La Otra Historia de Buenos Aires

Segundo Libro

PARTE XXI B

 por Gabriel Luna

Doblan las campanas. Una procesión abanicada en incienso parte de la catedral entre crespones negros presidida por el obispo Cristóbal Mancha -llevado en silla de manos- seguido por dominicos, jesuitas, mercedarios y franciscanos. El conjunto parece una nube pequeña caída de una tormenta lejana. La procesión se detiene frente al Cabildo donde hay un tablado, allí se le unen seis capitulares y avanza, rodea la Plaza cantando letanías, pasa por la casa más rica del pueblo levantada por el contrabandista Vergara (donde hoy está el Banco Hipotecario), pasa por la casa de oficiales reales, que combaten principalmente a los indígenas, y en el Fuerte la recibe el gobernador Martínez Salazar. Se lee entonces un bando panegírico, que incluye fragmentos de la cédula enviada por la reina Mariana de Austria. Y la nube crece, se agita, da vueltas grises, se santigua, arrodilla, y vuelve con más soldados y vecinos a la catedral, como en un vía crucis, como en un andar sonámbulo entre letanías e incienso, hasta que el obispo Mancha y cuatro dominicos, todos portando casullas negras sobre las albas, celebran una misa solemne.        

Las honras fúnebres de Felipe IV y los festejos por la asunción de Carlos II tuvieron lugar en Buenos Ayres los días 2 y 3 de febrero de 1667, a casi dos años de la muerte del rey. La Aldea, remota en tiempo y espacio, nunca ha visto a un rey, lo imagina como un dios: lejano pero omnipresente, valga el oxímoron. En tiempos del absolutismo el rey parecía constituir todos los sujetos las cosas. Al morir Luis XIV dijo: “Yo parto, Francia se queda”, como si fuera necesario establecer una separación para que la vida continuara. El reinado de Felipe IV duró cuarenta y cuatro años, más de lo que vivían la mayoría de sus siervos, y su hijo Carlos II reinaría treinta y cinco años.

Tras la misa solemne hay luminarias en el Fuerte y en las casas principales. Y al día siguiente se dispone una alfombra, un dosel y un bufete sobre el tablado instalado frente al Cabildo. Mientras que en la sala del ayuntamiento el capitular Juan Baez Alpoin y el alcalde Juan Arias Saavedra a cargo de los festejos entregan el estandarte real al corregidor Amador Rojas Acevedo. Quien monta a caballo y recorre las calles del pueblo con extensa guardia de infantería y montada, exhibiendo el estandarte y convocando a las gentes, que lo aclaman y forman detrás de él a caballo o a pie, llevando mosquetes y arcabuces los hombres, pañuelos las mujeres y los niños, como si formaran un ejército a punto de conseguir la victoria y las mujeres y los niños lo acompañaran para despedirlo en las afueras. Pero nunca salen del pueblo. Vuelven al tablado frente al Cabildo, donde se sube el Corregidor, bate el estandarte y grita: “Don Carlos II deste nombre, que Dios guarde al rey de Castilla y de León y destos reinos de Indias. ¡Viva! ¡Viva!”. Hay una aclamación, se producen disparos de artillería desde el Fuerte, se suman los mosquetes y arcabuces de los concurrentes. Entonces el Corregidor extrae un cajón del bufete y arroja muchas monedas de plata por la Plaza y hasta por los tejados del Cabildo, donde trepan pronto los niños. Luego se pide silencio. El Corregidor bate otra vez el estandarte, dice su parlamento. Y la escena vuelve a repetirse para gran alegría y regocijo de las gentes hasta vaciar tres cajones del bufete. Hecho lo cual, la comitiva da un paseo por lo restante del pueblo llevando otro cajón de plata y vuelve al tablado donde esperan el presidente y los oidores de la Real Audiencia. El estandarte vuelve con su guardia al tablado. El Gobernador baja el precio del vino, hay luminarias, alegría en las calles y a rey muerto, rey puesto, se oye decir en las pulperías.   

————————————————————————————————

La Otra Historia de Buenos Aires. Libro II (1636 – 1737)

Parte I
Parte I (continuación)
Parte II
Parte II (continuación)
Parte III
Parte III (continuación)
Parte IV
Parte IV (continuación)
Parte V
Parte V (continuación)
Parte V (continuación)
Parte VI
Parte VI (continuación)
Parte VII
Parte VII (continuación)
Parte VIII
Parte VIII (continuación)
Parte IX
Parte IX (continuación)
Parte X
Parte XI
Parte XII
Parte XIII
Parte XIV
Parte XV
Parte XV (continuación)
Parte XVI
Parte XVII
Parte XVIII
Parte XIX
Parte XX
Parte XX (continuación)

Parte XX (continuación)
Parte XXI

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *