Héctor Cámpora y el Malón de la Paz

por Marcelo Valko

A poco de iniciada la madrugada del 24 de marzo de 1976, un helicóptero levantó vuelo desde la Casa Rosada llevando a la presidenta Isabelita Perón. Al tocar tierra en el Aeroparque, los militares le anunciaron que “cesaba en funciones”, así de fácil comenzó el Golpe de Estado. Muy distinto fue lo otro. Comenzaba la más siniestra de las dictaduras que padeció Argentina, que causaría 30.000 desaparecidos, millares de exiliados y la economía devastada. Horas antes, se había desatado una impune cacería de militantes sociales en las principales ciudades del país y también de las figuras más visibles del peronismo. Exfuncionarios y sindicalistas acabaron confinados inicialmente en el barco 33 Orientales. Estaban desde el exgobernador Menem, los ministros Cafiero, Taiana, Unamuno, Deheza, Arrighi y los sindicalistas Triaca, Ibáñez y Lorenzo Miguel, entre otros. Al menos estaban detenidos “oficialmente”, es decir blanqueados.

Tal como había sucedido en otras ciudades ante el paso del Malón de la Paz, el 27 de julio de 1946 en San Andrés de Giles se reiteró una cálida bienvenida a la caravana indígena integrada por 174 kollas. Habían salido de Abra Pampa hacía más de dos meses rumbo a Buenos Aires para solicitar justicia al flamante presidente Juan Perón, dado que sus tierras habían sido usurpadas por latifundistas del norte, entre ellos uno de los máximos señores feudales: Robustiano Patrón Costa. San Andrés de Giles en esa época y gracias al impulso demográfico originado por el ferrocarril alcanzó el status de ciudad superando los dos mil habitantes. El periódico local La Libertad venía informando de la aproximación del Malón de la Paz, haciendo hincapié en la impactante recepción que le había tributado la vecina ciudad de Areco, instando a sus lectores a imitarla. Entre la multitud que recibió a los maloneros se encontraba un vecino prominente destinado a ejercer una breve presidencia del país. Desde muy joven se había interesado en política. Oriundo de Mercedes, estudió odontología en la Universidad de Córdoba y ya recibido se afinca en San Andrés de Giles donde abre un consultorio y se casa un par de años después. Comienza a ser conocido como “el dentista del pueblo”. Muy compenetrado con la ciudad, en 1943 es fundador del Club Atlético Almafuerte que aún sigue existiendo. Al tiempo lo nombran comisionado y entre agosto de 1944 y marzo de 1945 es intendente, mientras sigue con enorme entusiasmo la ascendente estrella del coronel Perón. Tanto es así que en 1946 fue electo diputado nacional por el peronismo. Héctor J. Cámpora tenía 37 años cuando arribó la caravana del Malón de la Paz y es una de las figuras políticas más relevantes que salieron al encuentro de los norteños. El golpe de 1955 lo confinó en la cárcel del fin del mundo, el siniestro penal de Ushuaia. Al año siguiente lo trasladan a Río Gallegos donde logra fugarse junto a otros cinco detenidos entre los cuales está John William Cooke. Con el tiempo se convierte en delegado del general y bajo el lema “Cámpora al Gobierno Perón al Poder” asume la presidencia el 11 de marzo de 1973.

Ya en el gobierno Héctor J. Cámpora, un hombre leal durante toda su vida a Perón, cae en desgracia. Horacio Paino en su tendencioso libelo Historia de la Triple A señala que “Cámpora traiciona a Perón y se rodea de gente netamente de ultraizquierda” recibiendo el apoyo de Montoneros “rechazados por Perón que los expulsa públicamente de su partido en la Plaza de Mayo de 1973”. Tras la renuncia a la presidencia tras solo 49 días, Cámpora regresa a su pueblo de San Andrés de Giles y trata de mantenerse prescindente de la vida política. Lo habían radiado al punto que, tras la muerte del general, el gobierno de Isabelita Perón/López Rega el 22 de abril de 1975 lo expulsó del Partido Justicialista. Entre otros dislates y haciendo gala de una precariedad intelectual notable, el Tribunal Disciplinario del PJ lo acusa de “inconducta partidaria” y de no acatar la autoridad de María Estela Martínez (Isabelita), “heredera política, legal y espiritual de Perón” añadiendo, además, “que contribuyó con su silencio a la pretensión de crear en el exterior una imagen falsa del gobierno, con la sensación de que en la república argentina existían persecuciones”.

A comienzos de marzo de 1976 el Golpe se veía venir y Cámpora decidió aguardar los acontecimientos en su casa de toda la vida, la casa de un dentista de pueblo. Quizás estaba en conocimiento de que, en una reunión, el almirante Massera había hablado de “instaurar el paredón y fusilarlo primero entre otros” (Infobae 10/03/2024). Aquella madrugada del 24 de marzo, una patota armada de la Triple A rodeó su casa para ejecutarlo. En las pequeñas ciudades de provincia, más cuando uno está atento, no es difícil advertir movimientos sospechosos, automóviles inusuales, en fin, gente extraña. Cuando la patota parapolicial toma ubicación frente a la casa donde también funcionaba el consultorio odontológico, “providencialmente” se corta la luz de todo Giles, la oscuridad le permite a Cámpora y su familia huir por los fondos mientras descargaban una balacera contra la puerta.

IV) Del paso del Malón de la Paz por San Andrés de Giles existe un interesante testimonio con relación al apoyo que manifiesta Cámpora a los kollas tal como desarrollo en “Los indios invisibles del Malón de la Paz”. Aquel 27 de julio de 1946 dejó por escrito la seguridad de que Perón solucionará los padecimientos de los indígenas. En ese encuentro callejero, el único papel que tiene a mano es una de sus tarjetas profesionales y se la entrega al teniente Mario Bertonasco, integrante de la Secretaría de Trabajo y Previsión y Dirección de Tierras, que, por orden de Perón acompañaba desde el norte a la caravana del Malón de la Paz. Bertonasco era considerado por el periodismo Jefe de la caravana kolla. El texto del odontólogo y entonces diputado es elocuente: “Con todo afecto y sinceridad, por su gran cruzada al paso por esta ciudad, Don Mario A. Bertonasco, unidos en el mismo ideal hoy y siempre representado por nuestro gran general Juan D. Perón, a quien rendimos nuestra fidelidad”. Después de entonar el Himno en la plaza de Giles, el Dr. Cámpora instó a los vecinos a acompañar a la caravana hasta la Sociedad Italiana, donde pasaron la noche. El quincenario local Justicia Social que dirigía el entonces diputado Cámpora aseguró “que la ciudad nunca vivió un momento tan emocionante”. Muy temprano a la mañana siguiente, los kollas siguieron su viaje hacia Luján y la ya cercana Buenos Aires. La escena se diluyó en la vorágine de los años y los avatares políticos y sobre todo por el penoso desenlace que tuvo el Malón.

Retomando aquella madrugada del 24 de marzo, cuando se produce el golpe y los esbirros de la Triple A llegan a Giles para ejecutarlo, tras su huida, después de numerosas peripecias, logra asilarse en la embajada de México, donde permanece hasta 1979. Gravemente enfermo, la Dictadura le permite viajar a Cuernavaca donde fallece al año siguiente. En 1991, sus restos fueron repatriados y enterrados en el cementerio de San Andrés de Giles junto a su esposa María Georgina Acevedo.
Es lento, pero viene…

 

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