Exploradora de la producción gráfica feminista

La partida de Mariela Acevedo, periodista, investigadora, gestora cultural, guionista y mucho más, deja un inmenso vacío en este tan particular mundo de la edición independiente autogestiva, como también en el campo de la investigación, el debate y la producción gráfica feminista. Con particular sensibilidad y un agudo sentido del humor, Mariela abordó proyectos editoriales creativos y disruptivos, que permitieron a mujeres y diversidades gestar formas innovadoras de expresión y representación.

Mariane Pécora

Conocí a Mariela en 2012, durante un curso que proponía proveernos de herramientas de gestión para sostener medios independientes y autogestivos. Ella era editora de Clítoris, una revista feminista descontracturada, disruptiva, nada heterodoxa que, desde los márgenes, se adentraba en la ríspida disputa de sentidos sobre sexo y sexualidades. En 2010, Clítoris fue uno de los diez proyectos del Concurso Nuevas Revistas Culturales “Abelardo Castillo”, impulsado por la Secretaría de Cultura de Nación. Este premio, que se otorgó por esa única vez, impulsaba la creación, edición y sostenimiento de los primeros cuatro números.
Por entonces, la sociedad argentina atravesaba una suerte de espejismo multicolor. Se vivía un periodo de avance social en materia de derechos humanos, sexuales e identitarios. Si bien el conflicto entre la tradición y este nuevo paradigma social era manifiesto y se materializaba en las misas que el entonces cardenal Bergoglio celebraba en las puertas del Congreso de la Nación. Dentro del recinto, algunos de los mismos legisladores que ahora transmutan a posturas retrógradas acababan de sancionar la Ley de Matrimonio Igualitario. Y en 2012 hacían lo propio con la Ley de Identidad de Género.
Nombrar Clítoris a una revista, aludiendo a ese exclusivo órgano de goce femenino, confrontaba abiertamente con el ideario patriarcal que reduce a la mujer a mero objeto de placer masculino o a una incubadora. Para Mariela, se trató de una apuesta política para explorar los feminismos a través de un lenguaje nada académico, utilizando la sátira, el humor y la parodia para discutir las relaciones de poder desde la gráfica y desde lo textual. Lejos de ser una revista de mujeres para mujeres, fue una producción periodística feminista que reivindicaba el placer en el ámbito de la historieta, cuestionando identidades binarias y estereotipos de género. Donde autoras e historietistas, relegadas de ese universo particularmente masculino, tuvieron la oportunidad de reflejarse y verse reflejadas; donde activistas trans como Lohana Berkins, Marlene Wayar y Susy Shock expusieron su lucha por la emancipación de los cuerpos; donde Mariela graficó la frágil línea que divide la trata de la prostitución; donde mujeres y diversidades encontraron un espacio para expresarse, leerse, comunicarse y hacer circular sus voces entre la pluralidad de feminismos.
“El feminismo no existe. Existen diversas formas de vivir feminista; hay feminismos en plural, algunos más alegres, otros más combativos, todos con una mirada política sobre el ser cuerpo en este planeta, con sus marcas genéricas, sexuales, raciales y de clase, así como sus trayectorias geográficas, espaciales y temporales. Esta aparente simplicidad se traduce en diferencias fundamentales que fomentan variadas discusiones internas. Algunas defienden el feminismo lesbiano frente al feminismo heterocentrado, el feminismo poscolonial desafía el feminismo occidental y blanco, el transfeminismo se opone a un feminismo biologicista heredado de la ciencia del siglo XIX, y algunos hombres feministas buscan nuevas formas de masculinidad”, escribía en un dossier de la revista Clítoris publicado en 2011, titulado “Feminismos vs. El Feminismo”.
Mariela siempre contaba que ella no era feminista; se hizo feminista tras participar del Encuentro Nacional de Mujeres de 2007, que le permitió comprender la magnitud del sexismo y de la violencia mediática hacia mujeres y diversidades. A partir de esta experiencia, encaminó su licenciatura en Comunicación Social a indagar sobre la representación de la mujer en el mundo de la historieta y a un particular análisis sobre la tira “Clara de Noche”. Más adelante, durante su estadía en España, conoció a mujeres historietistas y tomó conciencia de la exclusión de las autoras en el mundo del cómic.
En 2012 coincidí con Mariela en esa construcción plural, diversa y heterogénea que nucleó a más de 300 revistas culturales independientes y autogestivas de todo el país. Desde AReCIA presentamos un proyecto de Ley de Fomento para sostener nuestras publicaciones. Dimos cientos de batallas, en las calles, en los medios, en los despachos, en las universidades, en foros y seminarios… Sin embargo, la iniciativa nunca fue tratada. Ese mismo año, cuando el dinero del premio se había agotado, el costo del papel y de impresión era imposible de sostener; el precio de venta de tapa no cubría siquiera los costos mínimos de producción y el monto de la pauta oficial que le asignaron parecía un intento de censura, Clítoris sacó su último número. Pero Mariela no se rindió, surfeando un sinfín de arbitrariedades, apostó a una nueva propuesta: un portal de Feminismo Gráfico que en 2014 se materializaría en la primera antología de la Revista Clítoris, denominada Sex(t)ualidades; y años después en un segundo volumen titulado Relatos gráficos para femininjas, propuesta que tenía como objetivo intervenir políticamente en el espacio público. Ambos volúmenes fueron editados por el colectivo Hotel de las Ideas.
En paralelo, trabajaba como docente especializada en Educación Sexual Integral; investigaba y coordinaba actividades que promocionaban la participación de los feminismos en el mundo del cómic y la historieta, entre las que destaca “Nosotras contamos”, una muestra que recorre las publicaciones de autoras de historieta y humor gráfico entre 1930 y 2018. Este incansable afán de investigación la convirtió en una referente en la exploración de estos lenguajes en el país y en Latinoamérica. Además de esta intensa trayectoria profesional, formaba parte de Tummbanda, agrupación feminista de mujeres tamborileras. En 2017 se integró al equipo de Periódico VAS. En estas tierras de la redacción fue la chispa que disparaba investigaciones periodísticas desafiantes, innovadoras y hasta visionarias. Era un ser excepcional, portadora de una sonrisa que no sólo iluminaba, lograba encantar sin proponérselo. Dueña de un particular estilo que mixturaba lo geek, lo nerd y lo friki con un colorido toque latino. En fiestas y celebraciones se convertía en una observadora silenciosa, profundamente atenta y meticulosa. En las tantas notas que escribió, destacaba por su precisión visionaria sobre los tiempos venideros. Los mismos que hoy atravesamos.
En 2020, cuando Milei desfilaba por los estudios televisivos como un bravucón mediático, Mariela escribió un contundente informe sobre el fenómeno MGTOW: la aparición de la derecha misógina en las redes sociales. La nota, que enfureció a cientos de incels, comienza diciendo: “Misoginia, memes e ideas de libre mercado se entremezclan en foros de usuarios en la red: se trata de comunidades en la ‘androsfera’. (traducción de ‘mansphera’, neologismo que refiere a ‘burbujas’ que forman comunidad y en la que proliferan discursos de odio contra las mujeres amparados en el anonimato). En esta ‘machosfera’, jóvenes varones heterosexuales y resentidos desarrollan lo que llaman ‘filosofía MGTOW’. Se trata de un conjunto de ideas basadas en un ramplón biologicismo para explicar las relaciones de género que conecta ideas conspiranoicas antifeministas y racistas con preceptos liberales. En los espacios de intercambio explican el lenguaje cerrado que comparten y los principios de un movimiento masculinista violento que encuentra sus principales referentes entre los autodenominados ‘paleo libertarios’ o ‘anarco capitalistas’, entre los que se encuentran el politólogo Agustín Laje, el economista Javier Milei y la influencer Lilia Lemoine, caras visibles de parte de la nueva derecha argentina que, excusados en la libertad de expresión, promueven el odio haciendo un click”. Con este informe, Mariela recibió más insultos que elogios. Pero ella amaba los desafíos y respondía con una cuota de humor e ironía a cada agravio.
En 2019 terminó el doctorado en Comunicación Social y durante la pandemia concursó para una beca del CONICET, que obtuvo. En 2021 enfermó. Ese vientre algo abultado, que en más de una ocasión motivó comentarios de sorna de su parte, ocultaba un tumor maligno. Comenzó la tortuosa secuencia de quimioterapia, rayos. Un frío día de invierno la abrieron y la cerraron. Mariela no se rindió, nunca se rendía. Siguió soportando quimio, rayos, tratamientos invasivos; perdió el cabello, peso, fuerza. Pero no se dejó vencer. Nos vimos a principios de 2023. Estaba recuperada. Le acababan de comunicar que había vencido al cáncer. Se la veía feliz, sonreía, brillaba. Brindamos.
El 26 de enero de 2025, Diego, su compañero, me comunicó la partida. No logro entender por qué la muerte se ensaña siempre con los seres de luz. Mariela brilla acá, allá, en tantas palabras que escribió, en las viñetas que inspiró, en cada uno de los desafíos que encaró a lo largo de sus cortos cuarenta y cinco años. La percibo irradiando luz en este oscuro horizonte de crueldad. Imagino que haría, que diría, que sería capaz de soportar. Arrastraría el universo entero sobre sus hombros.

Portada: fotomontaje sobre retrato de Lina Etchesuri.

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