La muerte del Senador Martín Fierro

por Carlos Semorile

“Ha muerto el senador Martín Fierro”. Con este título un diario de La Plata de fallecimiento de José Hernández, quien ya era llamado de esa manera desde la publicación de “El gaucho Martín Fierro”, poema que no encontró eco alguno entre la intelectualidad metropolitana que lo sepultó bajo un poderoso manto de silencio mientras era devotamente leído y escuchado por el paisanaje de los fogones, que lo compraba en las pulperías y almacenes.
Hacia 1879, cuando se publica “La vuelta de Martín Fierro”, ya se habían vendido 72.000 ejemplares oficiales de la primera parte del poema y una cifra similar de ediciones clandestinas.
Fracasada la estrategia del ninguneo, la crítica primero condenó severamente a la obra, y luego intentó hacerla pasar como “la de un vihuelista más o menos inspirado”. ¿Por qué las plumas de la alta cultura procedieron de este modo? Para desvirtuar un libro de combate que denunciaba “la persecución, esclavitud y aniquilamiento de nuestras poblaciones criollas, sometidas al duro vigor de la invasión extranjera con el pretexto de extender en el país las formas de la civilización”.
“En toda la América Latina -escribió Hernández- domina la costumbre secular de mantener en el más completo abandono las clases proletarias que son, sin embargo, la base nacional de su población, su fuerza en la guerra y su garantía en la paz. El `lepero´ de México, el `llanero` de Venezuela, el `montubio` del Ecuador, el `cholo` del Perú, el `coya` de Bolivia y el `gaucho` argentino no han saboreado todavía los beneficios de la independencia no han participado de las ventajas del progreso, ni cosechado ninguno de los favores de la libertad y de la civilización”.
En escritos como éste se advierte que hay un Hernández que, deliberadamente, ha sido ocultado. No es que se desconozca que además de poeta fue militar, periodista y político, pero no se menciona que todas estas actividades estuvieron subordinadas a una condición esencial: José Hernández fue un militante. “Por convicciones políticas Hernández empuñó las armas siempre; por convicciones políticas fundó periódicos, escribió artículos y panfletos, pronunció discursos (y) debemos ver en la formación del poema, que éste nace del mismo propósito”.
Hernández militó en las filas del federalismo, expresión popular de las provincias que se negaban a ser meras exportadoras de materias primas sin valor agregado, para exclusivo beneficio de las élites porteñas coaligadas con el interés del capital extranjero, principalmente británico. Así, por ejemplo, Hernández escribe “Vida del Chacho”, una obra prácticamente ignorada por la crítica en la que reivindica al caudillo riojano Ángel Vicente Chacho Peñaloza. “Los salvajes unitarios están de fiesta -dice Hernández-. El partido federal tiene un nuevo mártir (…) El General Peñaloza (…) acaba de ser `cosido a puñaladas` en su propio lecho, degollado, y su cabeza ha sido conducida como prueba del buen desempeño del asesino, al bárbaro Sarmiento”.
En el mismo folleto, le advierte a Urquiza por su política conciliadora con Mitre: “No se haga ilusión el general Urquiza; el puñal que acaba de cortar el cuello del general Peñaloza (…) es el mismo que se prepara para él en medio de las caricias y los halagos que le prodigan traidoramente sus asesinos (…) su cabeza está en ofrenda para el sangriento festín en que el partido unitario vive desde 1928, desde el bárbaro asesinato del coronel Dorrego. No se haga ilusión el general Urquiza con las amorosas palabras del general Mitre (…) El puñal está levantado”.
Durante el exterminio del Paraguay industrialista de Solano López, Hernández se opuso a esta guerra: “¿Cómo se atreven todavía a sostener que el pueblo paraguayo es susceptible de ser regenerado, si por regeneración se entiende aceptar dócilmente la dominación extranjera?”.
Y fue concluyente en su caracterización de Mitre: “No existe en la historia argentina en toda la época transcurrida desde el día en que apareció la influencia de D. Bartolomé Mitre, una sola página que no esté salpicada con sangre (…) la América Republicana ha reprobado con legítima indignación el rol a que él la empujó por medio de la Alianza en la guerra contra el Paraguay. Dentro y fuera del país, su preponderancia ha sido objeto de desgracias, de lágrimas, de incendio y de devastación”.
Como antimitrista consecuente, José Hernández apoyó la federalización de Buenos Aires, y su firma figura en el acta fundacional del Partido Autonomista Nacional.

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