Indicadores del INDEC: Precios al Consumidor e Inflacion
Doctor Jaime Gerszenzon
Los indicadores de la situación socio-económica del país, elaborados a partir de los datos que suministra el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), tienen especial importancia para múltiples usos.
Analistas en materia económica, empresarios que elaboran estrategias para sus actividades, sociólogos que estudian el comportamiento de los distintos sectores de la sociedad, agentes financieros que establecen pronósticos para sus inversiones, dirigentes sindicales en las tratativas salariales y, sobre todo, los responsables de la conducción del país, todos ellos necesitan contar con información fehaciente acerca de esos indicadores.
La evolución de los índices que miden los precios minoristas o mayoristas, de pobreza, de indigencia, de desocupación, de actividad industrial o comercial, de distribución de riqueza, etc., requieren una absoluta rigurosidad y transparencia en su elaboración.
Por esa razón, las noticias que ponen un manto de sospecha sobre la veracidad de algunas de las informaciones emanadas del INDEC, exceden del mero episodio de enfrentamiento entre funcionarios de esa repartición.
Dado que uno de los temas que despertó mayor suspicacia está referido al Indice de Precios al Consumidor (IPC), vale la pena detenernos en sus características.
Este índice es fruto de una compleja gama de operaciones en las que intervienen muchos actores, incluyendo funcionarios de diverso nivel, receptores de encuestas, operadores en el comercio minorista, etc
A grandes rasgos, el procedimiento es el que sigue: se confecciona a partir de los datos suministrados por los agentes de comercialización, se los clasifica en grandes grupos, se pondera la participación de cada uno en el presupuesto de las familias y se establece una cifra tomando un determinado punto de partida, todo ello en el marco de las directivas emanadas de las autoridades del Ministerio de Economía, del cual depende administrativamente el INDEC,
Es muy frecuente escuchar diversas críticas a la metodología aplicada para la elaboración del IPC. Buena parte de esas críticas es atendible, pero si las diferencias se repiten a lo largo de un período más o menos prolongado, puede afirmase que el error es tolerable y que, finalmente, la evolución refleja aproximadamente la realidad. Si se optara por una modificación sustancial de esa metodología, es necesario poder comparar ambas metodologías, al menos durante un período, antes de reemplazar una por la otra.
La comparación entre las cifras de un mes, trimestre, semestre o año, con igual mes, trimestre, semestre o año anterior, nos indica el índice de inflación, o sea cuánto aumentó o disminuyó, eventualmente, el costo de vida para los consumidores. Y, correlativamente, el éxito o fracaso de las políticas de gobierno aplicadas para obtener resultados satisfactorios.
En síntesis, un porcentaje elevado de aumento en el IPC expresa la mayor necesidad de dinero para el sostenimiento de la economía familiar, mientras que un índice estable o con crecimiento pequeño en términos porcentuales es interpretado como un éxito de la administración en el manejo de esa variable, y tiende a reducir los reclamos por mayores controles o por aumento de remuneraciones.
Después de la crisis del año 2002, con la violenta devaluación del peso y la congelación de los salarios arrastrada durante el período de la convertibilidad, el salario real presentó una primera y violenta disminución, atenuada posteriormente por el relativo amesetamiento del IPC y por los sucesivos convenios colectivos que establecieron aumentos, aunque restringidos por expresas directivas del gobierno nacional.
Pero, imprevistamente, a principios de 2007 se tuvo conocimiento de que ciertos precios minoristas habían sido retocados para abajo para lograr un porcentaje reducido de aumento, y que algunos rubros, entre los que sobresalían el turismo y la medicina pre-paga, con aumentos reales significativos, fueron directamente descartados de la grilla de precios encuestados.
El resultado de esos retoques consiste en que las cifras oficiales disienten de la percepción de consumidores e inclusive de comerciantes, que advierten subas no siempre justificadas en los precios de productos de primera necesidad
Se produjo entonces el conflicto entre funcionarios de distinto nivel, con los resultados conocidos: actualmente el IPC no ostenta la confiabilidad necesaria, y mientras no se recupere la confianza en las cifras que el INDEC publica, no es posible avalar los índices publicados.
Además, y como fruto de esta manipulación de una información tan trascendental, es lógico que la opinión pública descrea de otros indicadores, y que en lo sucesivo todas las demás cifras sobre el desenvolvimiento de la economía nacional estén teñidas de sospechas.