La cálida voz tanguera de Luis Cardei
Dueño de un voz cálida y delicada, el cantor de tangos Luis Cardei, pasó la mayor parte de su carrera actuando en bares y bodegones, hasta que a mediados de los 90 saltó a popularidad, irrumpiendo en la escena como el nuevo Goyeneche o «la última revelación tanguera» de Buenos Aires.
Nació en 1944 en el barrio porteño de Villa Urquiza, era admirador de Carlos Gardel; se crió escuchando sus discos de pasta. Y se presentaba en los escenarios como Luisito que, a partir de un estilo propio y sensible, despertaba una atención especial en el público, al que le ofrecía encontrarse con un repertorio entrañable que le escapaba a los lugares comunes.
Así se transformó en una de las últimas revelaciones tardías del género y en un faro a seguir para muchos.
«Como cantor Cardei está para mí dentro de los ‘decidores’, de los que te emocionan sin levantar la voz», definió el cantante de tangos Hernán «Cucuza» Castiello, uno de los grandes referentes del tango actual.
«Siempre pienso también que me gustaba tanto cantando como contando –continuó-, era un gran contador de historias (también cuando cantaba) era de esos que te hace descubrir la letra de un tango aún después de haber escuchado ese mismo tango 20.000 veces, está entre los Goyeneche, los Osvaldo Peredo».
Luis Cardei representaba al cantor de barrio, al cantor de antes. A los 15 años comenzó a recorrer las cantinas con algún guitarrista que lo acompañaba, hasta que en el camino se topó con Antonio Pisano, el bandoneonista que se convirtió en su gran amigo y compañero inseparable.
Juntos actuaron en boliches tangueros y recorrieron la noche porteña. Se presentaron durante 13 años en «La esquina de Arturito», una cantina de Parque Patricios.
Cardei saltó del anonimato en 1994, cuando tenía 50 años. Los dueños de Foro Gandhi y El Club del Vino (dos reductos musicales porteños que ya no existen) le propusieron abrirse a otros públicos.
Así fue como después de tres décadas de trayectoria, grabó en solo seis años tres discos: «De madrugada», «Tangos de ayer» y «Simplemente Luisito».
«En lo personal Cardei me dejó como legado esa imagen de cantor de barrio, del cantor que trascendió actuando en lugares reales, sinceros, asociados a lo barrial y a lo popular», apuntó «Cucuza».
Su salud era frágil, marcada por la hemofilia que le descubrieron a los ocho años. Fue intervenido quirúrgicamente varias veces, durante algunos años no pudo caminar, y finalmente quedó con una renguera que lo acompañó hasta sus últimos días.
Sin embargo, esos padecimientos no le impidieron seguir adelante. A lo largo de su vida trabajó levantando quiniela durante 10 años y también como vendedor, sin abandonar su gran pasión: el tango.
Su repertorio estaba integrado por canciones de la década del 40 hacia atrás, todas de corte gardeliano.
Cardei solía decir que «el tango era una fotografía de la vida» y en una oportunidad expresó que «quería tratar al tango con el cariño que se merece; con esto quiero decir que para cantar no hace falta dar patadas en el piso, ni agacharse como si fueras a cabecear un córner».
En ese sentido, Castiello consideró que «su legado fue la búsqueda y el rescate de un repertorio exquisito y en varios sentidos fue el ‘menos es más’, menos gritos más sentir, más contar y menos músicos, más intimidad, más calidez».
En relación a la admiración que despertó en los jóvenes de ese momento, «Cucuza» indicó: «Había en Cardei algo afable, amable en su cantar y en su contar, eso creo que terminó haciéndolo querible, admirado, pero no sé si esto le cabe solamente a la juventud».
«Lo que sí pudo haber tenido que ver con cierta identificación de los más jóvenes –arriesgó- pudo haber sido su atorrante, elegante, cálido y hasta melancólico sentido del humor, un humor que usaba incluso con sus problemas físicos y de salud; y creo que eso de ‘sacarle un poco de almidón’ a ciertos discursos y lugares comunes tan en uso por parte de cantores y cantoras, fue otra de las puertas de entrada al íntimo ‘universo Cardei’ para que los más jóvenes lo prefirieran».
En esa descripción, el vocalista añadió que «además, Cardei emergió en un tiempo que claramente no era la ‘época de oro’, en un período en que el tango no estaba tan vigente y al no estarlo, al estar oculto, no estaría mal decir que los más ávidos buscadores de novedades en general son los jóvenes, que en el caso de Cardei encontraron novedad y encontraron raíz».
En 1997, cuando ya había grabado dos discos, Luis Cardei fue convocado por Pino Solanas para cantar en su película «La Nube», aparición que lo llevó a que lo llamaran el nuevo Goyeneche. Pero Cardei prefería tomarse las comparaciones con humor y aclaró que si bien no creía en las sucesiones, si le dejaban elegir, prefería ser «el nuevo» Gardel.
Sus versiones inolvidables de piezas como «Siga el corso», «Barrio Viejo», «Prisionero» y «Ventarrón», que cantó en sus últimas presentaciones, siguen resonando en su cálida voz.
Foto/Fuente: Télam