La Otra Historia de Buenos Aires

Segundo Libro: 1636 – 1735
PARTE V  (B)

 por Gabriel Luna

Año 1640. La gobernación de Cueva y Benavídez acabó antes de lo previsto. Hubo un pleito entre el Cabildo y el Gobernador, porque éste decidió dejar la aldea de Buenos Ayres para hacer una campaña contra los indios calchaquíes que asolaban Santa Fe; y hubo otro pleito infernal y difícil de explicar, sostenido por el obispo Aresti contra el Gobernador.[1] Los pleitos viajaron a la Audiencia de Charcas en Perú y luego fueron a España donde, por un singular acontecimiento, se perderían. Pero antes de eso, la Audiencia de Charcas llamó a declarar al gobernador Mendo de la Cueva y le asignó un suplente.

En esa época las resoluciones y las noticias viajaban lentas, lo mismo que las personas. Recién el 6 de noviembre de 1640, cuando el obispo Aresti ya había muerto y Mendo de la Cueva estaba terminando su campaña contra los calchaquíes, llegó el suplente a Buenos Aires. Se trataba de Francisco Avendaño y Valdivia, que era gobernador de Tucumán y también se haría cargo del Río de la Plata. No había más noticias ni resoluciones. El jueves 8 de noviembre se celebró un cabildo al que asistieron Juan Vergara, González Pacheco, Pedro Sánchez Garzón, Alonso Agreda de Vergara, y otros notables de la Aldea. Allí se tomó juramento a don Francisco Avendaño y luego el teniente de gobernador Juan de la Cueva -el hijo de Mendo de la Cueva- entregó la vara de justicia al nuevo Gobernador.
Así fue como Juan de la Cueva se liberó de las cuestiones de Estado, deberes y rutinas militares, que le había encomendado su padre, y pudo consagrarse a lo que juzgaba verdaderamente esencial. Salió del Cabildo y atravesó la Plaza Mayor -actual Plaza de Mayo- rumbo a la Catedral. Pero no entró en la iglesia sino en la residencia de al lado, que tenía cristales de Venecia, patios con naranjos y jazmines, almohadones de damasco, vino castellano, sábanas de Holanda y, lo más importante de todo, el cuerpo desnudo, tibio y resplandeciente de María Guzmán Coronado.

Mientras tanto, Mendo de la Cueva -sin saber que había sido suplantado, ni que su hijo gozaba con la mujer más voluptuosa, exquisita y codiciada de Buenos Aires- seguía obrando como gobernador y trataba de imponer en Santa Fe un conjunto de ordenanzas para mejorar las relaciones entre indígenas y españoles. No trataba solamente de evitar conflictos armados -que ya de por sí resultaban difíciles de controlar por la desproporción numérica y las características del territorio- sino de establecer convenientes relaciones sociales. Y esto debe interpretarse como: convenientes relaciones de producción.

La economía colonial, que producía riqueza para las metrópolis, tenía la siguiente característica. El español no venía a América para trabajar con sus manos sino para hacer fortuna y/o recibir honores (la subestimación del trabajo manual formaba parte de la ideología imperial). En consecuencia, la fuerza de trabajo productora de riqueza era indígena o africana. Mendo de la Cueva -lo mismo que Hernandarias- había decidido luchar para consolidar la fuerza de trabajo indígena, pero el interés de Buenos Aires se centraba en la fuerza de trabajo africana. Buenos Aires era una factoría de esclavos. No quería poner en riesgo este negocio.[2]Por eso De la Cueva fue destituido. Juan Vergara (regidor), González Pacheco (alguacil mayor), Pedro Sánchez Garzón (alcalde), Alonso Agreda de Vergara (escribano), y otros tantos notables de la Aldea que portaban títulos y formaban la elite porteña, eran traficantes y contrabandistas de esclavos africanos.

Por otro lado, lo que sucedía en las metrópolis resonaba en las colonias. El 1 de diciembre de 1640 en Portugal, los partidarios del duque de Braganza tomaron el palacio de Lisboa, mataron al secretario de Estado, prendieron a la virreina, Margarita de Saboya, prima de Felipe IV y duquesa de Mantua, y la llevaron ilesa hasta la frontera con España. Este acontecimiento, llamado después Levantamiento de Portugal, generó una guerra.[3] La resonancia en América fue un aumento notable de los ataques bandeirantes contra las reducciones jesuitas en Corrientes y Misiones. Estos ataques tenían como objetivo capturar fuerza de trabajo indígena para los ingenios azucareros paulistas. Y hubieran servido además como vanguardia para ocupar territorio español, pero serían rechazados por el ejército guaraní que había ayudado a formar, precisamente, Mendo de la Cueva.

El 13 de diciembre de 1640 en Buenos Aires, don Francisco Avendaño Valdivia entregó la gobernación a Ventura Mujica y volvió a Tucumán. Poco se sabe de Ventura Mujica y poco duró su gobernación. Era caballero de Santiago, fue nombrado gobernador por el rey, llegó a bordo del navío “Nuestra Señora de Nazaret”, presidió las elecciones en el cabildo del 1º de enero, y murió el 8 de enero de 1641. Su mandato duró apenas 26 días. Fue enterrado en iglesia jesuita y (cosa extraña) dejó un testamento sin firma donde nombraba para sucederle como gobernador a Pedro Rojas Acevedo, acaudalado y notable miembro de la elite porteña: escribano, alcalde y contrabandista de esclavos africanos.

Pedro Rojas Acevedo había llegado a Buenos Aires hacía más de treinta años junto a su hermano, Gaspar, que había comprado el oficio de escribano de la Hacienda Real. Gaspar Acevedo había hecho una asociación ilícita con Simón Valdez, el tesorero de la Hacienda Real, para desviar fondos de la Corona, comprar esclavos africanos y venderlos en Potosí. El tránsito de esclavos en el Río de la Plata estaba prohibido pero lo encubrió el entonces teniente de gobernador Juan Vergara. Creció el negocio, la asociación ilícita se convirtió en una organización criminal poderosa, capaz de derrocar o asesinar gobernadores virtuosos. La Organización prescindió de los fondos de la Corona, tuvo su propio banco. Diego de Vega, mercader y dueño de navíos, se encargó de financiar el tráfico ilegal, fue el primer banquero del Río de la Plata. Y Pedro Rojas Acevedo -como notable miembro que era, de la elite porteña- tendió lazos de intereses y de sangre con la Organización: se casó con María de Vega, la hija del banquero.[4]
El 21 de enero de 1641 -cuando todavía no había llegado a Buenos Aires la noticia del Levantamiento de Portugal- llega triunfante de su campaña contra los calchaquíes, don Mendo de la Cueva y Benavídez. Ha escarmentado a los insumisos, ha levantado un fuerte, e impuesto ordenanzas de convivencia y trabajo entre indígenas y encomenderos, pero nadie acude a recibirlo en las cercanías de la Aldea, como ocurría con los visitantes ilustres. No hay formación de honor exhibiendo el estandarte real, salvas de artillería ni guirnaldas en la Plaza Mayor. La gente parece no verle, quizá porque ha visto desfilar cuatro gobernadores consecutivos en apenas tres meses. Pero tampoco es una razón. ¡Qué más le veían cuando era excomulgado!, protesta extrañado Mendo de la Cueva por el comportamiento de los vecinos, que no reconocían los méritos de su campaña ni tampoco su dedicación a la defensa de Buenos Ayres. Y no termina de extrañarse, porque le han mudado, junto con su esposa y su hija, a una casa de barro de una sola habitación. ¡Mal rayo los parta! Y se entera además de que su hijo Juan ya no vive con ellos, porque está amancebado con María Guzmán Coronado. ¡La misma mujer que había tenido un crío bastardo de Dávila! -su compañero de armas y ex gobernador-. La mujer con residencia a la par de la Catedral, que tanto había escandalizado al obispo Aresti. Tal escándalo, se volvió locura. Porque el Obispo le colgó un pleito a él, Mendo de la Cueva, además de excomulgarlo, por no apresar a Dávila y llevarle a juicio eclesiástico. El Obispo quería condenar a Dávila por lujuria y concubinato con esta mujer. La que hacía representaciones sacrílegas de la Virgen. ¡La misma mujer que ahora está con su hijo!

Mendo de la Cueva cavila estas cosas mientras camina errático por la Aldea, dando vueltas como sus pensamientos. Maldice la casa de barro, no se acostumbra a las cuatro paredes después de tantos horizontes. Maldice a los porteños. Al día siguiente, dos diputados del Cabildo le ordenan que tenga su morada por cárcel hasta la resolución de los pleitos en la Audiencia de Charcas. Y le prohíben hablar mal de los vecinos bajo la pena de mil pesos de multa.

(Continuará…) 


[1] Asuntos desarrollados en las Partes III y IV.

[2] Uno de los riesgos era el reemplazo de los esclavos por la fuerza de trabajo indígena.

[3] El Levantamiento fue una conspiración de los cortesanos lusitanos contra la Corona española, que abría nuevos frentes de guerra y no protegía las colonias portuguesas en Asia y América de los ataques holandeses. EL Levantamiento provocó la separación de los reinos. Portugal se independizaría de España tras varias batallas 28 años después, en 1668.

[4] El origen, la historia y las consecuencias de esta Organización o matriz mafiosa formada por la elite porteña y también las historias de sus personajes: Diego de Vega, Simón Valdez, Juan Vergara, etc., están en libro “La Otra Historia de Buenos Aires (1536 – 1635)” Ed. Punto de Encuentro.

La Otra Historia de Buenos Aires. Libro II (1636 – 1737)

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