varando, acusado de disparar la bala que mató a su primo, quedó detenido en prisión preventiva hasta 2004, cuando presentó un recurso extraordinario ante la Corte Suprema que lo dejó libre en diciembre de ese año.
A 20 años de los hechos, piden una resolución: «Justicia sería que nuestros familiares estuvieran vivos. No tengo palabras para describir la sensación de desolación, de abandono, desidia y maltrato», sostuvo la prima de Benedetto.
«Siempre pensé que tenia que haber una ley de reparación para los familiares, donde el Estado reconozca cuál fue su rol en esos días y que esas familias puedan recibir una compensación económica porque la verdad es que todos los que salieron ese día a la calle eran laburantes, gente con necesidades básicas insatisfechas», aseveró Ochoa.
Para finalizar, aseguró que «son pocos los días» que no se acuerda de su primo y expresó: «La memoria es importante, es un ejercicio y se tiene que enseñar. No tenemos que dejar que nos tomen el pelo».