Lo mío no es carrera, es una caminata placentera
que pasa por el arte en distintas formas
por Maia Kiszkiewicz
Ana Benegas es cantautora, guitarrista, bajista y formada en actuación. Fue parte de Las Ex, corista de los Redonditos de Ricota, de Miguel Cantilo, y tuvo participaciones en proyectos de Miguel Abuelo, Jorge Pinchevsky y Kubero Díaz. Además hacía, junto a Krysha Bogdan y a Susana Pozner, en 1980, «La pesada de la danza». Una performance que incluía blues y rancheras.
La música que compuso Ana en el pasado quedó en el recuerdo de quienes la escucharon en vivo. Con el paso del tiempo y el desarrollo tecnológico, algunas personas entre el público hicieron grabaciones caseras. Pero no había registros sonoros en estudio. Esta situación cambió cuando Ana se enteró de que una artista brasileña de setenta años decidió grabar su primer disco. A raíz de eso, y de mucha gente a su alrededor que supo brindar aliento, Ana Benegas, devenida en Anita Ritmo, adquirió impulso y lanzó, en 2019, “Ojos Grecos”, un disco que revuelve la memoria trayendo canciones del pasado. Actualmente se encuentra presentando “Bacteria extinta”, su segundo material de larga duración, que incluye tanto canciones propias como reversiones de temas de otras personas.
¿Qué sentiste al ver la noticia de esta artista de 70 años iba a grabar su primer disco?
Me contagió, me inspiró y me salvó. Yo estaba condenada por mí misma. Cuando era joven, con mi grupo éramos rebeldes, punk, no queríamos grabar. Firmar un contrato era ir en contra de nuestros principios. Después, la vida me llevó por otros lugares, me alejé por cuestiones personales. Estando en Inglaterra, pensé: “Ya está, Anita. Te vas a morir y no va a quedar nada”. Porque uno sabe que es finito. Pero cuando leí el título, que decía: “Música brasilera, a sus 70 años, graba su primer Long Play” y la vi a ella en la foto con la guitarra, no lo podía creer.
Aparece una artista que hace algo, eso se transforma en que vos también hagas y, quizás, muchas personas al ver y escuchar tu material sientan también ganas de hacer. ¿Te planteaste esto en algún momento?
Ojalá. Que cualquiera como yo, que no se enganchó, que no quiso estar en el show bussines ni ser profesional o hacer un montón de cosas. Y, de repente, mirá. Anita Benegas, a los 63 años empezó a grabar. Quiere decir que se puede.
Qué importante, en ese sentido, que se vea la diversidad en todo aspecto, ¿no?
Sí. Porque se contagia. Y va más allá de si es redituable o si sos famoso. La fama y el dinero son una cosa. El acto creativo es, en sí mismo, sanador. Bailar es sanador, cantar es sanador. Es recuperar lo que hacen los niños. El mundo debería mirar a los niños e imitarlos. Ser un poco más como ellos.
Hay un libro, que leí a los 30 años, que se llama “El camino del artista”. Habla de recuperar al niño que juega. Para cualquier persona que esté un poquito alejada del placer que da crear, es recomendable. Y hay dos ejercicios diarios que los puede hacer cualquier persona. Uno habla de jugar todos los días, el otro es escribir tres hojas apenas te despertás. Lo que te viene a la mente. Con esas dos cosas, es increíble lo que empieza a salir de vos.
¿Sale o lo dejás salir?
En mi caso, lo que tengo es una gran necesidad de comunicar. Necesito mostrar lo que hago. No sé exactamente por qué, hay gente a la que no le pasa. Debe ser porque cuando a mí me mostraron cosas me hicieron muy bien. Desde chica agradezco a Luis. Yo crecí escuchando a los Beatles, Artaud, Spinetta. Me acompañaban en su poesía y su música. O la intención del artista despertaba algo en mí. La gente quiere hacer cosas y cuando ven que otro hace, se anima.
¿No te dejaron ponerle de nombre al primer disco “Inspirado en Jeong Kwan”?
No. Ni Spotify ni la empresa que sube las cosas. No tenía los derechos para usar el nombre. Le mandé cartas a Jeong Kwan—monja budista y cocinera—, me metí en la página. Nadie me dio bola. Entonces le puse “Ojos Grecos”, que era la canción más actual del disco. Pero lo estoy subiendo por mi cuenta a YouTube para agregarle “Inspirado en Jeong Kwan” y, además, aprovecho para poner una ficha y detallar las personas que tocan en cada tema. Como si fuera un disco. Sino es muy impersonal.
Jeong Kwan te inspiró, “Ojos Grecos” sale de una frase que leíste en un libro. Escucho cierta sensibilidad para encontrar y crear.
Es la vida la que te lleva a eso. Yo no soy música. Soy cantautora, hago canciones. Spinetta decía: “Yo me perdí a Piazzolla porque no soy músico”. Y me identifico con eso porque no soy una persona estudiosa. Hay mucha gente que lo hace y está perfecto. Pero, en mi caso, tomé clases con varias personas y cuando la música se empieza a poner muy matemática, dejo y compongo con lo que aprendí.
Como Jeong Kwang, que no estudió cocina.
Son diferentes modos de llegar a algo. Yo necesito jugar. Si no juego, no me divierto, no la paso bien, no puedo hacer nada. Odio la palabra “carrera” artística. Lo mío no es una carrera, es una caminata placentera que pasa por el arte en distintas formas. Cocinar, tocar la guitarra o estar en mi jardín. Siento que haciendo todo eso estoy creando. Desde hace muchísimos años, el arte tenía una función espiritual, de conocimiento interno. No empezó con el marketing ni un premio Gardel. Esto es el final. Todo terminó en competencias. Se desvirtuó mucho.
En el medio, hay que vivir. Se necesita cierto ingreso.
Cuando necesité dinero, elegí la calle. En Inglaterra, por ejemplo. Porque tocar para un público general con perros, niños, hombres, mujeres, personas de todos los países, es un placer. Eso, para mí, es un acto artístico maravilloso. Me había separado, lo necesitaba y me fue bien. No requería un manager, hablar con el dueño de ningún boliche ni todo lo que significa el acto de cantar. Fui y canté. Y los niños bailaban, los perros movían la cola, las personas me dejaban plata. Si no tenían, me daban una manzana o un sándwich.
No seguir una carrera, aprender de la gente.
Un músico, Alex Zucker, me dijo que vio a John Lennon en Nueva York y lo fue a saludar. Y, cuando le dijo que era músico, John le respondió: “Nunca pares de hacer”. Spinetta era igual. Te decía: “Confía en vos”. Sus letras todo el tiempo dicen que sos un diamante. Son maestros. Personas que ayudan a que encuentres tu camino.
¿Cómo construís la interpretación en canciones que no son tuyas?
Siempre me gustó cantar canciones de otras personas. Me siento más libre. La letra que es mía, me da trabajo. Porque no encuentro nunca el punto final. Y es un tema porque es algo con lo que dejás una huella. Entonces, el nivel de exigencia es diferente. Caetano Veloso dijo que en las reuniones sociales canta temas de otras personas porque se relaja y solamente disfruta de cantar algo que lo representa. Yo, lo que canto de otros, es algo que me representa mucho, que siento que me hubiera encantado escribirlo a mí. Lo hago propio.
Para el disco, el tema que elegí de Luis −Spinetta− es “Viajero naciendo”, una versión de Pescado Rabioso que, en mi adolescencia, cantaba para calmarme. Otra canción es “I’m only sleeping”, un tema de los Beatles que no es de los más hits. Después está “Apuro celestial”, que es mío y es re spinetteano. Lo compuse después del show más increíble de la historia de Luis, cuando juntó todas sus partes en el Ópera. “Sonrisas”, que es de la época de Las Ex, y “Arlekin”, que es mágico porque no tiene que ver con nada de lo que hago y nunca sabré cómo apareció.
Y la gran diferencia entre “Ojos Grecos” y “Bacteria Extinta” es un cambio de productora. En “Ojos Grecos” estaba con un amigo, al que siempre le estaré agradecida, y gracias a él empecé a grabar. Pero en “Bacteria Extinta” mi productora es Aimé Cantilo. Ella es muy joven, genia y tiene el don de dejar que la persona encuentre y deje salir lo que quiere. Muy parecido a Willy. Tiene que ver con el respeto. El respeto de dar lugar. De ahí sale el arte.
muchisimas gracias por esta hermosa nota de una larga y hermosa charla con por Maia Kiszkiewicz