Hotel Bauen: trabajo, autogestión y resistencia
por Clarisa Ercolano
El hotel Bauen, además de ser un alojamiento en pleno corazón porteño, se ha convertido -desde hace once años- en un símbolo de las empresas argentinas recuperadas por sus trabajadores. Ahora, pese al ejemplo exitoso de gestión, una orden de desalojo hace que todo su futuro penda de un hilo sostenido por la -muchas veces tirana- mano de la Justicia.
La Historia. Se construyó con motivo del Mundial de Fútbol de 1978. Marcelo Iurcovich obtuvo los fondos gracias a la Dictadura Cívico Militar, con un crédito estatal que jamás fue devuelto. Sin embargo -pese al generoso viento de cola- se declaró en quiebra durante la crisis de 2001, tras realizar una maniobra fraudulenta con empresas paralelas.
En 2003, contra todos los pronósticos, el Bauen ya era un ejemplo de autogestión a través de la formación de cooperativas en manos de sus trabajadores. La labor fue ardua pero el compromiso permitió que hoy sea un centro de eventos y foro social, además de un hotel tres estrellas superior, ubicado en un punto privilegiado de la Ciudad.
Hoy, el modo de vida de los 130 trabajadores del Bauen peligra por la reactivación de una orden judicial de desalojo para devolver las instalaciones a Mercoteles, la empresa que figura como dueña, donde la familia Iurcovich sigue teniendo incidencia directa. Según Marcelo Ruarte, primer presidente de la cooperativa del hotel y actual responsable de prensa: “este hotel, más allá de ser una fuente de trabajo, es otra forma de gestionar una empresa, con una filosofía distinta a lo puramente mercantil”. «La sociedad entiende que no somos ocupas, somos trabajadores. Pero lo debe entender ahora la justicia y la política», admite.
La última sentencia judicial, de 2007, lleva la firma de la jueza comercial Paula Hualde, quien determinó que el hotel pertenece a Mercoteles e intimó a los trabajadores a desalojarlo en 30 días. Los trabajadores intentaron apelar la sentencia, pero en 2009 la Cámara de Comercio confirmó la titularidad de Mercoteles. Presentaron entonces un recurso de queja a la Corte Suprema, que también lo rechazó en 2012 por ser “cosa ya juzgada”. Como última alternativa, presentaron un escrito denunciando penalmente a Iurcovich y le pidieron a la jueza Hualde que se declarara incompetente y enviara la causa al Fuero Federal Penal. Pero Hualde no se declaró incompetente, aunque sí suspendió el desalojo. En 2013, la causa penal prescribió. Ahora la magistrada tiene que ejecutar de nuevo la sentencia de 2007 y los plazos están vencidos.
Futuro. Ruarte piensa alternativas y dice que si el crédito no fue devuelto el hotel debe volver al Estado, con quien negociarían una cesión en otros términos. Los trabajadores esperan que su gestión comercial y cultural a cargo del hotel durante estos años, con más de US$ 2,5 millones invertidos y más de un centenar de puestos de trabajo creados, sirvan para recibir el aval del Estado. “Desde lo legal no tenemos más alternativa. La sentencia está recontra firme. Para la justicia el hotel es de Mercoteles y la jueza debería desalojar una empresa con 130 tipos, que funciona bien: una locura. Esto se resuelve políticamente, pero no vemos que haya voluntad política en el Congreso”, explica Marcelo Ruarte.
El último proyecto de ley para expropiar el hotel a favor de los trabajadores es una unificación de los presentados por los legisladores Victoria Donda y Carlos Heller en 2012, y va en camino de perder estado parlamentario. Si bien el Bauen sigue con las puertas abiertas y en pleno funcionamiento, el temor al desalojo crece con una incertidumbre insoportable. Quienes tienen en sus manos la posibilidad de proteger a estos trabajadores no actúan. Resulta incomprensible.