La cátedra incomoda de Rita Segato
por Dolores Pruneda Paz
La importancia de encontrar o crear palabras que realmente digan y permitan crear realidades nuevas; el valor de pensar en conversación para que el saber hable de una realidad común y propia; la urgencia de abrir la construcción de ese saber a los jóvenes, o cómo la pandemia, o más bien la distancia, impacta en la comunicación son temas que repasó la antropóloga Rita Segato en el marco de la Diplomatura en Raza, Género e Injusticia de la Universidad Nacional de San Martín.
“Cuando nombramos la experiencia de forma adecuada, útil para las reivindicaciones de la gente, la gente toma esas palabras y ellas pasan a transitar por el mundo con sus propias piernas y su propio valor”, dice Segato, teórica y activista feminista que investigó los femicidios de Ciudad Juárez y escribió ensayos ineludibles como «Las estructuras elementales de la violencia», investigando a presos por crímenes sexuales en Brasilia.
Nacida en Buenos Aires en 1951, la dictadura la empujó muy joven al exilio. Vivió en Venezuela, en Brasil, en Irlanda, por 30 años fue profesora en la Universidad de Brasilia y después de ese periplo pareció cerrar un círculo: volvió a Tilcara adonde había vislumbrado hacía mucho, cuando cursaba la secundaria en el Nacional Buenos Aires, que el valor de la comunidad del mundo andino podía iluminar otro horizonte para la humanidad.
Autora de libros clave de consulta como “Crítica de la colonialidad en ocho ensayos”, “Contra-pedagogías de la crueldad”, “La nación y sus otros” o «La guerra contra las mujeres”, Segato es la que suele recordar una frase que le dijeron cuando investigaba crímenes de género en la policía de El Salvador: «que la mujer del futuro, no sea el hombre que estamos dejando atrás».
También es la que dice con orgullo y amorosidad que su «historia irregular» la hizo la persona que es hoy. Su madre le hizo prometer nunca pedir consejo a un hombre, nunca ser dependiente económicamente de ningún varón, al punto de que cuando Rita se casó y por primera vez entró a una cocina, «no sabía si un huevo frito se hacía con agua o con aceite».
Cuando Rita nació, Elsa Frigerio tenía 38 años. Pablo Doctorovich es su padre biológico, “un hombre buenísimo” con quien Elsa vivió 30 años pese que a no mantuvieron una relación marital. A Rita la crió, y cuidó, Juan María Segato, el hombre con quien casaron a su madre a los 18 años y a quien ella quiso «enormemente».
En sus trabajos, Segato habla de una “fase apocalíptica del capitalismo” signada por la concentración de la riqueza, la explotación feroz de los recursos naturales y la precarización de la vida; recupera la politicidad femenina y estudia la importancia de descolonizar el saber.
¿Cuál es el valor de esa incomodidad a la que refiere la cátedra?
No fui la autora del nombre, se lo dio el periodista Reynaldo Sietecase. Cuando la Unsam decidió la creación de la cátedra, en 2019, me llamaron para preguntarme qué nombre le daría. En ese momento me encontraba cenando con mi editor Raúl Carioli y con Reynaldo, que percibió mi dificultad para responder a lo que me estaban preguntando, y desde su lugar en la mesa respondió: CÁTEDRA RITA SEGATO DE PENSAMIENTO INCÓMODO!!!! Quedé perpleja y le pregunté por qué le parece que debería llamarse de esa forma. Inmediatamente me respondió: “Porque cuando vos pensás, incomodás”. Así lo aceptaron en la Unsam, y así lo aceptaron quienes compartían la mesa con nosotros… Solo a mí continuó pareciéndome bastante extraño y me encantaría comprender a qué se refiere el nombre porque lo que yo pienso me parece bastante obvio. Eso debe ser bastante común, imagino que a nadie le parece incómodo su propio pensamiento. Por lo tanto, solo puedo responderte que el título de la cátedra describe la recepción de lo que expongo, pero no mi propia percepción.
¿Qué desafíos propone esta virtualidad?
Hemos desarrollado, con Lectura Mundi y un equipo de tutoras, varias actividades en el marco de la cátedra, actividades que, obviamente, fueron interceptadas por la pandemia y todas las novedades que nos impuso. Una de ellas fue un ciclo de cuatro conferencias, introducido por mí con la revisita de un texto escrito hace 25 años en los Estados Unidos, en la época en que se inventaron los espacios virtuales de conversación, llamados entonces chat-rooms. En ese texto, que cobra gran actualidad en el presente, analizo el efecto en los participantes de la posibilidad de conversar sin co-corporalidad. Por eso, convocamos a la psicoanalista Liliana Szapiro, el antropólogo Pablo Wright y el filósofo José Tasat para reflexionar sobre este tema hoy tan relevante: la comunicación sin la presencia de la materialidad del cuerpo. En este contexto, la re emergencia contemporánea del fascismo en el mundo fue otro tema que analizamos, en colaboración con el Conicet y la participación de grandes pensadores provenientes de diferentes campos, durante un seminario que respondió muy bien a mi propuesta de “pensar en conversación”. El resultado está siendo transcripto y organizado para convertirse en un libro ilustrado por REP.
¿Esa virtualidad le imprime alguna particularidad al proyecto histórico de los vínculos, disfuncional a lo que llamás el proyecto histórico cosificador del capital?
He defendido que la pandemia diseña un campo de posibilidades en tensión, entre ellas podríamos considerar ésta: ¿nos vinculamos más con la posibilidad de trabajar en espacios distantes desde nuestra casa, o menos? Evidentemente la video-conferencia permite extender la circulación de nuestra palabra, conseguir interlocutores nuevos y distantes. Pero la reducción de la comunicación a lo auditivo, mediado por el filtro de los micrófonos y parlantes, y la proyección de lo visual al plano bidimensional de la tela, o sea, la ausencia de de lo táctil y de la vibración que los cuerpos emanan y ciertamente interviene en la comunicación cuando se comparte un mismo ambiente físico, colocan un límite a la vincularidad plena. Todo eso podrá ser evaluado a partir del impacto final del período que estamos viviendo cuando retomemos la “normalidad”. ¿Cómo será esa nueva normalidad? Es imposible saberlo ahora y el gran aprendizaje es justamente soportar esa imposibilidad de control sobre la historia, soportar esa indecidibilidad.
Esta Diplomatura en Raza, Género e Injusticia está habilitada para quienes hayan terminado el secundario. ¿Esa decisión pone en práctica una des-colonialidad del saber-poder? ¿Pone en cuestión quiénes tienen acceso a ese saber?
Completamente de acuerdo. La decisión de abrir las puertas del curso a estudiantes sin título universitario se debe a que pensamos que la circulación de la crítica teórico política del patriarcado y del racismo excede en mucho el mero (y a veces estrecho y mezquino) interés académico, y es de importancia para toda la sociedad. Los y las jóvenes han demostrado una capacidad inmensa de acoger, comprender, debatir y exponer con gran sofisticación, en las calles y frente a los medios de comunicación, los dilemas y propuestas de los feminismos y de la perspectiva decolonial, con el movimiento y las reivindicaciones de los pueblos indígenas de estructura comunal y arraigo territorial. La juventud necesita y ha demostrado estar capacitada para acceder a la reflexión teórico-política de éste y otros cursos sobre la temática racial y patriarcal.
¿Cuál es para vos el papel del intelectual?
Las personas que trabajamos con un lápiz en la mano y frente a la computadora somos dadores de palabras, ofrecemos nombres para lo que necesita ser denominado, y me consta que cuando nominamos la experiencia de una forma adecuada, útil, para las reivindicaciones de la gente, la gente nos toma las palabras y ellas pasan a transitar por el mundo con sus propias piernas y por su propio valor. Circulan por su interés nominativo. Eso lo sé y lo he constatado por mi propia experiencia como autora. También, la teoría es fundamental. Porque la teoría es el arte de nombrar, de proponer un sentido para los datos fragmentados, dispersos, de la realidad. Al hacerlo ilumina aspectos de la realidad que siempre responden a proyectos y a intereses. Toda teoría es interesada, da visibilidad a algunos aspectos de la escena que observamos y deja otros en sombra. Toda teoría, con las preguntas que formula, instala un recorte. En ese sentido, inevitablemente, la producción teórica no es meramente descriptiva sino también eminentemente prescriptiva y, cuando cobra influencia, diseña el curso histórico. Como he dicho, “al teorizar, no sólo describimos los eventos, sino que también los prescribimos, los hacemos ser, les otorgamos realidad, les alentamos un camino”.