Los inicios de la fotografía en el país
por Mercedes Ezquiaga
Una antología de textos que recorre la experiencia de los primeros estudios de fotografía en Buenos Aires -como Witcomb o Chandler-, la expansión de esta técnica en distintos pueblos de provincia, los retratados de antaño de la comunidad afroargentina o los gauchos y algunos hallazgos como daguerrotipos eróticos conforman el flamante libro “Estos débiles papeles son más fuertes que los ladrillos”, del investigador Abel Alexander, con prólogo de Laura Malosetti Costa y dirección editorial de Francisco Medail.
El volumen -recientemente publicado por ArtexArte- recorre el trabajo de años dedicados a la historia de la fotografía antigua en la Argentina de la mano de Abel Alexander (Buenos Aires, 1943), investigador, coleccionista y amante de la fotografía que ayudó a poner en valor esta disciplina en el ámbito de las artes y el patrimonio.
Hilvanado con un puñado de imágenes antiguas, en sepia, que conservan un encanto de otra época, el libro toma como punto de partida el nacimiento oficial del daguerrotipo en París, en 1839, para narrar los pormenores de los estudios de fotografía pioneros en Buenos Aires, se sumerge en la llegada de esta técnica a pueblos de provincia, aborda los álbumes de afroargentinos, inmigrantes italianos y gauchos e incluso se anima al poco registrado mundo masón.
La obra -que abarca fines del siglo XIX y principios del XX- estructura su derrotero en tres grandes ejes: las “firmas” o estudios, cuyas iniciativas pioneras se concentraron principalmente en Buenos Aires; las geografías donde ocurría la magia de la captura fotográfica, como Balcarce, General Lavalle, Mar del Plata o San Antonio de Areco; y las “comunidades” retratadas, como afroargentinos, gauchos, italianos y masones.
“El arribo del daguerrotipo y luego la fotografía negativo-positivo constituyó un verdadero impacto en aquella sociedad argentina decimonónica alejada de los centros del poder mundial. El tipo de fotografía que se consagraba en Inglaterra o Francia era copiada inmediatamente en Buenos Aires. Las modas fotográficas se acataban y el estudio que no se plegaba a eso quedaba fuera del mercado”, detalla el autor, Abel Alexander
¿Cómo se puede describir el espíritu de los primeros estudios de fotografía en Buenos Aires, como Witcomb, Chandler, Chute & Brooks, Freitas y Lucien Cantón?
Abel Alexander: El espíritu era altamente competitivo. Todos estos estudios profesionales actuaban en la ciudad de Buenos Aires -la mayor plaza comercial del país- entre el último tercio del siglo XIX y principios del XX, y contaban con una merecida fama por la calidad de sus retratos de estudio. Sin embargo, la lucha entre colegas por quien generaba las obras más artísticas era constante y la élite social de la época estaba dispuesta a pagar altas tarifas por sus gustos estéticos. Witcomb y Chandler, ambos sobre la elegante calle Florida, encabezaron el ranking de mayor prestigio.
¿Cómo llegaron al título del libro, “Estos débiles papeles son más fuertes que los ladrillos”?
Francisco Medail: El año pasado, en pleno proceso de edición, estaba viendo el documental “La Huella en la Imagen” dirigido por Darío Schvarzstein en canal Encuentro y de repente apareció Abel en escena mostrando fotografías antiguas y diciendo: “Estos débiles papeles son más fuertes que los ladrillos, porque las casas se destruyen, los puentes se caen, todo desaparece, pero la fotografía sigue manteniendo a esas imágenes vivas y constantes a través del tiempo”. Enseguida entendí que ese tenía que ser el título. Es una frase poética y muy potente, representativa de la prosa de Abel.
Un apartado está dedicado a daguerrotipos eróticos ¿es una rareza, o es algo que simplemente no había sido lo suficientemente difundido?
Francisco Medail: En las ciudades donde el daguerrotipo se desarrolló con más fuerza, las producciones eróticas fueron bastante frecuentes, aunque no por ello de circulación pública. En Argentina, al menos por el momento, no se conocen producciones locales, pero Abel realiza un análisis muy agudo de la circulación de ese tipo de imágenes importadas en el país. Fueron muy pocos y todos atribuidos a fotógrafos franceses. Sin embargo, con la llegada del proceso negativo-positivo la producción de fotografía erótica logró un desarrollo y un consumo mucho mayor.
El libro aborda también los estudios que se establecieron en diferentes partes de la Argentina. En este sentido, la extraordinaria fotografía turística de Mar del Plata representa tal vez uno de los campos más masivos del universo fotográfico. ¿Existe un costado tan popular y abarcativo del público en lo que a fotografía refiere?
Abel Alexander: La mayor actividad fotográfica se desarrolló en la ciudad de Buenos Aires, aunque a partir de la década de 1860 no había ciudad o pueblo de cierta importancia que no contara con un profesional de la cámara. Mar del Plata fue un caso muy especial, pues siendo la única playa de una capital de tres millones de habitantes recibió desde fines del siglo XIX -y especialmente a partir del turismo social de los años 40- verdaderas avalanchas de veraneantes. Allí donde se tomaban baños de mar, sol en la playas o paseos por la Rambla, estaban atentos centenares de fotógrafos, preparados para documentar esos días de felicidad familiar.
A partir de los años 60, con la llegada de las cámaras de bolsillo y la expansión de la fotografía en las capas medias de la sociedad, la fotografía de vacaciones se volvió un verdadero fenómeno popular. Incluso mayor al de eventos como casamientos o cumpleaños, donde todavía se sigue contratando a un fotógrafo profesional. Toda familia argentina conserva aún un álbum de sus vacaciones.
¿Todas las fotos antiguas tienen valor?
Abel Alexander: La fotografía ha funcionado como una pirámide invertida. Hacia el año 1843, los profesionales afincados en nuestro territorio eran muy pocos. A medida que las cámaras y la técnica se fueron modernizando, los precios también bajaron y la pirámide se fue ensanchando hasta llegar al presente, donde cada usuario de un teléfono celular es un fotógrafo en potencia.
A 178 años de distancia, las primeras fotografías del siglo XIX y principios del XX son muy valiosas no solo por su misma rareza y su antigüedad, sino también porque son testimonios de nuestra historia, de las costumbres y la moda de la época. Son registros educativos, religiosos, comerciales, industriales, laborables, militares y un largo etc.
Desde hace mucho tiempo sostengo que el mayor repositorio de nuestra fotografía se encuentra en los pequeños archivos de familia, en cientos de cajas de zapatos escondidas en armarios y baúles. Esos pequeños archivos resguardan nuestro pasado y su destrucción implicaría una pérdida de patrimonio invaluable.
Francisco Medail: Puede haber muchos valores vinculados a la fotografía antigua: afectivo, económico, documental. Sin embargo, me parece importante hacer énfasis en el valor patrimonial de las fotografías en tanto se trate de documentos que contribuyan a la construcción identitaria de nuestro país. Un álbum familiar, aunque responda a un ámbito estrictamente privado, puede dar cuenta de determinadas prácticas, configuraciones sociales, hábitos y costumbres de nuestra sociedad en un momento determinado.