La CADE o el estatuto legal del coloniaje
Por Maximiliano Molocznik
Nada mejor que acudir al escritor y periodista José Luis Torres para definir los años transcurridos en la Argentina entre 1930 y 1943, la Década Infame. Referirnos a esta época implica comprender el funcionamiento de un sistema político basado en el fraude, la corrupción y la entrega del patrimonio nacional.
Luego del golpe oligárquico de 1930 -y en virtud de los efectos que la crisis económica de 1929 había provocado en su semicolonia predilecta- el Imperio Británico se dio a la tarea de reconstruir -para optimizar- el mecanismo de sometimiento económico existente con la Argentina desde mediados del siglo XIX.
Los funcionarios de su graciosa majestad británica percibían con claridad la intromisión de los intereses norteamericanos y había que revivir la vieja relación carnal entre «el taller del mundo» y la «factoría semicolonial».
Para ello, en enero de 1933, parte a Londres una misión con el objetivo de renegociar el reajuste del comercio exterior.
«Julito» Roca, Miguel Ángel Cárcano, Raúl Prebisch -entre otros «dignos caballeros»- son los encargados de entregar al país al capital inglés que logra en el acuerdo monopolizar las exportaciones de carne, las inversiones financieras y controlar un Banco Central mixto a su servicio. Este bochorno diplomático y político se llamó Pacto Roca-Runciman.
El vergonzoso acuerdo, expresión de entrega y humillación, fue acompañado por una escandalosa negociación que muestra el grado de corrupción de esa época: la renovación de las concesiones a la empresa CADE, por el servicio eléctrico en la ciudad de Buenos Aires.
Los contratos originales con la empresa CADE databan de principios del siglo XX (1907-1912), habían sido firmados por 50 años y preveían incorporar a las tarifas un 2 % anual de amortización sobre el capital. Mediante este mecanismo, al concluir las concesiones (1957-1962), los bienes de la empresa pasarían -sin cargo alguno- a la Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires.
Haciendo gala de un lobby descarado, el gigante de la electricidad de la época, SOFINA, consigue 20 años antes del vencimiento las prórrogas de las concesiones hasta 1997 y 2002 respectivamente. Por supuesto que, mediante cláusulas gatillo, los bienes de la empresa nunca dejarían de pertenecerle. Resulta aquí imprescindible preguntarse cómo fue posible semejante estafa, lesiva de los intereses de la nación. La respuesta es muy sencilla: sobornando a la mayoría de los miembros del Concejo Deliberante.
Nadie quedó sin recibir su sobre abultado de libras esterlinas: asesores, ministros, funcionarios varios y -aunque no se pudo probar en sede judicial- se cree que también el presidente Justo se llevó su parte de aquel negocio. Por aquellos años no existía la Banelco, pero el procedimiento fue el mismo.
Nada de esto podría haberse producido sin el apoyo de los concejales de la UCR. Desde la muerte de Yrigoyen en 1933, el partido estaba controlado por Marcelo T. de Alvear, un oligarca camuflado en el movimiento nacional y popular, un dirigente que giró a la derecha y orientó la UCR hacia posturas claramente antipopulares.
Temeroso del pueblo «oscuramente pigmentado», consuetudinario haragán, le fascinaba mostrar su elegante figura, con su clásico chambergo y sus brazos cruzados (como lo muestran la mayoría de las fotografías de la época) impostando una actitud de intelectual librepensador que hacía las delicias de la clase media porteña. Por eso, no sorprende su actitud cómplice en este hecho.
Alvear fortaleció desde la UCR a los gobiernos de la Década Infame, apuntaló el régimen agropecuario semicolonial y fue socio del escándalo de la CADE. La coima que recibió de la empresa financió parte de la campaña electoral de la UCR en 1937. Esto lo demostraron las denuncias de los jóvenes forjistas que veían a su partido extraviado de su rumbo nacional-popular original e incorporado, como uno más, a la partidocracia fraudulenta de la Década Infame.
En suma, los vergonzosos contratos firmados con la CADE son uno de los ejemplos paradigmáticos de una de las épocas más sombrías de nuestra historia.