La Casa Suiza o el final de la filantropía
por Rafael Gómez
La calle presenta una singularidad. Un patrullero de luces intermitentes en doble fila. Y a mitad de cuadra, la gente. Hay un reflector de una cámara, un hombre con megáfono, siete percusionistas negros y blancos portando distintos tipos de tambores, y un público espontáneo que hace un semicírculo y toma la calzada. Es martes 17 de abril de 2012, son las 20 hs. No se sabe qué ocurre. Pero el diámetro del semicírculo coincide con el frente de un edificio muy antiguo, cerrado con rejas corredizas trabadas por cadenas. La dirección es Rodríguez Peña 254 y en la fachada hay una inscripción notable, que ocupa cuatro metros de largo: “Propiedad de la Sociedad Filantrópica Suiza”.
Una historia
En 1861, a modo de integración con los vecinos de la ciudad de Buenos Aires, la Sociedad Filantrópica Suiza construyó una casa. Un lugar de encuentros culturales y políticos, que fue creciendo y, a principios del siglo XX, conformó el edificio actual de estilo art-decó. Pasaron por la Casa Suiza innumerables músicos famosos: el dúo Gardel-Razzano y también “Patricio Rey y los Redonditos de Ricota”, por poner un ejemplo que marca una extensa y diversa permanencia en el tiempo. También hubo en la Casa Suiza una intensa actividad teatral, y su salón de actos albergó a las más variadas expresiones políticas, sindicales y culturales. Otra extensa continuidad en el tiempo, pero esta vez característica, fueron las 8 noches de carnaval de la Casa Suiza. Durante cincuenta años, de 1929 a 1978, el lugar fue alquilado por el Shimmy Club, una asociación de afro-porteños, que practicaba el candombe y la rumba abierta.
La fiesta
El hombre del megáfono cuenta la historia y alerta sobre la intención de demoler la Casa Suiza. La Sociedad Filantrópica quiere capitalizar la venta del terreno para destinarlo a edificación y el Gobierno de la Ciudad apoya esa decisión. La banda de tambores empieza despacio, una armonía de ritmos de distintos timbres crece como viniendo de muy lejos. No se puede resistir el impulso, negros y blancos bailan haciendo una ronda. Son los descendientes de los afro-porteños del Shimmy Club, que ahora forman la asociación Misibamba. La ronda crece. Los vecinos baten palmas. Están presentes la asociación Basta de Demoler y la comunera Edith Oviedo.
Carlos Lamadrid, el hombre del megáfono y secretario de Misibamba, anuncia el último tema, el candombe de cierre de cada noche de carnaval, cuando todo el Shimmy Club salía bailando por la calle Rodríguez Peña, llegaba a la avenida Corrientes, y después al bar Ramos en la esquina de Montevideo, cantando: “Mirala qué linda viene, / mirala qué linda va, / la comparsa de los negros / que se va y no vuelve más”.
Reflexión
¿A dónde habrá ido aquella filantropía suiza? (Gente rara, los suizos). ¿Depende del Estado suizo, la sociedad para tender lazos entre emigrantes y porteños? ¿Será esa sociedad de un conjunto de empresas a las que ya no “les importa el país”? Es de esperar una señal helvética que aclare las cosas.
¿Y qué hay de la filantropía porteña? Lo que está muy claro es el valor histórico cultural del predio.
Pero hay algo de mayor importancia: la deuda inconmensurable que tiene la Ciudad de Buenos Aires con los afro-descendientes, porque esta Ciudad creció y prosperó gracias al contrabando intenso de esclavos negros durante los siglos XVII y XVIII. No hubiera habido ciudad sin este tráfico. Lo menos que les debe Buenos Aires a los descendientes de aquellos esclavos es la preservación de la Casa Suiza.
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En nombre de la Asociación Misibamba, muchas gracias por esta nota tan sentida. Son un ejemplo de periodismo: sensibilizar al público con noticias de interés.
¿A dónde habrá ido aquella filantropía suiza? – Sus actividades fueron cayendo paulatinamente con el tiempo desde 1950, acompañando la pérdida de la comunidad. Actualmente quedan aproximadamente 12.000 Suizos en la Argentina, mayormente con doble ciudadanía. Suiza es pionero en filantropía. Hasta que cerraron el Edificio por el 2007, solo estaba brindando algunos cursos de idiomas, manualidades y literatura; prestando el salón a distintos grupos.
¿Depende del Estado suizo, la sociedad para tender lazos entre emigrantes y porteños? – No, y entiendo explica a donde llegaron. Los temas de culturas no están centralizados en Suiza, sino por cantones. De esta forma, ni habría interlocutor. El Gobierno de Helvetia no tiene participación, más allá de lamentar profundamente el estado de la Asociación y del edificio que representa la historia de lo que fue una comunidad vibrante en una Argentina abierta al mundo. La demolición es una propuesta muy poco feliz. En mi opinión, especulando con el valor del terreno sobre el valor de la historia.
¿Y qué hay de la filantropía porteña? – Mientras los particulares sigan preocupados por como evitar los problemas de la mala gestión de sus dirigentes, supongo que pueden dedicarles pocos recursos o tiempo. La corrupción no es alidada de la filantropía.
¿Gente rara los Suizos? – Quizás si: 4to país en producto por persona (en dinero, un Suizo produce 8 veces más que un Argentino), una geografía bellísima y protegida, ciudades dentro de las mejores calidad de vida, transparencia, democracia, innovación, desempleo 3,5%.
Lo positivo es que este tema está teniendo más interés en los medios y la comunidad Suiza-Argentina se está movilizando. Gracias por difundir el cuidado de la cultura y el patrimonio arquitectónico. Se necesita mucha ayuda.
Entrañables son los recuerdos que conservo de la Casa Suiza, no precisamente porque me haya tocado vivir su época de esplendor sino porque la memoria familiar no ha permitido que se pierdan del todo algunos rastros. Uno de los hombres que formó parte del primer grupo de suizos llegados a nuestro país fue Santiago frizzi, mi bisabuelo, nacido en Minusio, cantón Ticino, hombre que vino muy joven y que pertenecía a una familia de constructores, artistas y arquitectos. Aquí supo hacerse fortuna y nombre en el oficio de la yesería artística, tuvo el más grande taller de ese oficio en Buenos Aires y ahí mismo se formó como artista plástico el maestro Ripamonti, amparado filantrópicamente por mi bisabuelo. Pues bien, este hombre, Santiago Frizzi, a quien el gobierno le encargó todos los trabajos de yesería previstos para el proyectado Teatro Colón, fue uno de los fundadores de la Casa Suiza, hombre que contribuyó con un grueso capital para su construcción y que era considerado, dentro de la comunidad suiza, como una suerte de adalid. Lamentablemente, Santiago Frizzi murió relativamente joven a causa de una neumonía con posterioridad a la crisis creo que de 1890, con Juárez Celman. Bueno, es una memoria y un pequeño aporte histórico.
De casualidad ingreso a ésta pagina, buscando la tasación de una medalla conmemorativa de los 75 años de la Asociación.
Recién me estoy enterando de las actividades y destino final de
ésta institución creada alla por 1861.
Creo que en Rosario sigue manteniendo una interesante actividad
cultural, quizás no tanto filantrópica.