La cosa vino movidita…
por Marcelo Valko
Esta historia comenzó casi veinte años atrás, cuando me invitaron a Santiago del Estero a presentar “Los indios invisibles del Malón de la Paz”, la marcha de los kollas que en 1946 llega a Buenos Aires para pedirle a Perón justicia por sus tierras usurpadas por latifundistas de la talla de Robustiano Patrón Costa. Estaban previstas dos conferencias, una en Santiago y otra en la ciudad de Frías, ambas estaban enmarcadas en el interesante proyecto Café Cultura Nación creado por José Nun, Secretario de Cultura de la Nación (2004/2009). La idea de Nun era acercar artistas y escritores promoviendo debates culturales en espacios menos académicos como bares, cárceles e incluso cuarteles.
En la ciudad de Santiago, la Secretaría seleccionó al emblemático bar Los Cabezones para ser sede de la charla, dado el carácter que supieron otorgarle sus dueños Ramón y Ari Paz donde era habitual realizar peñas, recitales poéticos, muestras plásticas y debates. Ubicado en Independencia 187 pleno centro, pasaron por allí intelectuales, músicos y actores como Ernesto Sábato, David Lebón, Ulises Dumont e incluso Osvaldo Bayer, en cambio, no logro recordar la confitería de la ciudad de Frías. Era octubre, mes en que muchos debido al Descubri-MIENTO se acuerdan de los “indios” y se lanzan a organizar eventos, de hecho, días antes había estado en Pergamino y también en Saladillo. Mas allá de la ironía, la invitación me vino muy bien, sobre todo para conocer Frías donde aproveché para buscar en el Cementerio San Agustín la tumba del único kolla fallecido en el trayecto y que fue enterrado allí durante el periplo del Malón de la Paz. De más está decir que entre las pobres tumbas de 1946 no la ubiqué. Incluso varias habían perdido la chapita identificatoria o quizás jamás la tuvieron, eran tierra regresando a la tierra. Dada la buena recepción del libro nunca imaginé lo que sucedería en la presentación.
Ese 19 de octubre de 2007 al bajar la escalinata del avión, pese a ser de mañana, la asfixiante temperatura santiagueña me golpeó y me retrotrajo a mis años vividos en Paraguay. El funcionario que me esperaba para llevarme al hotel me previno ni bien subimos al auto: «A la noche habrá problemas». Me explicó sin entrar en mayores detalles que cierta gente estaba disgustada con el tenor del texto, seguramente pertenecían a la hoy extinta Cruzada Santiagueña del peronismo duro, léase juarismo. El hombre que había venido de traje y se lo veía acalorado, aseguró que “ellos” vendrían a boicotear la conferencia aduciendo «que el general no hizo eso». Así de simple. Sugirió al pasar que se podría suspender la actividad. Entiendo que para algunos la historia puede resultar incómoda, pero la documentación que existe y expongo es incontrastable: el contingente kolla que reclamaba por sus tierras usurpadas, tras ser recibido por el presidente Juan Perón en 1946 terminó secuestrado y desterrado, fletados en un tren de ganado hasta Abra Pampa. La historia es como es y no como nos gustaría que fuera. Esa noche de octubre, el bar Los Cabezones estaba repleto y “ellos” ocupaban algunas mesas, era simple identificarlos por las miradas que me echaban. En ese momento, lo ignoraba, pero entre los presentes había militantes del Movimiento Evita y del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE).
El periodismo local había anunciado el tema, incluso el mismo día de la charla: “Una velada para rescatar del olvido al Malón de la Paz de 1946” (El Liberal 19/10/2007). La hermosa confitería que cerraría al año siguiente para convertirse en un coqueto centro comercial, estaba a media cuadra del hotel. Los de cultura insistieron en venir a buscarme, pero no tenía sentido. Al ingresar todos me observaron para hacer el correspondiente cuadro de situación, como de costumbre había llevado algunos libros. Me instalé cerca de la barra donde un equipo de filmación de Café Cultura ajustaba las tomas. Ignoraba que grababan las charlas, luego solicité varias veces copia de la grabación, sobre todo para ver el momento de la trifulca, me dijeron que me las darían en Buenos Aires cosa que, pese a mi insistencia no sucedió.
Carlos Juárez gobernó la provincia en cinco oportunidades, aun cuando no tuviera mandato Santiago del Estero era su feudo y se lo enrostraba a cualquiera, de hecho, en pleno centro aún existe un hotel llamado Carlos V, que no guarda relación con aquel rey español, sino debido a su quinto mandato como gobernador… Hacia el final, ya muerto Juárez y tras una serie de idas y vueltas en 2002 asumió Nina su mujer que gobernó hasta abril 2004 cuando a Néstor Kirchner dado el nivel de corrupción generalizado no le quedó otra alternativa que intervenir la provincia. Las denuncias eran de todo tipo y color hasta desaparecer gente en jaulas de las fieras del zoológico.
La charla con su soporte de imágenes comenzó normalmente. Advertí el interés del público incluso de “ellos”, hasta que llega el momento en que todo el contingente del Malón de la Paz es secuestrado y metido en el tren. Uno se paró y grito: “el general no hizo eso”. Lo hizo gente de su gobierno con la venía del general, respondí. En ese momento, otros asistentes se paran, caen algunas sillas al suelo y comienzan a increpar al hombre que es secundado por alguno de sus acompañantes que me gritan “mentiroso”, incluso “gorila”. Gente neutral que vino a una charla más lo abuchearon pidiendo continuar la exposición. Algún vaso cayó al suelo. El funcionario de cultura me miró con cara de “te lo dije”, mientras el de la cámara se interpuso delante de ella previendo algún objeto volador. El individuo y los suyos se ven sorprendidos por la superioridad numérica lo que hizo decaer su “entusiasmo” inicial. Algunos comenzaban a enderezar las sillas caídas y casi todos volvieron a sentarse. En ese momento, agregué algo así como: el general era un hombre y también se equivocaba. El hombre, vocero del enojo de su grupo lanzó “y si, el general a veces hacia cada cagada…” Hubo risas de ambos bandos y la cosa se distendió por completo. Los mozos volvieron a servir pedidos a las mesas y pude concluir la conferencia. Hubo aplausos, incluso también de las mesas que ocupaban estos muchachos.
Me serví algo, guardé mi CD de imágenes mientras el funcionario de cultura vendió hasta el último libro que había llevado. Me ofreció acompañarme a cenar, pero preferí hacerlo con los compañeros del Evita. Tras la cena me llevaron a conocer la estatua que muestra a San Francisco Solano de pie mientas un indio le besa las sandalias y que años después sería la tapa de “Pedestales y Prontuarios”. Regresé en numerosas oportunidades a la provincia y conocí gente valiosísima como Gilda Santucho (ver Dimensión una bandera y un amor), Diego Ramos un lúcido e incansable militante por un mundo mejor y al entonces ministro de Justicia y DDHH Ricardo Daives que luego cuando fue diputado nacional grupos lefebristas hicieron misas y procesiones frente a la vereda de su casa para la salvación de su alma por haber votado a favor de la ley que permite un aborto legal y seguro. Incluso tuve algún amor. Recorrí bastante hablando sobre la Desmemoria tanto en la ciudad de Santiago y La Banda, como en el interior Clodomira, Pozo Hondo, Frías, San Pedro de Guasayán, y el paraje San Félix y San Andrés donde nación David Melian, un afro santiagueño muerto en el submarino ARA San Juan y hasta participé de la marcha de los bombos, pero jamás olvidé esa primera vez en el bar Los Cabezones… Es lento, pero viene…