La Otra Historia de Buenos Aires
Antecedentes
PARTE XXXII
Sousa y la aventura del Río de la Plata
por Gabriel Luna
La flota de Martín Afonso Sousa permanece más de dos meses en el Río de la Plata. Una expedición a bordo de un bergantín con remos llega hasta la tierra de los querandíes, a una meseta de la pampa húmeda sobre el río Paraná -donde hoy está la ciudad de San Pedro, provincia de Buenos Aires- y toma posesión de ese territorio para la Corona portuguesa. Mientras tanto, Sousa provisto de un astrolabio y cartas náuticas hace múltiples mediciones en la isla Gorriti -frente a la actual Punta del Este, Uruguay- y sigue haciéndolas a lo largo de la costa en sentido oeste durante más de 100 kilómetros hasta llegar a un cerro -junto a la actual ciudad de Montevideo-. No es por curiosidad geográfica, Sousa quiere saber la ubicación exacta del lugar para determinar si esas tierras pertenecen a Portugal o a España, según estén al este o al oeste del famoso meridiano de Tordesillas que eligieron los dos reinos en el año 1494 para dividirse el mundo.1
Cabe inferir de las múltiples mediciones, que los resultados no fueron favorables a Portugal. Sousa podría infringir el Tratado de Tordesillas, alegando después el derecho a la posesión por la permanencia continua en el lugar (pero traería un conflicto). ¿Era conveniente hacerlo? Las observaciones de la expedición del bergantín, a cargo del hermano de Sousa, daban cuenta de la abundancia de alimentos y la inmensidad del territorio, pero también de su efectiva ocupación por varias y numerosas tribus: los querandíes -nómades de la llanura-, los grupos chaná-timbúes -sedentarios y pescadores-, que eran hábiles nadadores y tenían canoas muy veloces de 40 remeros (más largas que el bergantín). Y también había indígenas misteriosos que aparecían como fantasmas, como aquella hermosa mujer de cabellos largos y pezones dorados que, acompañada de cuatro guerreros, emergió de la nada en una isla poblada de cuervos. Y convenció a los portugueses de que esperaran allí seis días, hasta que trajeran en su canoa a un gran cacique que hablaba todas las lenguas y tenía algo muy importante que decirles. Pero ese fantasma, afortunadamente para ellos, no llegó. De todas formas, a pesar de la hermosa mujer de los cabellos largos, y de que aprovecharon la espera para cazar y aprovisionarse, sintieron una amenaza. Había un gran cacique y muchas más tribus de las que veían. Había un orden entre ellas que no entendían. ¿Serían capaces de mantener una permanencia continua en el lugar?
Además, según les explica Enrique Montes -que había participado en la expedición de Gaboto-, no percibían la inmensidad: ellos ni siquiera habían llegado a Sancti Spíritus, que estaba 100 kilómetros más allá de San Pedro. Y desde Sancti Spíritus -cerca de la actual ciudad de Rosario, en la provincia de Santa Fe- todavía faltaban 1.000 kilómetros más, remontando las corrientes y las sinuosidades del Paraná con remos o a la sirga, para llegar hasta el río Paraguay -cerca de la todavía inexistente ciudad de Asunción- donde Gaboto (también de un modo fantasmal) había sido emboscado por los chandules.2
Ya tiene suficientes motivos el almirante Martín Afonso Sousa para dejar el Río de la Plata, y además lo mueve conocer los hallazgos de la expedición terrestre que ha enviado desde Cananéia, cuatro meses atrás, hacia los dominios del Rey Blanco. Cree en este caso, dadas las desventuras de Gaboto, que la vía terrestre será la más apropiada para llegar al Imperio inca. Se equivocan los españoles, es por tierra, por tierra, ¡porque así lo hizo Alejo García, que también era portugués! De modo que la flota, cargada de provisiones, zarpa de la isla Gorriti el 1º de enero de 1532 hacia el norte, y bordeando la costa pasa cerca de Porto Alegre, por Santa Catarina -actual Florianópolis-, de donde había partido Alejo García, y arriba a Cananéia el 8 de enero.3
El paraíso de los náufragos, los desertores y los abandonados
Cananéia no era, en 1532, exactamente un pueblo portugués, tampoco Río de Janeiro. No había entonces en Brasil pueblos portugueses, por eso el mandato colonizador de Juan III y el afán de Sousa. Había sí asentamientos o poblados indígenas asociados a factorías diversas, como era la extracción del palo brasil en el caso de Río de Janeiro. En 1532, Cananéia era para los europeos una factoría de esclavos, un poblado indígena gobernado por un extraño personaje llamado Cosme Fernandes Pessoa, quien había dejado de ser portugués y convertido en un cacique. ¿Cómo lo logró? ¿Cuál fue su habilidad? Cosme Fernandes tuvo la ocurrencia de usar y comerciar con mano de trabajo esclava indígena para beneficio propio y de su tribu (podría decirse que fue de los primeros en aplicar el capitalismo europeo en América). Cosme guerreaba para capturar esclavos, que usaba en las plantaciones y demás quehaceres, o permutaba o vendía a los europeos. Así “progresó”, aumentó su tribu, y crecieron además sus privilegios, vivía con seis mujeres en un lugar paradisíaco y tenía el poder de un rey.
La Historia colonial de América y de Brasil en particular tiene la siguiente característica: en gran medida el nexo articulador entre los pueblos originarios y los europeos se debe a personajes extraños que habían sido náufragos, desertores o desterrados, sobrevivientes de un exilio muy duro, y que han podido integrarse a las tribus locales. Tal es el caso de Alejo García y Enrique Montes, entre los náufragos, y de João Ramalho y Cosme Fernandes, entre los desterrados. Portugal tenía entonces la pena judicial del destierro, que se aplicaba tanto a criminales como a subversivos. Los condenados eran abandonados en una costa remota de África, Asia o América del Sur, quedando “en las manos de dios” o en las de los pueblos originarios. Y así había llegado Cosme Fernandes a Brasil y fundado al integrarse su Cananéia (término derivado de la antigua ciudad de Canaán, que significa comercio o mercado).
El Rey Blanco y la colonización
Cuando Martín Afonso Sousa llegó a Canenéia por primera vez, a mediados de agosto de 1531, se reunió con Cosme Fernandes y sus oficiales, entre los que había varios indígenas y algunos de los españoles que naufragaron con Alejo García. Entonces supo del alcance y desarrollo de la expedición terrestre de García, admiró una muestra del tesoro inca, y se decidió. Sousa pactó con Cosme Fernandes (considerándolo poco menos que un jefe de Estado), y juntos, con los oficiales de cada cual, baqueanos y lenguaraces, organizaron una nueva expedición a las tierras del Rey Blanco. Irían por el camino de Peabirú, tomado por García, pero con una gran fuerza. Sousa destinaría una compañía de 80 hombres bien pertrechados al mando del capitán Pedro Lobo; y Cosme aportaría sus oficiales, los baqueanos, los lenguaraces, y un ejército de tupíes. Acordaron en una expedición de diez meses, que traería oro, plata, y al menos 400 esclavos para el comercio.
Cuando Martín Afonso Sousa llega a Canenéia por segunda vez el 8 de enero de 1532, espera encontrar de vuelta a Pedro Lobo, pero han pasado sólo cuatro meses de una expedición acordada en diez. Y no lo encuentra. Tras el revés del Río de la Plata tenía esperanza de verlo para recibir noticias alentadoras. Pero lo que ve es una playa con gente desconocida. Largas sombras haciendo un ritual alrededor de un fuego. No hay caballos, estandartes ni armaduras. Las sombras vienen al mar. Atardece. Una chalupa se acerca hasta la nao capitana (que ahora es otra, porque la anterior había naufragado en una sudestada del Río de la Plata). Dentro de la chalupa distingue al propio Cosme Fernandes, que pide permiso para abordar. No trae cara alentadora.
Lo reciben el almirante Sousa y el capitán Pedro de Góis. La expedición de Pedro Lobo ha sido masacrada. No hay sobrevivientes. ¡Cómo! ¿Quiénes? ¿Dónde? A 200 leguas de Cananéia (838 kilómetros), en la orilla del río Iguazú, casi al confluir en el Paraná. Fueron los carijós, del grupo de los payaguaes, los mismos que mataron a García. ¿Cómo? Los flecharon y no dejaron restos. ¡80 hombres! Sí. Y también al ejército de tupíes, se salvaron muy pocos de ellos. Las preguntas y las respuestas se repiten para cubrir la ausencia, pero no alcanzan. Sousa desembarca para seguir indagando, hacer algo. Pero ya no se puede. El Peabirú, que en la lengua de los tupíes se traducía como camino de ida y vuelta, ya no significa lo mismo. Y el almirante Sousa conforme indaga, se cubre de palabras y no puede hacer nada, entonces también cambia de postura. Cerrado el camino hacia el Rey Blanco, Sousa vuelve a sus objetivos primarios: colonizar con efectiva posesión permanente para acrecentar los territorios de la Corona portuguesa. Decide empezar por la isla de San Vicente, descubierta por Gaspar Lemos en 1502 y olvidada por la Corona portuguesa durante treinta años. Y hace algo concreto: pone proa hacia el noreste, recorre 200 kilómetros siguiendo la costa hasta encontrar esa isla, y funda allí San Vicente, la primera villa portuguesa en Brasil, el 22 de enero de 1532.
Pizarro y la muerte del Rey Blanco
Mientras tanto al otro lado del Continente, en la isla de Puná ubicada sobre el océano Pacífico, al sur de Ecuador y a 4.500 kilómetros de San Vicente, el adelantado Francisco Pizarro prepara la invasión al Imperio inca (será su segundo intento). Pizarro, después de saquear y hacer base en Coaque, al norte de Ecuador,4 ha viajado hasta la isla de Puná, en el límite con Perú, ha guerreado y generado guerras y alianzas entre los nativos, y ahora hace base allí, mientras espera refuerzos y prepara su asalto a Tumbes -la primera ciudad del Incanato viniendo desde el norte- que Pizarro había conocido en su primera expedición al Tahuantinsuyo hace tres años. Y en febrero llegan dos barcos a Puná desde Nicaragua; traen 100 hombres, 25 caballos y muchos pertrechos. La fuerza, al mando de Hernando Soto -un tenaz guerrero que peleó junto a Pizarro en la conquista de Nicaragua- fue financiada con el tesoro saqueado en Coaque, y fogoneada con la leyenda del Rey Blanco.
En marzo de 1532, mientras Sousa guerrea y negocia con los carijós y los guayanases para establecerse en San Vicente -cosas que hace junto y gracias a João Ramalho, otro de los abandonados ilustres, que lidera la tribu de los guayanases-, Pizarro organiza sus fuerzas y prepara el desembarco en Tumbes. No sabe que, aún sin proponérselo, tiene una parte de la batalla ganada, porque en su primera expedición al Tahuantinsuyo ha traído con sus enfermos la peste (viruela) que ha matado a millares de incas y entre ellos -sin hacer distinción de clase- al Huaina Capac (el famoso Rey Blanco) y a su sucesor Ninan Cuyochi.
De modo que (para ventaja de Pizarro), a la vez de diezmado por la peste, el Imperio inca se encuentra dividido por una guerra de sucesión entre Atahualpa y Huáscar, los hijos de Huaina Capac.
(Continuará…)
1. La línea divisoria o meridiano de Tordesillas estaba 370 leguas al oeste del archipiélago de Cabo Verde.
2. Ver DEL SAQUEO DE ROMA AL SAQUEO DE AMÉRICA / GABOTO VERSUS GARCÍA La Otra Historia de Buenos Aires, Antecedentes, PARTE XXII, Periódico VAS Nº 157
3.Esta flota partió desde Punta del Este -en la boca del Río de la Plata- y recorrió 1.600 kilómetros hasta Cananéia en 8 días, probablemente haciendo escala en Santa Catarina, a 1.200 kilómetros de Punta del Este.
4. Ver “Pizarro y la cultura Jama Coaque” en La Otra Historia de Buenos Aires, Antecedentes, PARTE XXIX, Periódico VAS Nº 164.