La compañera Evita según Norberto Galasso
El libro «La compañera Evita. Vida de Eva Duarte de Perón» del historiador Norberto Galasso será presentado por su autor, el próximo jueves, en el marco de una mesa debate que tendrá lugar en el teatro ND Ateneo ubicado en Paraguay 918, a las 19 hs.
Periódico VAS, entrevistó a Norberto Galasso en su estudio de avenida Asamblea en el barrio Cafferata, cuando estaba corrigiendo los originales de este libro que, como un prisma, muestra distintas facetas de Eva Perón, a través de la mirada de su confesor y amigo: el padre jesuita Hernán Benítez.
Periódico VAS: ¿Qué lo motivó a escribir un libro sobre Eva Perón? ¿Por qué llamarlo: La Compañera Evita?
Galasso: Se llama La Compañera Evita porque ella decía: “yo quiero que me recuerden no por ser Evita, sino por ser la compañera Evita”. Gran parte de este libro, está basado en los testimonios de quien fue el confesor de Evita: el padre Benítez, con quien tuve la oportunidad de entablar una gran amistad.
Periódico VAS: ¿Cómo conoció a Benítez?
Galasso: Lo contacté en 1987 por intermedio de un exiliado paraguayo, que me facilitó la dirección. El padre Benítez tenía entonces 80 años. La primera vez que fui a su casa me recibió como lo que era: un tipo polemista, duro, peleador. Pero con una ternura extraordinaria.
Periódico VAS: ¿Cómo fue ese encuentro?
Galasso: De entrada nomás, cuando abre la puerta, me pregunta: “¿Y usted cree, hijo?”. Ahí vacilé, porque me dije: no le puedo macanear a este hombre. Entonces contesté: “mire padre, la verdad es que yo no creo. Estuve a punto de ser monaguillo, iba a la iglesia, pero después fui descreyendo”.
¿Sabe lo que me contestó?: “Usted cree que no cree. Y yo, que soy cura, creo que creo”. Y luego me dice: “ninguno de los dos sabemos para qué estamos en este cochino mundo. Pero en realidad sí sabemos, porque si usted me viene a ver a mí y yo lo recibo, hay una causa en común. Queremos que el mundo futuro sea un mundo alegre, donde no haya dolor, no haya enfermedades, no haya desocupados, no haya miseria. Así que pase”.
Entro, y lo primero que encuentro colgado en la pared fue el retrato del Che, después el busto de Evita y una lámina de Marx. ¡No lo podía creer!
Periódico VAS: ¿Cómo era la relación de Benítez con Eva Perón?
Galasso: Benítez era un tipo extraordinario. Acompañó a Evita en todo, hasta sus últimos días. Él decía: “yo llegué a ser cristiano acompañándola a Evita. A mí no me hicieron cristiano en la escuela Máximo de Devoto, que tiene la orden jesuítica, yo vi lo que hacía Evita…”
Periódico VAS: ¿A él le atribuían la autoría de un libro de Eva?
Galasso: le atribuían la autoría de la declaración del Congreso Filosófico que Perón hizo en Mendoza en el 47 ó 48, pero pareciera que no.
Periódico VAS: ¿Le preguntó eso a Benítez?
Galasso: Él le escribía los discursos, eso sí. Pero Evita pocas veces leía. Ella hablaba.
Ahora, la devoción que Benítez tenía por Evita era increíble: decía que ella le enseñó lo que era el dolor de los pobres y el valor de la solidaridad.
Periódico VAS: ¿Cómo es eso?
Galasso: Benítez contaba que cuando iba con Evita a ver a alguna persona enferma, ella se sentaba en la cama y los abrazaba, así tuvieran llagas o purulencias. Él le preguntaba si no tenía miedo de contagiarse y ella respondía: “Mire padre, las viejas de la Sociedad de Beneficencia les mandan remedios. Pero yo vengo, no solamente a traer remedios, vengo a traerles solidaridad, a demostrarles que estoy preocupada por su enfermedad, que soy igual a ellos. Para ellos es más importante que venga y los abrace, en lugar de mandar el remedio por correo. Así que cualquier riesgo que tenga, lo tengo que correr.”
Periódico VAS: También se dice que Benítez fue el mentor de Eva Perón…
Galasso: Y sí, tuvo mucha influencia. Pero Eva le enseñó a Benítez lo que significaba comunicarse con el pueblo, llegar al pueblo. Recordemos que Benítez, en los años 40, era uno de los sacerdotes privilegiados de la oligarquía, que daba sermones en la Catedral para las señoras gordas.
Periódico VAS: Entonces, ¿cómo se forja esa relación?
Galasso: Benítez siempre tuvo inquietudes políticas, en un determinado momento tiene relación con Perón a través del GOU. Pero con Eva la relación surge de otra manera. A ella se la cruza por primera vez un domingo en Radio Nacional, Evita, que todavía no había conocido a Perón, en ese momento estaba muy mal, le pide una entrevista. Benítez la cita para encontrarse en una iglesia al día siguiente, pero él no va.
Años después, Benítez visita a Perón en su casa, y allí se encuentra con Evita. Entonces ella le dice: “Yo a usted lo conozco. Usted me citó un día en tal iglesia y me dejó plantada ¿Y sabe por qué me dejó plantada?, porque no llevo el apellido Anchorena, porque si yo fuera una Anchorena me hubiera recibido.” Y Benítez le dio la razón. Así fue como, desde esa pelea, nació una gran amistad y él se convirtió en el asesor espiritual de la Fundación Eva Perón, en su confesor, y fue quien acompañó a Eva en sus últimos días.
Periódico VAS: Hay varias biografías de Evita ¿Qué agrega en esta, además de la visión de Benítez?
Galasso: Lo que yo puedo agregar es que Evita hace gremialismo antes de conocer a Perón, era presidenta de ARA, que es la Asociación Radial Argentina. En ella había algo que la llevaba a buscar la solidaridad con el pueblo. Recordemos que venía, también, de una familia muy pobre. Siempre cuenta que una vez le regalan una muñeca rota para Reyes, porque la madre sólo podía pagar por una muñeca a la que le faltaba una pierna, y entonces le dicen que se había caído del camello.
Periódico VAS: La radio y el cine deben haber influenciado mucho en ella, sobre todo por los papeles que hacía…
Galasso: Sí. Y además vivió cosas muy duras. La primera mujer que interpretó fue Alicia Lynch, la esposa de Solano López. No cualquier mujer. Después interpreta a Isadora Duncan, a Sarah Bernhardt… Había una actitud muy fuerte en ella de defender la condición femenina.
Periódico VAS: Usted cuenta en su libro una anécdota al respecto.
Galasso: Sí, hay una anécdota de la que da testimonio Vera Pichel, que trabajó en la revista Damas y Damitas, que la pinta de cuerpo entero. Vera cuenta que cuando ella era secretaria de redacción de la revista, un día se presenta Eva, que por entonces tendría 23 o 24 años y le dice que necesita una foto en la tapa, para promocionar la compañía teatral donde trabajaba. Vera le dice que le va a conseguir una entrevista con el director de la revista y Evita le responde: “No. Esta es una cuestión entre mujeres. Usted es una mujer que trabaja y yo soy una mujer que trabaja, sólo usted puede entender que yo necesito una foto en la tapa para poder trabajar. Con el director no quiero saber nada”. Le dice esto, porque supone en qué terminaría la entrevista con el director…
Hay en este libro algunas cosas que no se conocen, y otras que han sido exageradas por los obsecuentes. Ocurre que la santifican y no la muestran como una persona. Lo que he tratado de hacer es algo más objetivo, basándome siempre en documentación, o como en el caso del padre Benítez, con en el testimonio oral.
Simplemente voy a contar tal como me la contaron a mi una simple historia que involucra a ambas mujeres. Una noche de Junio de 1952 un largo coche negro entró por el portón de la residencia presidencial que entonces estaba ubicada en la calle Austria, hoy solar de la Biblioteca Nacional. En el automóvil iban dos personas y un chofer. Una de ellas un empresario alemán radicado en el país de apellido Clement, la otra una misteriosa mujer elegantemente vestida de negro con un collar de perlas adornando su cuello. La dama rubia regordeta que no pasaba de los cincuenta años, se dirigió rápidamente a la habitación donde la primera dama argentina Eva Perón se encontraba agonizando. El motivo de la visita de esta mujer que vivía habitualmente en la lejana Patagonia, era interesarse por la salud de la enferma y proponer la adquisición de una droga que traerían por su intermedio de Alemania, mediante un laboratorio alemán radicado en Buenos (el mismo en que trabajó un tal Doctor Gregor-o Mengele). Esa Droga salvadora que se estaba experimentando en animales, podría salvarla. No se sabe lo que Eva Perón y esa mujer hablaron realmente. Clement el único testigo del encuentro, ya no vive. Lo cierto que Eva parcialmente lúcida ese día alcanzó a desearle un buen viaje de retorno a ese lugar lejano de la Patagonia donde la esperaba su marido. Un veterano de la Primera Guerra Mundial. En el viaje de vuelta a Villa la Angostura, Eva Braun meditó seguramente, sobre la juventud de la mujer que agonizaba siendo tan joven.-