La Otra Historia de Buenos Aires
Antecedentes
PARTE II
por Gabriel Luna
La enfermedad de Pedro Mendoza era un secreto a voces. Al caballero pocas veces se lo veía en pie, guardaba cama o iba en silla de manos. No parecía dolido, tampoco melancólico. Solía haber actividad y también bullicio a su alrededor. A veces “guardaba” escritorio y se lo veía una o dos horas entre documentos, órdenes varias, mensajes, soldados, cartas, banqueros, noticias, navegantes, planos inciertos, matemáticos, astrolabio y compás. Disimulaba la enfermedad, pero la notaban sus amigos nobles, los cortesanos, los capitanes, los soldados, y hasta los matemáticos del astrolabio, también los curas, los aduladores y -por supuesto- los sirvientes: era un secreto a voces. Pero muy pocos, apenas tres, sabían de qué estaba enfermo. La mayoría (tal vez por su propio interés) le atribuía un mal pasajero o caprichoso y le auguraba mejoría. Porque Pedro Mendoza, el caballero andaluz, tenía sólo 34 años y todos los recursos para curarse. Y debía curarse por el bien de los que lo rodeaban, y por el bien de los que rodeaban a quienes lo rodeaban. Todos eran una multitud. Mendoza constituía en sí mismo una suerte de gran empresa. Había sido elegido adelantado, pese a la enfermedad, pero gracias a su gran fortuna que le permitía costear la expedición. Y también por su nobleza, según decía el rey Carlos I -que tiene la misma edad que Mendoza y lo conoce desde los 16-, porque había un abismo entre la cultura y el donaire de don Pedro de Mendoza y la avaricia rústica de un Cortés, un Almagro o un Pizarro.
¿Pero por qué semejante empresa? Se hablaba en el escritorio del caballero andaluz de 1500 tripulantes, de una flota de 13 ó 15 navíos, varios de gran peso y calado. Se hablaba de mucha infantería, de cañones, caballería, de arsenales y pertrechos; de llevar calafates y albañiles, también curas, de recoger 200 esclavos en Guinea; de llevar además de los caballos, ganado vacuno. Se trataba de una empresa de carácter militar, de la más grande expedición enviada hasta entonces al Nuevo Mundo, a un lugar prácticamente desconocido. ¿Cuál era la expectativa?
¿Por qué esta gran expedición al Río de la Plata? La empresa de Mendoza tiene su antecedente en 1514, cuando el rey Fernando II -el abuelo de Carlos I- capituló con Juan Díaz de Solís para buscar al sur de Brasil un paso entre el océano Atlántico y el Pacífico, y hacer además la cartografía según el tratado de Tordesillas para fijar los límites entre España y Portugal en el Nuevo Mundo.
Solís era un caballero andaluz, como Mendoza. Pero no tenía fortuna y era un eximio navegante, tampoco estaba enfermo. Solís fue piloto en la expedición de Yáñez Pinzón que circundó Cuba e hizo la cartografía en 1508, también aportó datos de Venezuela, Nicaragua, la península de Yucatán y el golfo de México, que relevó mientras buscaba un paso hacia las Indias. En 1512, el rey nombró a Solís piloto mayor de la Casa de Contratación -reemplazando al insigne Américo Vespucio-. Y ocurrió a fines del 1512 que los portugueses, llegaron a las Indias por la ruta oriental -bordeando África- y fueron más allá hasta encontrar el Maluco, las codiciadas islas de las Especias. Estas noticias tardaron más de un año en llegar a España. En 1514 hubo la capitulación con Solís y la misión secreta, además de la cartográfica, de encontrar un paso hacia la Especias por una ruta occidental para competir comercialmente con Portugal o reclamar el Maluco como tierra española, según el tratado de Tordesillas.1 En agosto de 1515 el rey Fernando II proveyó tres carabelas ligeras, tripulación y bastimentos, todo a cargo de la Corona. Y el 8 de octubre zarpó del puerto Sanlúcar de Barrameda la ligera pero ambiciosa flota de Solís -con apenas 70 tripulantes- rumbo al oeste y al sur, hacia lo desconocido.
Se sabe que Juan Díaz de Solís y parte de su tripulación tuvieron un final trágico y espectacular. Nunca visto ni supuesto por los expedicionarios de la época. Se sabe que el 28 de diciembre la expedición recaló en el actual puerto de Santos, Brasil, y que el 20 de enero de 1516 estuvo en la actual Punta del Este, que Solís -según su interpretación del tratado de Tordesillas- consideró tierra española y la bautizó con el nombre de Puerto de Nuestra Señora de la Candelaria.2 Se sabe que siguió navegando sin perder de vista la costa hacia el oeste, y que encontró un “mar dulce” correspondiente a la desembocadura de un gran río.3 Dado el poco calado de las carabelas, la flota pudo explorar el estuario haciendo mediciones y buscando el paso transoceánico. No había en la cartografía referencias de las costas, ningún europeo había estado allí. El lugar se llamaría Río de Solís y años después, Río de la Plata. Se sabe que el 23 de enero murió el rey Fernando II en Burgos (Solís nunca lo sabría) y que también por esa fecha murió el despensero de la flota de Solís, que fue enterrado en una isla del estuario bautizada con el nombre del despensero: Martín García. Fue la primera vez que los españoles tocaron el actual territorio argentino. Luego de esto, se sabe que Solís remontó el río siguiendo la costa oriental y que en un lugar indeterminado, posiblemente en las cercanías de la actual Carmelo y la desembocadura del arroyo Las Vacas, vio indígenas. No tuvo mayores precauciones, ya había hecho contacto con los aztecas durante la expedición de Yáñez Pinzón. De modo que Solís desembarcó con ocho tripulantes, para recabar información sobre el paso, la cartografía, los víveres, las especias, los metales preciosos, pero no tuvo la misma suerte que en el Yucatán con los aztecas. No pudo hacerse entender repartiendo dibujos, cuentas de rosario, géneros y espejos. Los indígenas -que habían sido vistos por los navegantes como un pequeño grupo- se multiplicaron por cientos surgiendo inesperadamente de los pastizales, los juncos y las totoras; rodearon a los españoles y les dieron muerte a flechazos. A todos menos a uno. La acción fue tan rápida que los tripulantes de las carabelas -a tiro de piedra de la orilla- quedaron pasmados. Tampoco podían enfrentar a ese ejército fantasma. Miraban aterrados. Y el espectáculo ofrecido a continuación jamás lo olvidaron. Los indígenas limpiaron los cuerpos flechados, los despedazaron con prolijidad y los comieron. Comieron al capitán y piloto mayor Solís, a cinco marinos, a un matemático y a un cura. Se salvó el más joven. Un grumete llamado Francisco Puerto, que vivió muchos años con los indígenas.
No se sabe si estos indígenas eran charrúas o guaraníes, tampoco se sabe si se trató de una antropofagia ritual para apoderarse de la fuerza y sabiduría de los muertos, o si se trató de una acción disuasoria para echar a los españoles del territorio; esta última hipótesis permite suponer que los indígenas iban siguiendo la flota a escondidas y habían decidido tenderle una emboscada.
Se sabe que Francisco Torres, el cuñado de Solís, asumió el mando y ordenó la retirada. Fueron a aprovisionarse con carne de lobos marinos en el Puerto de la Candelaria -actual Punta del Este- y decidieron poner fin a la expedición. Las tres carabelas volvían bordeando Brasil pero una se perdió en las tormentas de marzo y naufragó en la isla Santa Catarina -hoy conocida como Florianópolis-. Quedaron allí sus 18 tripulantes al mando de Alejo García.
El 14 de marzo de 1516, Carlos I (nieto de Fernando II) asumió el trono de España y conoció al andaluz Pedro de Mendoza. Y el 4 de septiembre, llegó a Sevilla la malograda y diezmada expedición de Juan de Solís.
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1. El tratado de Tordesillas data de 1494 y establece una división de colonias entre España y Portugal según una línea imaginaria (un meridiano, en la actualidad) situada 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde. El oriente de la línea, parte de Brasil y África, correspondía a Portugal. Y el occidente a España. La línea que correspondía al meridiano de 46º 36’ O. nunca pudo ser medida exactamente y acarreó múltiples conflictos.
3. En este caso eran dos ríos: el Paraná y el Uruguay.Imagen de portada: Víctor Crisóstomo Gómez