“Hay que creer en lo que uno hace”
por Maia Kiszkiewicz
Al hacer su trabajo de graduación para la carrera de Lenguajes Artísticos Combinados, Gabriel Castro se dio cuenta de que necesitaba formar un equipo. La carrera que había estudiado promovía el análisis y producción de obras desde el cruce de lenguajes visual, audiovisual, sonoro, escrito, narrado y/o corporal. “Me apasionó trabajar en la creación de propuestas interdisciplinarias y multidisciplinarias. Quería seguir produciendo. Pero hacerlo solo fue estresante”, dice Gabriel, en comunicación con Periódico VAS. Entonces, lejos de rendirse, creó Arte y Convicción, ideó una obra y convocó a diferentes personas para que aporten y participen.
“El Bosque, como idea, estaba concebida a fin de 2019. Empecé con la escenografía, convoqué a una persona para que se ocupe de eso. Sabía que era lo que más tiempo llevaría, es el fundamento primario de la obra. La idea es que la persona que entre se sienta como en un museo. La propuesta es: instalación de artes plásticas conjugadas, combinadas, articuladas, implicadas con las artes escénicas. Una performance”, cuenta Gabriel, director general del proyecto.
En 2020, entonces, buscó intérpretes, se conformó el equipo, ensayaron. Pero dos meses antes del estreno fue decretado el aislamiento social preventivo y obligatorio. Intentaron continuar por Zoom, pero no funcionó. Parte del grupo decidió no seguir y, como pudieron, realizaron una versión audiovisual con funciones en 2021. “Por las dimensiones y el movimiento de gente que requiere nuestra obra, como en ese momento el aforo era reducido, fue la única forma de encontrarnos. El resultado no tuvo nada que ver con las expectativas. La propuesta de El Bosque incluye cuatro escenas performáticas, dos de producción audiovisual, música en vivo, la instalación, seis escenas simultáneas para que el público elija. Por eso, desde lo virtual, fue imposible generar el efecto de impacto, invadir al espectador, romper la distancia”, cuenta Gabriel entre preparativos para, por fin, estrenar la obra en vivo.
Las funciones comienzan el 18 de junio, y se extenderán durante sábados y domingos, hasta el 3 de julio, en La Fábrica Espacio de Arte, ubicada en Acevedo 768. Y, también los sábados y domingos, entre el 23 de julio y el 7 de agosto, en Espacio Aguirre, ubicado en Aguirre 1270; ambos en el barrio de Villa Crespo». Las fechas, horarios y entradas están anunciadas en @arte_y_conviccion “Es una experiencia cinestésica que busca que el público se sumerja en una multiplicidad de estímulos sensoriales y perceptivos”.
¿Cómo se conjugan las diferentes artes en el proyecto de El Bosque?
Por cómo está armada, la obra permite que el público transite por las disciplinas que, en realidad, no deben ser vistas como espacios separados. La propuesta no es salir de lo actoral, de estar viendo cuerpos presentes, para ir a observar un video.
La persona siempre está en el lugar, inmersa. Mi pretensión es que el público, desde que entra, se sienta sumergido en una instalación en la que conviven los lenguajes. Es como si yo abriera la puerta de mi casa. De un lado tengo un vecino y del otro, otro. Cada uno tiene su historia y convivimos en una misma calle, ciudad, cultura. En El Bosque, lo mismo. La gente accede a un pasillo. Ahí están los diferentes lenguajes. Además, la música se encarga de hacer como una envolvente y generar una especie de burbuja. Como en el cuadro de El Bosco en el que hay personajes dentro de una burbuja.
La obra se completa con un recorrido lumínico. Por eso digo que quién viene va a ser bombardeado por lo audiovisual, lo performático, lo sonoro. Va a llegarle por todos lados. Esa es mi búsqueda desde la producción. Después, está abierto y cada persona lo viva diferente.
Te basaste en “El Jardín de las Delicias”, una obra de El Bosco, del año 1500. ¿Cómo se combina pasado con presente y artes visuales con performance?
Tomé el cuadro como punto de partida, lo estudié, vi videos, curadores, leí análisis. Al investigarlo se me ocurrió hacer la analogía sobre los pecados. Es decir, lo que hice fue basarme en una obra pictórica bidimensional, hacer una transfusión y llevarla a un formato tridimensional. Además, le modifiqué el guion. Si El Bosco hablaba de los pecados capitales del catolicismo, yo hablo de lo que considero que son pecados capitales de la modernidad. Es decir, transformé y resignifiqué.
¿Cuáles son los pecados capitales de la modernidad?
Incomunicación, violencia, contaminación ambiental, opresión, tráfico de drogas y consumo excesivo. Hice seis porque, de acuerdo a los analistas del cuadro de El Bosco, para él la música era como un pecado. En el tercer cuadro, el del infierno, hay instrumentos musicales haciendo de elementos de tortura. Yo no estoy de acuerdo con que la música implique un pecado. Pero en la disposición espacial que hice puse tres de un lado, tres enfrente, en el medio el pasillo. Y la música, como séptimo elemento, al fondo y ocupando un lugar central en la escena.
¿Cómo te preparás para la presentación en vivo?
Es apasionante y placentero plantear un proyecto, convocar a un equipo de trabajo. Me encanta. A la vez, es mucho laburo. Yo soy docente de música en escuelas, vivo de eso. Y ponerme en la espalda un proyecto en el que dirijo a 28 personas, cuatro disciplinas, un equipo de producción. Es un montón. Pero estoy convencido de esto que hago.
Le pusiste “Arte y convicción” a la compañía, ¿qué importancia tiene esa convicción a la hora de hacer arte independiente?
Hay que creérsela. A las escuelas en las que trabajo asisten personas de comunidades vulnerables. Hay dificultades como la falta de trabajo, los chicos comen una vez por día. Hay un montón de carencias. Ese es mi ámbito laboral. Entonces, hay que creer en lo que uno hace y estar, tener presencia.
Un 24 de marzo fui a marchar e hice un cartel que decía: “Arte y convicción, arte de abajo”. Porque es la idea con la que armé el proyecto. En El Bosque, por ejemplo, no hay palabra escrita. Entonces mi deseo, a futuro, es hacer pintadas en paredes, tener presencia en las calles. De ese tipo de arte hablo. Es decir, no estar solo en un teatro de Corrientes y Callao, por ejemplo, sino también en las paredes de un ferrocarril, en una pintada. Eso es arte de abajo. Y se puede si nos juntamos, creemos en lo que hacemos, buscamos.
En mi caso, dentro de poco termina mi carrera docente y me voy a dedicar de lleno a lo artístico. Estudié para esto y todavía tengo un montón por vivir. Lo quiero disfrutar. La autogestión es complicada, pero posible. Por eso, en este momento, hay que tener convicción.
Excelente nota, felicitaciones a quienes la hicieron y al proyecto.
Muchos éxitos.