La Otra Historia de Buenos Aires

Segundo Libro
Parte XVI

por Gabriel Luna

25 de mayo de 1656. Juan Arias de Saavedra atisba la polvareda desde una atalaya de piedra y troncos. La atalaya está en un asentamiento, construido de apuro y sin alarife, para evitar que los malones calchaquíes avancen sobre Santa Fe.

El asentamiento está ubicado en un valle, junto a un río, entre un desierto y un monte. Y la polvareda está en el desierto, pero no son indios, calcula Saavedra, sino españoles. Tampoco son refuerzos, dice cuando puede verlos mejor.

Dos jinetes entran al asentamiento. Hay cercas de tronco y piedras, varias carretas, tres barracas hechas con simples trenzas de barro, troncos y paja, un corral, varias tiendas, un cañón con su cureña y la atalaya. El asentamiento se llama fuerte Baygorri. Los jinetes han hecho noche en Santa Fe pero vienen de Corrientes. Son diputados del Cabildo correntino y traen un pedido urgente para el teniente de gobernador Saavedra. Quieren que el teniente de gobernador permita regresar a la milicia de vecinos correntinos: “porque allá no hay gente de servicio y si la hay es poca, pasamos pues por los mayores aprietos. No hay quien coseche ni siembre, ni amase o corte leña, tampoco quien haga las vaquerías o haga el abasto de carne. Somos muy pocos, pronto vienen los fríos, no podremos sustentarnos”.

El fuerte Baygorri ocupaba a setenta vecinos correntinos, de un total de ciento trece.[1] Además de la enorme disminución laboral y sus consecuencias, había cierto malestar en Corrientes porque el Fuerte servía como defensa exclusiva de Santa Fe. Y además Arias de Saavedra era santafesino, hacendado de Santa Fe, y sin embargo nombrado teniente gobernador de Corrientes. Había cierta animosidad contra los santafesinos nombrados tenientes en Corrientes, porque al no tener vinculación con los vecinos caían fácilmente en la corrupción y solían repoblar sus propios campos con hacienda cimarrona de Corrientes. Hasta tal punto sucedía esto, que había una ordenanza en la Real Audiencia de Charcas para impedir el nombramiento de tenientes que no fueran correntinos. Pero no fue aplicada en este caso por dos razones: la intervención del gobernador Baygorri que -debido a impulsos desconocidos para la mayoría- había privilegiado a Arias de Saavedra nombrándolo capitán de guerra y jefe de la campaña contra los calchaquíes y las demás tribus, y porque la campaña había empezado con éxito impidiendo los malones a Corrientes.

A principios de junio, Saavedra vuelve con los vecinos a Corrientes, dejando en el Fuerte a la tropa y milicia santafesinas. Y pese a los festejos y honores recibidos por la campaña y a la vinculación afectuosa con los vecinos, aparece la corrupción. El asunto se descubre en agosto cuando llega a Corrientes el oidor de la Real Audiencia, Juan Blázquez de Valverde.

Debido al conflicto desatado por obispo Cristóbal Mancha Velazco sobre la presunta existencia de minas de oro explotadas secretamente en las reducciones y la conveniencia para la Corona de anexar dichas reducciones al control de la diócesis, el oidor Blázquez Valverde decide visitar la reducción franciscana de la Limpia Concepción de Itatí.[2] No encuentra las minas de oro pero sí la explotación y el robo. Los franciscanos denuncian al Oidor que Arias de Saavedra saca indios de la reducción a modo de encomienda para hacerlos trabajar en sus vaquerías de ganado cimarrón correntino. Envía los cueros a Buenos Aires en balsas tripuladas por los indios. Y no les paga salario, quebrantando así una real cédula que indica el trabajo indígena voluntario y remunerado fuera de las reducciones.[3] A esto se suma el robo de ganado, “con grande daño a todos los vecinos de Corrientes y en particular a los más pobres”. La denuncia conmueve al Cabildo. Se reclama al oidor Valverde la pronta destitución del otrora festejado teniente de gobernador Arias de Saavedra. El oidor Valverde responde al Cabildo correntino por escrito, que él no tiene comisión para poner o quitar tenientes, pero que el cuerpo del Cabildo sí tiene un instrumento para hacer justicia, y debe aplicarlo o de lo contrario quedar en falta. Y cita después una parte de la mencionada ordenanza de la Real Audiencia de Charcas: “Que no pueda ser teniente en esa ciudad ningún forastero de los que vienen con la capa al hombro, sino vecino que tenga qué comer y de qué ocuparse”.

Mientras tanto en Buenos Ayres, el gobernador Baygorri recibe y fomenta las remesas de cueros de Saavedra y otros hacendados. Crece el flujo de balsas y carretas y también la actividad del puerto. Tras la peste que ha mermado a los esclavos y el triunfo de los jesuitas frente al obispo Mancha, rematado con el éxito de la campaña contra los calchaquíes -atribuible en gran parte al ejército jesuita-[4], Baygorri ha reclamado a España un navío de registro, que traería faltantes y premios: esclavos negros, mercancías refinadas, y también una cantidad de jesuitas eufóricos para engrosar y multiplicar las misiones. El navío es acordado pero no llega, y el Gobernador recibe el consejo de comerciar directamente con los holandeses. Asesorado por el joven mercader y terrateniente Tomás Rojas Acevedo -uno de los hombres más ricos de Buenos Aires-,[5] Baygorri abre el puerto a los navíos holandeses y empieza una acumulación de cueros.

Se restablece entonces el negocio más estudiado y rentable del Río de la Plata, a saber: el contrabando de esclavos angoleños y plata potosina, cubierto por el tráfico de cueros y mercaderías europeas.

Baygorri tiene la esperanza -además de hacer dinero- de seducir a Tomás Rojas Acevedo, moreno elegante y bien plantado, de apenas treinta años. Pero no hay en Rojas Acevedo inclinación ni necesidad. Está casado con doña Beatriz de Lezcano, dama de estirpe y natural de Sevilla. Vive en la casa más lujosa de Buenos Ayres -que estaba ubicada en la manzana comprendida por las actuales calles: Defensa, Moreno, Balcarce, Alsina-. Y disfruta como amante -sólo con cruzar una calle- de la más hermosa, sensual, mística y musical mujer de la Aldea: doña Ana Matos Encinas, quien inició al joven Tomás Rojas Acevedo en la dicha del amor y los misterios de la piel cuando lo tomó como amante a los quince años. Ana Matos Encinas, una relevante hetaira criolla, vive en la actual esquina de Moreno y Defensa, frente a la iglesia de San Francisco. Ana Matos junto a María Guzmán Coronado y unas pocas mujeres más, fueron quienes fundaron la nueva elite porteña con la impronta de un fuerte erotismo místico. Baygorri no tiene la menor chance con Rojas Acevedo. El gobernador Baygorri extraña a su teniente amante Saavedra, que está lejos e incontaminado de las hetairas porteñas.

Mientras tanto en Corrientes, el teniente de gobernador Arias de Saavedra enfrenta una crisis. El alcalde Nicolás Villanueva y el procurador franciscano Juan Baqueano le han armado una causa por explotar a los indígenas, robar ganado para enviar los cueros a Buenos Ayres, y utilizar el título de teniente de gobernador quebrantando una ordenanza de la Real Audiencia.

La corrupción en el mundo colonial es escalonada y dependiente de las metrópolis. Los piratas ingleses hacen un bloqueo en Andalucía que impide el envío de un navío de registro al Río de la Plata. Ante eso, Baygorri abre el puerto al contrabando. Y Saavedra, para enviar los cueros, delinque.

Arias Saavedra niega las acusaciones pero, acorralado en la causa, renuncia a mediados de 1657. Viaja a Buenos Ayres y su protector Baygorri lo nombrará teniente de gobernador de Santa Fe en 1659.

(Continuará)

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[1] Entonces se consideraban vecinos sólo a los propietarios de casas y tierras, que además pudieran integrar milicias para proteger la ciudad y tuvieran cierta permanencia en la zona. De modo que la población estimada de la aldea de Corrientes en 1656, considerando no propietarios,  mujeres, niños, indígenas y esclavos, era de 500 personas.

[2] Sobre el conflicto de poder entre el obispo Cristóbal Mancha,  los jesuitas y el gobernador Baygorri, ver  La Otra Historia de Buenos Aires, Segundo Libro, Parte XV, Periódico VAS Nº 67.

[3] Arias de Saavedra había sido llamado a Buenos Aires, dos años atrás, para responder por la misma práctica.

[4] Ver La Otra Historia de Buenos Aires, Segundo Libro, Parte XV B, Periódico VAS Nº 68.

[5] Tomás Rojas Acevedo es hijo de María Vega y nieto de Diego de Vega, el banquero que inició el crimen organizado y el contrabando de esclavos a gran escala en el Río de la Plata.

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La Otra Historia de Buenos Aires. Libro II (1636 – 1737)

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