La lucha económica sindical y social aporta a la construcción de alternativa política
por Julio C. Gambina*
La lucha del neumático y otras similares, junto a las renovadas movilizaciones de organizaciones sociales y estudiantiles aportan a la dinámica de acumulación de fuerzas en la perspectiva de hacer visible para una parte de la sociedad un contrasentido al “común” instalado desde el poder. En efecto, resulta suficiente considerar el clima ideológico creado en el país en contra de las luchas por reivindicaciones económicas, proferidas desde el poder articulado de los capitales más concentrados, asociados a ellos desde el mensaje gubernamental, los profesionales del sistema y especialmente del poder mediático y comentaristas diversos. Muy pocas voces acompañaron desde el inicio las medidas decididas por colectivos organizados de trabajadores y trabajadoras en sindicatos y organizaciones populares. Son medidas que impactan sobre el conjunto de la sociedad, en dos sentidos. Para los de abajo estimula la lucha por una distribución progresiva de la renta socialmente producida. Desde el “sentido común” instalado por el poder, se ejercía presión ideológica propagandística ante el avasallamiento de “derechos” a la compra de autos o a la libre circulación por el centro porteño, por ejemplo. Nada, claro está, sobre los derechos de ingresos y condiciones de empleo o vida de los demandantes en conflicto contra las patronales, incluido el Estado y su política social y económica. Asistimos, con matices en algunos breves periodos, a casi medio siglo de distribución regresiva del ingreso y de la riqueza en el país. Empobrecimiento versus enriquecimiento El orden económico social expulsa la pobreza de los grandes centros urbanos hacia las periferias, lo que define el Gran Buenos Aires, la Capital y el conurbano bonaerense, en extensiones de contención de la pobreza con innumerables insuficiencias en las condiciones de vida de la población empobrecida en asentamientos carentes de mínimas posibilidades de alimentación, salud, educación, o energía, entre varis carencias. Sin embargo, los empobrecidos pueblan la ciudad Capital con sus movilizaciones y demandas. Les muestran a sus habitantes y al país sus carencias, con frío o calor.
Los acampes son la cara de contraste con la ciudad de la opulencia y el mayor índice de apropiación de ingreso geográfico en la Argentina. Movilizaciones y piquetes son la cara de la pobreza en contraste con la riqueza concentrada en la metrópoli porteña, ahora gobernada por la derecha explicita desde 2007. No toda la población de la capital argentina, ni del conjunto del país es la beneficiaria de la apropiación privada concentrada de la riqueza generada en el país, pero si son objeto de la manipulación ideológica de los mecanismos del poder que actúan para ganar “consensos sociales” a la situación existente de una pobreza del 36,5%, una indigencia en alza con el 8,8% para el cierre del primer semestre del 2022; del mismo modo que se reconoce un 40% de población trabajadora en situación irregular en el empleo, sin seguridad social e incierto futuro jubilatorio. La lucha sindical empuja la disputa por la renta Emblemático resultó en estas horas la negociación de la paritaria del neumático, con un sindicato que ganó la solidaridad mayoritaria de organizaciones populares diversas, a contramano del poder integrado, incluidas burocracias sindicales, sociales y comunicacionales que acompañaron la victimización de la lucha sindical, incluso convocando a la represión violenta, “meter balas” mediante desde la ultra derecha. La lógica del inversor capitalista “dador de trabajo” y “única” salida a los problemas de la Argentina, inflación mediante, recorre el discurso hegemónico. En este caso, desde la industria del neumático, estratégica en la cadena industrial del automotor, que asocia a las principales empresas industriales en la argentina con capitales altamente concentrados y fuertemente inserta en la transnacionalización capitalista. Insistiremos hasta el cansancio que “el capital” es trabajo acumulado, una conclusión que se arrastra desde los clásicos de la economía política. Que el trabajo en el capitalismo, por ende, en sociedades mercantiles y monetarias, es quien produce, bienes y servicios, que, bajo la modalidad capitalista, produce plusvalía y con su apropiación privada por los inversores, produce y reproduce al capital. Por eso la lucha sindical interviene en la disputa entre el capital y el trabajo para la apropiación del excedente socialmente generado, es una lucha por la plusvalía, forma de acumular poder en la disputa por el poder. Son trabajadores y trabajadores los creadores de la riqueza social, no el capital, tal como sustenta el mensaje hegemónico en la sociedad capitalista, en Argentina y en el mundo. La inflación, es de paso, una forma de accionar del poder para apropiarse de la plusvalía socialmente generada por el trabajo. Por eso el empobrecimiento estructural creciente y su contracara, el enriquecimiento de unos pocos, propietarios concentrados del gran capital. Inflación y poder La inflación argentina es producto de la lucha entre el trabajo y el capital, en donde pierden recurrentemente la fuerza de trabajo; pero también es un mecanismo de lucha entre capitalistas de distinta composición orgánica del capital (mayor peso del capital constante, o sea, capital fijo, las inversiones en maquinarias, materiales, materias primas, etc.). Es un tema de poder económico y político que atraviesa la disputa de la gestión del capitalismo local. ¿Quién manda sobre el conjunto? ¿El agro negocio de exportación, que incluye el complejo agroindustrial dominado por el capital concentrado de la alimentación y los transgénicos? ¿La financiarización del capital productivo y la banca transnacional asociada a los mecanismos especulativos, de endeudamiento y fuga? Los interrogantes involucran a las cámaras empresariales y a sus demandas, a las tradicionales como la Sociedad Rural y su arrastre sobre la Mesa de Enlace, como a la UIA y a la emergencia de la Asociación Empresaria que nuclea a los jefes de las grandes trasnacionales y nuevos emergentes del poder económico local, tanto como al complejo agroindustrial que negocia con el gobierno la promoción de la argentina exportadora. Esa interna empresarial interviene en el debate político por la gestión gubernamental desde adentro de ambas coaliciones que disputan la gestión capitalista local y por eso promueven sus relaciones con el poder mundial, especialmente en EEUU y en el FMI. Son debates y disputas hacia adentro del poder económico y político sobre la apropiación privada del plusvalor generado socialmente por el trabajo, bajo las distintas modalidades, por convenio o no, de manera regular o irregular. Todo el trabajo produce plusvalor, por eso, el capital no cede territorio en el mundo y explota hasta las poblaciones más empobrecidas del planeta, estén radicados en África o en nuestra América, caso de Haití, hoy nuevamente en revuelta popular, que demanda nuestra más activa y extendida solidaridad. ¿Por qué hay más inflación en Argentina que en otros territorios? Porque la disputa viene irresuelta, por lo menos desde el 2001. Argentina resolvió la ecuación del poder político, con consenso electoral ampliado en los 90, con convertibilidad extendida bajo gobierno peronista (1991-1999) y radical (1999-2001), un consenso capitalista estallado con la rebelión popular del 2001. Desde entonces pretende recomponerse a fuerza de lucha por la apropiación del ingreso, entre el capital y el trabajo y entre los propios capitales en función del poder relativo de los mismos, quienes lo hacen, entre otras formas, desde los precios, base de apropiación de las ganancias. El tema es creciente desde el 2006, motivo de la salida de Lavagna que no podía contener la escalada de precios y que se sostiene e incrementa desde entonces. En el mundo ocurre parecido, aunque la estabilidad de precios fuera contenida por el triunfo “político” del monetarismo ejercido desde los principales estados del capitalismo mundial, desde los 80 del siglo pasado, con Thatcher o Reagan, la caída del socialismo del este entre los 80/90, la subordinación de la socialdemocracia europea a esa dinámica de acumulación, y la fortísima ofensiva liberalizadora bajo la nominación “neoliberal”. La pandemia obligó a políticas recesivas en todo el mundo hacia el 2020, agravando la ralentización de la economía mundial al comienzo del siglo XXI y evidenciada con fuerza entre 2007 y 2009. El imaginario del fin pandémico hacia 2021 aceleró la carrera de precios para recuperar lo perdido y junto a las contradicciones explicitas en la disputa del poder mundial, la estabilidad de precios estalló y escaló la inflación en los principales países del capitalismo mundial. Ahora, con la guerra en Europa, las sanciones unilaterales y el desorden en el “orden” mundial (post 1945, post 1991) con peligro de guerra nuclear, en donde se disputa la hegemonía capitalista, los precios se disparan, especialmente de alimentos, energía y fármacos. Lo que se discute es la política, el poder, quién se apropia del plusvalor mundial, esencia del orden capitalista. Lecciones sobre el conflicto del neumático Por ello, la disputa del neumático constituye un ejemplo de la condición de posibilidad por transformar la realidad económica, si existe consecuencia en la asunción democratiza del mandato de base, a la que se suma la solidaridad social, sindical, popular, a contramano de un sentido elaborado desde el poder. Es posible derrotar la inflexibilidad de las empresas y la complicidad del poder integrado, con consecuencia y solidaridad social ampliada. Claro que no alcanza. Esta lucha económica demanda conclusiones políticas que suponen reorganizar al movimiento popular, bajo distintas tradiciones e identidades populares históricas y construir nuevas subjetividades en lucha, del que emergen programas de transformación y formas de organización articuladoras de una propuesta superadora de la sola gestión del capitalismo para intentar los que parece imposible: cambiar el mundo. Parecía imposible ganar la lucha del neumático, ante el coro de voces cómplices de los objetivos asociados a la demanda de las empresas del neumático y de todas las ramas asociadas y que definen el perfil productivo del país en tiempos de transnacionalización y crisis. La condición de posibilidad para el triunfo es la consciencia, la solidaridad la articulación popular y la lucha por un objetivo de transformación en contra del capitalismo y más allá.
* Doctor en Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Profesor de Economía Política en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario y de la FCEJYS de la Universidad Nacional de San Luis, Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP, e Integrante del Comité Directivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO (2006-2012). Integra la Presidencia de la Sociedad Latinoamericana de Economía Política y Pensamiento Crítico, SEPLA desde 2016. Director del Instituto de Estudios y Formación de la CTA, IEF-CTA Autónoma. Miembro del Consejo Académico de ATTAC-Argentina y dirige el Centro de Estudios Formación de la Federación Judicial Argentina