La pobreza no puede esperar
por Mariane Pécora
Tercera entrega
La friolera del Operativo Frío
Lucas es un muchacho alto, de cabello rojizo, pecas en la nariz y piercings en las orejas, tiene 27 años y está en situación de calle desde 2016. “Antes tenía trabajo y ahora es un vaivén, está muy difícil pero de vez en cuando consigo alguna changa y pago algún hotel”, dice. Tampoco asiste a los dispositivos (paradores) del Gobierno porteño. Prefiere evitarlos durante la cuarentena, los compara con un sistema carcelario: “Te tenés que quedar encerrado todo el día en esos lugares donde hay poco espacio físico y no tenés nada para hacer”, asegura. Prefiere estar en la calle, donde a veces consigue trabajo y puede hacer algunas monedas, aunque en esta época el frío sea inaguantable. Sobre el número de personas en situación de calle, opina que las cifras son mayores a las difundidas por el Gobierno porteño. “Hay mucho más personas. No sé si el doble o el triple, pero estoy seguro que la cifra es muy alta”, opina. Tiene la esperanza de salir de esta situación en poco tiempo, lo dice emocionado, mirándome a los ojos.
A principios de junio el Ministerio de Desarrollo y Hábitat de la Ciudad junto al ministro de Desarrollo Social de la Nación, Daniel Arroyo, oficializaron el lanzamiento del Operativo Frío en el territorio porteño, iniciativa coordinada por programa Buenos Aires Presente que, ante las bajas temperaturas invernales, asiste a personas en situación de calle mediante la entrega de comida caliente, ropa de abrigo, insumos de prevención de Covid-19 y les propone trasladarlas a alguno de los centros de integración social (paradores nocturnos) de gestión estatal.
Mientras que para Arroyo el Operativo Frío representa una acción concreta de parte del Estado, para Migliore significa una respuesta de emergencia para la población de calle. Las organizaciones sociales que cada mañana llevan adelante campaña La pobreza no puede esperar, ofreciendo desayuno, ropero comunitario, atención sanitaria, gestión de subsidios y programas de emergencia a personas en situación o en riesgo de calle en tres puntos neurológicos de la ciudad: Congreso de la Nación, Plaza de la República y barrio de Congreso, se trata de una entelequia.
“El Operativo Frío es un fantasma, no existe. A nuestro barrio no llega nada, lo que conseguimos es con el esfuerzo de las vecinas y los vecinos”, asegura Emilse, encargada entregar desayunos calientes y proveer elementos de higiene a las personas que se acercan a la Plaza de la República. “Desde hace tres años, venimos gestionando un comedor para asistir a 200 familias del barrio 1.11.14 en el Bajo Flores y todavía no hemos obtenido una respuesta oficial. Imagínate, que si a nosotrxs, como organización, no nos dan respuesta, menos se la van a dar a la gente de calle”.
Pedro, un hombre en situación de calle relata a Periódico VAS que durante la semana de frío extremo, una camioneta Buenos Aires Presente, que coordina el Operativo Frío, le propuso llevarlo a uno de los centros de integración social (o paradores) de gestión estatal. «Pero me negué a concurrir porque te afanan todo. Yo nunca estuve en un parador, dicen que ahora cambiaron un poco las cosas, pero la gente que asiste comenta que no son lugares seguros”.
“El Operativo Frío nunca existió. Es puro marketing. Si llamás a las 6 de la tarde, con suerte, la camioneta del Buenos Aires Presente llega a las 6 de la mañana del día siguiente. Los centros de integración social tampoco cumplen la función para los que fueron creados, son simples dormitorios. La gente que atraviesa por una experiencia de situación de calle, no importa el tiempo que sea, termina muy afectada psicológicamente y necesita un proceso de recuperación personal que estos dispositivos no ofrecen”, dice Fabio Manuppella de Proyecto 7, asociación civil impulsada por el psicólogo social Horacio Ávila que aborda la problemática de calle desde una perspectiva integral, multidisciplinaria y colectiva
Sergio Montalbo también forma parte de Proyecto 7 y es no de los autores de los alfajores Boca Calle una iniciativa de trabajo genuino que surgió en este espacio y se comercializa en los kioscos de la Ciudad. “Mi situación fue algo muy loco, porque yo estaba viviendo en la calle cuando arrancó la pandemia. Es decir que no podíamos estar en ningún lado, teníamos que aislarnos sí o sí en los dispositivos del programa Buenos Aires Presente. Así que un día vinieron, nos levantaron en una camioneta y ahí nos largaron. Allí se manejan con un ritmo y una rutina totalmente diferente a la dinámica nuestra, con cientos de operadores, sin un traro personal y sin respuesta de nada. Ellos vienen, te dan la comida o lo que te tengan que dar y chau, no los ves más. Por suerte un día vino Horacio Ávila, que es el coordinador general de Proyecto 7 y así conseguimos trabajo una banda de compañeros y pudimos salir de los centros de inclusión social (o paradores). Desde ese día hasta ahora estamos laburando al pie del cañón”.