Marlene Wayar: “Elijo quedarme en la contradicción”
por Miranda Carrete
Activista travesti, psicóloga social, escritora, artista y actual trabajadora del área educativa del Palais de Glace. En una charla con Periódico Vas reflexiona sobre el lugar que ocupan lesbianas, travestis, trans, no binaries en el arte. Narra las propuestas que llevan adelante desde el museo y la importancia de considerar a esas instituciones como parte de un territorio para disputar sentido. La autora de Travesti, Una Teoría Lo Suficientemente Buena, Diccionario travesti de la T a la T y Furia Travesti, nos invita a quedarnos en la contradicción, a crear monstruos amorfos, recortar, pegar para construir un cadáver exquisito desde la incomodidad; “opto quedarme en la contradicción, seguir pensando, qué es lo que nos falta y qué es lo que no me conforma. Para tener un pensamiento crítico, con ánimos de construir, de avanzar, de empujar el sentido hacia donde vamos, que es el sentido contrario a lo que pretende este tipo de norma”.
¿Cómo ves la visibilidad de mujeres, lesbianas, travestis, trans, no – binaries en el arte?
Se ha feminizado mucho la presentación y hemos tenido en el último Ni Una Menos, dos personas trans, no binarias, premiadas por el jurado. El Estado ha adquirido como patrimonio nacional esas obras. Me siento muy respaldada por la dirección del museo. Venimos teniendo una producción artística nacional, sólo masculina, entonces claramente tenemos que preguntarnos si es que sólo los hombres están en el arte, o es que el resto de las personas no estamos pudiendo llegar por creencias, por situaciones económicas, culturales, sociales, etcétera. También faltan referencias sobre quiénes son las artistas que nos precedieron y de dónde podemos encontrarlas. Cuántas genialidades no han sido visibilizadas. Hoy hay un proyecto, una obra iniciativa de Feda Baeza, para invitar a un artista marica de Tucumán, la Rodo Bulacio, una artista maravillosa. Es nuestro objetivo poder ir rompiendo las miradas unidireccionales de seguir pensando en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, quedarnos en los 80, 90, el Parakultural; todo eso es hermoso, pero también nos estamos perdiendo de ver otros contextos. Buscamos poder corrernos para para ampliar el radio, para crecer, potenciar y ver que las resistencias y la lucha han estado en todos lados.
Cuando hablamos de museo la primer idea que se nos cruza es la de un lugar elitista, con obras clásicas, silencioso, estático, ¿cómo hacen para desarmar esa imposición histórica que tiene la institución?
Proponemos y capacitamos a otros museos para correrse de una línea institucional dura, donde todo el arte es clásico, donde todo es de una sola manera y además donde las propuestas para les niñes y jóvenes están demasiado digeridas, entonces les pibes se prenden o pasan en silencio. La idea es que puedan formar parte, integrarse, y que los museos puedan ganar un público no elitista, ni determinista. Para eso hay que entender que los museos son parte del territorio nacional.
Se cumplieron 10 años de la Ley de Identidad de Género, 7 del primer Ni Una Menos y de la marcha contra los travesticidios, ¿cómo viviste estos años desde el activismo travesti y como lo experimentás ahora desde tu rol de trabajadora del área de la educación en el Palais de Glace?
Estoy aprendiendo cómo vivirlo, porque siempre es un aprendizaje en tiempo real. Escojo quedarme permanentemente en la contradicción. Situarme en lo incómodo. Y lo hago con responsabilidad, porque gozo de una situación muy privilegiada respecto a mi comunidad en particular y a muchas otras comunidades marginadas, criminalizadas, excluidas. Para tener un pensamiento crítico, con ánimo de construir, de avanzar, de empujar y saber hacia donde vamos, que es lo contrario se pretende como normal, opto por quedarme en la contradicción, por seguir pensando en lo que falta y en lo que aún no me conforma. En el ámbito laboral tengo la responsabilidad de diseñar propuestas educativas en el museo. Intentamos pensarlas de manera inclusiva, de forma que inviten a sectores, históricamente excluidos de la elite artística, a conocer y a vivenciar el trabajo creativo. En este sentido, la primordial responsabilidad que tenemos como institución es dejar en claro que somos un territorio de no violencia. El arte es una de las maneras que tenemos de comunicarnos. Nos permite detenernos y pensar en dónde estamos y cómo es esa comunicación con el mundo, con los demás seres, con la sociedad a través de técnicas expresivas, qué es lo que surge en el diálogo con el público. El museo está abierto para ser recorrido y para que sus herramientas sean apropiadas con un sentido federal.
¿Qué significó para vos la resolución del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires sobre el lenguaje inclusivo?
Es un maltrato innecesario, un acto de violencia institucional. No hay mucha diferencia en que nos prohíban hablar en guaraní, en quechua o en aymara. Pero, al ser en nuestro mismo idioma, intentar controlarlo es una sinrazón. Las personas somos las que hablamos y damos forma a la lengua. Hay toda una impronta instituyente que viene de las disidencias, de los feminismos, de los movimientos de mujeres, pero sobre todo con las características de los jóvenes, que están diciendo que así quieren hablar, porque es el modo en que eligieron hacerlo. Tiene bases éticas filosóficas: después de siglos de exclusión, la inclusión es una forma práctica de decir pública y manifiestamente: estoy considerando todes, no sé si son las los les. Es muy violento, no están queriendo que seamos inclusives y eso es muy serio. Se está fomentando nuevamente el odio. En ninguna escuela enseñan lenguaje inclusivo. Lo estamos formando, les pibes usan el lenguaje inclusivo y lo están haciendo constantemente. Sí puede estar presente en algún texto formal de la escuela y, en esos casos, está amparado por la ley.
¿Por qué crees que se están habilitando estos discursos odiantes desde las instituciones?
Creo que en este discurso excluyente hay una intencionalidad de volver pasos atrás sobre cuestiones que ya ha resuelto la sociedad, que hemos logrado imponer y conquistar. Es violento porque restringe, porque vas contra principios básicos de la juridicidad. Lo que muestra es un ánimo de retraso, a un estado de cuestión previo que es el excluyamos: hay sólo hombres y mujeres. Esto es lo que vamos a reconocer, hay dos sexos, hay dos géneros de éstos, son los legítimos y todo el otro no y eso nos violenta obviamente a todas las personas. Hay cuerpos que van a sufrir esa violencia. A través de las burlas, del acoso, de la violencia física y verbal. Además hay algunos cuerpos feminizados, maricas, cuerpos trans que van a sufrir esa mala educación. Es algo que le estamos quitando también a aquellos cuerpitos, que por X razones deciden acomodarse en lo CIS heterosexual, pero no quieren esa violencia.
Por último, ¿qué referentes, monstruos o lugares que te inspiran?
En principio se me presenta como algo abstracto que lo componen las travestis latinoamericanas, las que no están y las que han sobrevivido. Ahí hay algo maravilloso, aprendizajes que no hemos sabido abordar, que no les estamos dando lugar y que tenemos que aprender. Es como un cadáver exquisito con todas mis amigas que tanto me han enseñado a lo largo de la vida. Después quisiera salirme de lo obvio. Te podría nombrar a Billie Eilish, que vendía a ser una chica hetero cis y tal, que se está animando a pensarse por fuera del amor romántico para crear otra narrativa. Somos cuerpos marrones, somos cuerpos negros, somos cuerpos, trans y repetimos la cantinela heterosexual, el amor sufrido… No es que el amor no tenga que ser sufrido, hay también una elección por el crecimiento ante un amor que va a ser sufrido. Ante eso Billie Eilish dice me voy, me parece que ella está investigando y gustaría tener su plasticidad.
Después buscaría algo señorial, en esa categoría pondría a Julia Child, una chef francesa que vi en una serie que se llama Julia. Es un personaje que claramente tenía una cultura blanca, le era imposible ver ciertas cosas como los límites de tener un cuerpo de color, un cuerpo negro, y ante esas dudas elige no violentar. Dentro de esa categoría señorial la pondría a María Elena Walsh, creo que fue sumamente maravillosa su producción, su rol de señora lesbiana, capaz de proponer juego y, sin ser madre, tener consciencia de cómo nos debemos comprometer con los roles paternos y maternos. Ella sigue siendo una propuesta interesante para trabajar con les niñes. Nos conmueve de la misma manera a las personas adultas, habla sobre verdades que calan muy profundo en nuestra identidad. Tenemos que cantarla, interpretarla y escucharla. Esos serían esos monstruos amorfos, construidos.
Foto de portada: Télam