La Marcha Blanca
Un grito colectivo por la salud y la educación
por Cristina Peña
Este martes, 22 de octubre, miles de trabajadores de la salud, residentes, estudiantes universitarios y diversos sectores se unieron en la «Marcha Blanca» desde el Congreso hasta Plaza de Mayo, bajo la consigna: «La salud y la educación ni se vetan ni se negocian».
Este acto de movilización masiva no sólo intentó visibilizar las crecientes preocupaciones en torno a los derechos laborales y educativos, sino que también representó un punto de inflexión en la organización popular frente a las políticas gubernamentales recientes.
Los médicos y médicas residentes del Hospital Garrahan enfrentan diariamente el desafío de cuidar con diligencia a todos los niños, niñas y adolescentes. El compromiso va más allá de la jornada laboral estándar; pues frecuentemente extienden sus turnos hasta 36 horas, sacrificando horas de sueño y enfrentando situaciones límite. Este esfuerzo no sólo conlleva un desgaste físico, sino también emocional, al acompañar a pacientes y familias en momentos extremadamente difíciles. Actualmente, debido a la falta de reconocimiento salarial y al recorte en el presupuesto de salud pública, la situación de estos profesionales es desesperante. El último aumento salarial fue hace casi un año y promesas incumplidas recientes reflejan una desidia preocupante por parte de las autoridades.
Norma Lezana, de la Asociación de Profesionales de la Salud del Garrahan, expresó que la marcha marcó un quiebre significativo al reunir a una amplia coalición de trabajadores y estudiantes que abrazan la defensa de la salud pública y la universidad accesible para todos.
La coordinación entre diferentes sectores —desde los trabajadores de hospitales emblemáticos como el Garrahan hasta los estudiantes de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y otras universidades del conurbano— fue el corazón de esta movilización. Este evento no solo demostró la fuerza de la solidaridad entre diversos gremios y colectivos estudiantiles, sino que también subrayó la emergencia de una voz unificada desde las bases, en contraste con la inacción percibida de las estructuras sindicales tradicionales.
Agustín Romero, del sector disidente de la FUA y miembro del centro de estudiantes de la Facultad de Sociales, enfatizó la profundidad del movimiento estudiantil autónomo que está ganando fuerza. Rompiendo con las estrategias previas centradas en el cabildeo parlamentario, este sector aboga por una acción directa y coordinada entre asambleas autoconvocadas en todo el país. La toma de métodos históricos de protesta estudiantil busca revitalizar la lucha por una educación pública de calidad y accesible, libre de las injerencias políticas que han frustrado los avances anteriores.
La resistencia contra los vetos gubernamentales y las políticas que amenazan con socavar derechos fundamentales como las jubilaciones, la educación y la salud pública es palpable. Sin embargo, los participantes reconocen que el camino por delante no será fácil. La resistencia a las políticas de austeridad y la defensa de los servicios públicos es una batalla constante que requiere unidad y determinación.
En resumen, la «Marcha Blanca» no sólo fue una manifestación de fuerza y unidad entre trabajadores de la salud y estudiantes, sino también un llamado claro a las estructuras sindicales y políticas establecidas para que se alineen con las demandas populares. Desde el hospital Garrahan hasta las aulas universitarias, la voz del pueblo resonó alto y claro: no se tolerarán recortes ni compromisos que pongan en peligro los derechos duramente conquistados.
Este evento marca un hito en la resistencia popular en Argentina, destacando la capacidad de las bases para organizarse independientemente y luchar por un futuro más justo y equitativo. La coordinación desde abajo, lejos de los intereses partidarios y sindicales convencionales, promete continuar siendo un faro de esperanza y acción colectiva en tiempos de incertidumbre política y económica.