Leónidas Lamborghini. Versos y Realidad
Por Juan Carlos Jara
La poesía de Leónidas Lamborghini está indisolublemente ligada a la historia política argentina y particularmente al fenómeno de masas más importantes del siglo XX y de este inicio del XXI.
Poesía hemos dicho, pero una poesía no convencional, disruptiva al extremo; una poesía desconcertante y transgresora que considera a la metáfora, las comparaciones y los lujos expresivos un adorno superfluo de «líricos trasnochados” como aquellos neorrománticos del `40 que, en sus comienzos, lo acusaban de «mancillar a la poesía».
Para Lamborghini -a diferencia de esos poetas, afectos a la elegía, el lugar común y la retórica importada-, el poema es una voz que logra filtrarse a través de los barrotes de la poesía. Y esa voz, atribulada, balbuceante, marginal, es la voz del hombre argentino moldeado en los años posteriores al golpe del `55. José Sebreli, el Sebreli filopopulista de fines de los `60, lo percibió con claridad al declarar que Lamborghini había conseguido crear una poesía argentina revolucionaria «hablando con la voz del cabecita negra».
Por eso también, luego de leerlo «con mucha atención», Leopoldo Marechal le decía en una carta de 1966: «¡Qué lírico extraño es usted! Mientras otros poetas exteriorizan las mil y una emociones de su alma en soledad y ensimismamiento, usted lo hace en relación con los otros hombres que comparten este mundo; y traduce esa solidaridad con poesía, con humor, con `tremendismo`, pero sin inútiles amarguras y sin ese `llorar la carta` que a nada conduce y que sólo sirve, en otros, para eludir el combate. El suyo, amigo -concluía el autor de «Adán Buenosayres»-, es uno de los caminos que todavía pueden libertar a la Poesía de sus llantos esterilizados».
Lo cierto es que Leónidas Lamborghini, nacido en Villa del Parque el 10 de enero de 1927, se dio a esa misión, desestructurante de la palabra poética consagrada, desde los principios de su carrera literaria, allá por los `50, cuando, integrando el grupo de poetas invencionistas nucleado en torno a la revista «Poesía Buenos Aires», dio a conocer fragmentos de su primera obra, «Saboteador arrepentido».
Poco a poco el poema irá creciendo en nuevas versiones que se incluirán en otros libros, los que a su vez, a manera de cajas chinas, irán conformando títulos posteriores hasta culminar en «El solicitante descolocado», de 1971.
De uno de esos volúmenes, «Las patas en la fuente», de 1966, dijo Perón en carta datada en Madrid: «Nunca como en su libro se justifica aquella definición que decía: `un poeta es un hombre que hace de todo y además escribe versos`. ¡Es que sus versos son realidad!».
Ya en su libro inicial, unas pocas páginas editadas por Luis Alberto Murray a fines de 1955 bajo el sello «El peligro amarillo», se encuentran presentes los rasgos definitorios de la estética lamborghiniana, que como él mismo afirmó alguna vez, «se mueve entre la parodia y la cita», es decir, entre la reescritura creadora orientada a indagar en la tradición de una literatura, la nuestra, y la intertextualidad que se complace en amalgamar «lo alto y lo bajo», la vanguardia con la dialógica gauchesca, la letra de tango con la literatura clásica europea.
Esa mezcla -o mezcolanza, como a él le gustaba decir- de estilos y registros literarios diferentes, jamás resulta disonante. Obsérvese este cuarteto donde se funden las prestigiosas coplas de Jorge Manrique con la musa orillera de Carlos Viván: «Cómo se pianta la vida, / cómo rezongan los años, / cómo se viene la muerte / tan callando».
Lamborghini es sin dudas la contracara ideológica y poética de Borges, a quién solía llamar «el gran escruchante». Mientras éste se complace cantando a las «épicas lluvias de setiembre que nadie olvidará», Lamborghini alude así a los bombardeos de junio de 1955: «y había allí / manando sangre de muñones / somos los destrozados / los mutilados / la vida por / la vida por / cruzando la Gran Plaza».
Discípulo de José Hernández y John William Cooke, devoto de Discépolo y de Hernández Arregui, Lamborghini decía en un reportaje de 1968 que su poesía pretendía «reivindicar al peronismo como movimiento de masas y dentro de la línea histórica que ha de conducir a nuestro pueblo seguramente a la victoria definitiva». Línea que se truncará, momentánea pero brutalmente, en 1976.
El poeta toma el camino del exilio y se radica durante trece años en México. Es muy poco lo que puede escribir allí: su poema «Estanislao del mate» y alguna página más, pero al volver, en 1990, su poesía ha salido del ostracismo en que siempre se halló y sobre todo los poetas más jóvenes le demuestran su adhesión. En 1992 obtiene el premio Boris Vian por su libro «Odiseo confinado»; en 2004 el Konex de poesía y al año siguiente el Arturo Jauretche, otorgado por el instituto homónimo.
Tanto reconocimiento, sin embargo, no deja de incomodarlo: «El sistema primero te rechaza y después te adopta, entonces uno tiene que tener mucho cuidado y desconfiar», comenta con lucidez. De cualquier modo, ésta es la etapa más fecunda de Lamborghini.
Además de los poemarios «Tragedias y parodias» (1994), «Comedieta» (1995), «Mirad hacia Domsaar» (2003), publica las novelas «Un amor como pocos» (1994), «La experiencia de la vida» (1996), «Trento» (2003) y la obra de teatro «Perón en Caracas».
En 2010, póstumamente, se conoció el largo reportaje «Mescolanza. A modo de memoria».
Al morir un 13 de noviembre de 2008 tenía 82 años, pero seguía siendo uno de los poetas argentinos más jóvenes.
Muy buena semblanza, sintética pero completa, de uno de nuestros poetas mayores.