Los orígenes de los barrios porteños y sus historias
En el libro «Buenos Aires tiene barrio», Víctor Coviello y Leonel Contreras sondean en los orígenes y transformaciones de la ciudad, especialmente a partir de la llegada de los inmigrantes, y en el clima de época de cada momento, como la pena de muerte que pesó sobre algunos femicidas en el siglo XIX y leyendas urbanas en el límite entre lo real e imaginario.
Información y sensibilidad se complementan en esta obra, editada por Planeta, que «derriba el mito de la existencia de los cien barrios, reduciéndolos con valor de verdad a 48, e invita a imaginar a través de la lectura una plaza de toros para 10 mil personas en la zona de Retiro, en 1800; o la primera villa miseria en predios de la actual Villa 31, los conventillos, prostíbulos y las mansiones que llegaron a poblar la ciudad que creció de manera espontánea y sin mayor planificación a partir de 1573», cuenta Contreras, historiador, autor además de «La leyenda del petiso orejudo» .
La imaginación desbordante de los habitantes de esta ciudad y cierta tendencia a la exageración probablemente colaboraron para que se establezca la idea de que Buenos Aires tiene 100 barrios o para que se forjen leyendas de aparecidos y de asesinos seriales que se recuperan en estas páginas. Pero el poco conocimiento de la ciudad que tienen los habitantes que la transitan diariamente también entra en juego y eso es lo que llevó a los autores a escribir este libro.
«Hace más de 20 años que me dedico a la historia de la ciudad y veo que el desconocimiento del vecino en general sobre el tema es muy grande. Un porteño que se precie de tal no debería dejar de saber el origen del nombre de los barrios, especialmente del barrio en el que vive», afirma Contreras, experto en la ciudad fundada en 1580 por Juan de Garay, una de las más pobladas del planeta, con tres millones de habitantes que rozan los 15 millones si se toma en cuenta el área metropolitana.
Si de momentos difíciles se trata, «el más crítico en su historia ciudad fue la epidemia de fiebre amarilla de 1871. Murieron 13 mil de sus 200 mil habitantes, aunque en realidad fueron 13 mil de 70 mil, que fue la cifra de personas que se quedó en Buenos Aires a pesar de todo. Después de la epidemia, la ciudad sufrió una transformación única y total que entre otras cosas incluyó la construcción de la red de cloacas y desagües», indica Contreras.
El primer arrabal fue el del Alto de San Pedro, luego se convirtió en el barrio de San Telmo, luego aparecieron otros más alejados del centro como Barracas, La Boca o Recoleta y con la llegada del ferrocarril y el tranvía surgieron barrios como Balvanera, Parque Patricios y San Cristóbal, señalan los autores en el libro que registra a Puerto Madero como el distrito más joven.
«Muchos barrios surgieron del loteo de quintas importantes que terminaban siendo grandes proyectos inmobiliarios. La ciudad crecía a un ritmo imparable a fines del siglo XIX y comienzos del XX y se hacía necesario lotear para abrir calles y dar respuesta habitacional a la gran masa de inmigrantes que llegaba permanentemente de Europa. La última quinta importante fue la que dio origen a Parque Chas a fines de la década de 1920 y el trazado que se eligió es hoy uno de los más particulares de la ciudad», explica Contreras y agrega que «las propagandas de los loteos decían que pronto a ese lugar desconocido iba a llegar una línea de tranvías».
En las transformaciones que fue experimentando la ciudad, la zona que más modificaciones tuvo fue posiblemente Constitución, «un barrio no muy grande que sufrió mutilaciones más que importantes con la apertura de las autopistas 25 de Mayo, Frondizi y la avenida 9 de Julio. Prácticamente fue dividido en cuatro y perdió buena parte de la identidad original, como la vida comercial que tenía la calle Lima», precisa el investigador.
En tanto, «el que más modificó su fisonomía y actividades fue Belgrano, un barrio residencial con mansiones señoriales hasta que en 1957 entró en vigencia una nueva reglamentación para construir edificios altos. Entre 1961 y 1965 se edificaron una cantidad hasta ese momento inusitada, inclusive en zonas alejadas del centro como Belgrano. Como contrapartida, quizás uno de los que más conserva sus características originales sea Versalles, tiene una gran tranquilidad, casas bajas, arboledas importantes y una arquitectura que por momentos recuerda su impronta ferroviaria», señala el historiador.
Según cuentan los planos de la historia, Palermo se configuró como el barrio más grande de la ciudad «con lo cual es lógico que sea el que tiene más sub-barrios: Cañitas, Palermo Nuevo, Palermo Viejo o Soho, Palermo Hollywood, Palermo Chico. Es llamativo ver cómo algunos de esos nombres con origen en emprendimientos comerciales o inmobiliarios terminaron imponiéndose al punto de que los vecinos se identifiquen con ellos», dice Contreras, quien además hace visitas guiadas por Buenos Aires.
«Pensar en la historia de la ciudad y sus barrios nos lleva a viajar en un túnel del tiempo e imaginar una plaza de toros frente al edificio del Ministerio de Salud y Desarrollo Social, hoy iluminado por un relieve gigantesco de Eva Perón: fue la primera plaza de toros, que funcionó entre 1793 y 1799», dice Contreras y agrega que «hubo otra en Retiro, en lo que hoy es Santa Fe y Florida (Plaza San Martín)».
Se trató del «el primer estadio que hubo en la ciudad, con capacidad para 10 mil personas cuando Buenos Aires tenía 30 mil habitantes. En ese momento se le pretendió dar importancia, de hecho se empedraron hasta Retiro las actuales calles Florida y Maipú, pero las corridas de toros nunca pegaron mucho en los porteños y en 1819 esa plaza fue demolida. Era más popular el juego de pelota».
Buenos Aires acuna en sus barrios figuras emblemáticas que dieron relevancia a los barrios, como Borges en Palermo; Quinquela Martín en La Boca; Gardel en la zona del Abasto y en Balvanera, lo mismo que Luca Prodan; Goyeneche en Saavedra y Coghlan; René Houseman en la desaparecida Villa del Bajo Belgrano, el Flaco Spinetta también en el Bajo Belgrano y Núñez. Cacho Castaña asiduo del Café la Humedad, de Villa General Mitre, que hoy no existe pero quedó inmortalizado en su tango homónimo. Cada uno de los barrios porteños tiene en estas páginas una historia rica que compartir y que lo trasciende.