«La vuelta del malón»
por Mercedes Ezquiaga
El colectivo Identidad Marrón, que busca visibilizar a los descendientes de campesinos indígenas y luchar contra el racismo estructural en Argentina, realizó una performance en el Museo Nacional de Bellas Artes -como parte de una serie grabada para canal Encuentro- en el que interpretaron la acción que transcurre en la mítica pintura de la colección «La vuelta del malón», de Ángel della Valle: «Tenemos que preguntarnos quién hizo esta historia. ¿Estuvimos ahí para poder contar qué pasó en ese momento?», se interrogaron los integrantes del colectivo.
La acción fue filmada como parte de uno de los capítulos de la serie «Marrón. Antirracismo en tiempo presente», que emite desde mayo Canal Encuentro. Los cuatro episodios documentales fueron realizados junto al colectivo Identidad Marrón, que nació como respuesta al racismo estructural de la Argentina, para visibilizar y reivindicar las pieles y rostros que, hasta ahora, han sido marginados y excluidos.
«No somos blancos, no somos negros, somos marrones», es el lema central de este colectivo antirracista, integrado por personas marrones, indígenas racializados, hijos y nietos de indígenas, campesinos y campesinas migrantes de Latinoamérica que para esta serie han filmado en el museo, pero también en la Biblioteca Nacional, en escenarios de baile y locaciones de cine.
Es que la serie documental impulsada por Encuentro se propone revisar las representaciones que se hacen de las personas marrones en el contexto artístico de nuestro país, y la dificultad en el acceso a las oportunidades, tanto en los espacios de exhibición institucionales como en otras esferas de la sociedad.
Por eso, el arte marrón irrumpe como una fuerza creativa de choque, ya directamente usurpando y conquistando los espacios: en este caso, en el museo principal de la Argentina con una obra que está anclada en el imaginario colectivo del país: «La vuelta del malón», inmenso óleo de casi tres metros de ancho que fue creado en 1892, justamente para celebrar los 400 años de la llegada de Cristóbal Colón a América.
Entonces, Della Valle quería representar un malón llevado por el cacique Cayutril, una síntesis de los tópicos que circularon como justificación de la «campaña del desierto» de Julio Argentino Roca en 1879, produciendo una inversión simbólica de los términos de la conquista y el despojo.
«En la serie mostramos el laburo que viene haciendo el colectivo en los últimos años: el trabajo en las artes visuales, la militancia, la literatura, escénicas y en los museos también. Los espacios que estamos tomando, las instituciones artísticas, que en general están relegadas a personas de clase media alta. El Museo de Bellas Artes, por ejemplo, es un lugar en el que no estamos representados. Sí lo estamos en un cuadro como el del malón, pero no lo estamos como público, ni como artistas ni como sujetos creadores», explica la artista visual e ilustradora Florencia Alvarado, integrante del colectivo Identidad Marrón, cuyo trabajo firma bajo el seudónimo Flora Nómada.
En esta pintura, La Pampa en un amanecer lluvioso es el eje de la escena: los indios galopan a los gritos. Han saqueado una iglesia y llevan consigo cruces, cálices y a la cautiva, una mujer indefensa de piel blanca que, del susto, se ha desmayado sobre su captor.
«Para nosotros era importante tomar este cuadro tan característico que de alguna forma marcó ese antes y después, que vemos sus repercusiones hasta el día de hoy, y transformarlo, para empezar a habitarlo desde nuestra perspectiva. Es de alguna forma reescribir la historia».
La recreación incluyó un inmenso caballo de madera, una suerte de escultura instalada en una de las salas del museo para poder recrear la pintura de Della Valle. El actor y también integrante del colectivo Identidad Marrón David Ángel Gudiño no solo representó al cacique de la pintura, sino que intercambió luego los roles con la actriz que representó a la cautiva: esta vez ella comandaba el caballo, él se desmayaba sobre la mujer.
«Sentí mucho orgullo de hacerlo, ubicarme en el lugar esperado del indígena; pero hacerlo con el colectivo, decidido conscientemente. Y después, cuando hicimos el cambio y la cautiva me llevaba a mi, ese momento me hizo pensar quién estaba capturando a quién, quieren eran los que perdían su cultura, quienes perdían la vida, quienes sufrían el genocidio cultural, la abolición de la lengua, de las costumbres, de la cultura».
Oriundo de Tartagal, Gudiño es muy activo en redes sociales. Hace poco subió a TikTok el corto titulado «La Argentina no es blanca», que cuenta en primera persona las miradas cargadas de ignorancia y racismo que reciben en el país las personas cuyo color de piel es marrón. Además, comparte videos humorísticos donde personifica a un productor de televisión que, desde el control, le dice por cucaracha a los periodistas lo que deben decir.
Flora Nómada y David Gudiño integran el colectivo Identidad Marrón junto a 50 personas de todo el país: un grupo que desde hace siete años reúne a descendientes de indígenas, campesinos, migrantes internos o externos, para combatir la discriminación, el racismo y la exclusión, unidos por sus historias en común: «Lo que todos tenemos son los rasgos indígenas; nuestra ascendencia, nuestro origen es la característica que nos dejaba excluidos o marginados», detalla Alvarado. Identidad Marrón nació para poner esas temáticas sobre la mesa.
La recreación de «La vuelta del malón», en palabras de la artista, es un ejercicio lúdico que permite analizar las representaciones de los marrones pero también «pensar en el momento histórico en el que fue creado el cuadro, esa suerte de lectura de quiénes son los buenos, los malos, los salvajes, quiénes son a los que hay que eliminar, quiénes son los que vienen a saquear, a robar las instituciones, eso perdura hasta hoy. Por eso quisimos transformarlo, habitarlo y reescribirlo», manifiesta Alvarado.
La idea de recrear obras de arte canónicas nació para este colectivo en plena pandemia, cuando el aislamiento estaba en su etapa más estricta: «Lo hacíamos desde nuestros hogares, con elementos que tuviéramos a mano. El ejercicio era pensar cómo hubiera sido este mundo si los rostros que hubiésemos encontrado no fueran blancos, europeos. Quisimos generar un diálogo a partir de imágenes conocidas».
¿Cuál es la posición del colectivo Identidad Marrón con respecto a la presencia de ese cuadro en el museo? «No tenemos una línea cancelativa -se planta Alvarado-. No creemos que haya que bajarlo de su lugar. Es parte de la historia y de alguna forma es importante que esté en esos lugares, para que podamos ver los efectos que tuvieron en el presente. No queremos decir si está bien o mal, sino ver a dónde nos llevó hoy, cuál es la repercusión hoy. Son cuadros del momento fundacional del país y los roles atribuidos a las personas con nuestras características fenotípicas siguen siendo como los de esa época. No han variado demasiado», reflexiona Flora Nómada.
Para Gudiño, que cursa una diplomatura en Dramaturgia en la UBA, la imagen de la Argentina «sigue siendo la de la cautiva. Para nuestro fenotipo no hay trabajo en la actuación. En las series de ficción los protagonistas son todos blancos, de clase media alta. En los medios sí aparecemos pero cortando las rutas o impidiendo el tránsito. Los marrones nunca aparecemos en situaciones de poder, de belleza, de regocijo o abundancia», reflexiona.
«Quienes somos marrones y tenemos un plato de comida en la mesa, tenemos que empezar a generar poéticas, imágenes, discursos, situaciones, acciones que permitan visibilizar que existe una identidad que arrastra históricamente todo esto y que nosotros venimos a sanar, a reparar, a volver a mirar la historia para poder pensar en el presente».