Memoria Fantasma: Nadie sabe lo que puede un poema

por Maia Kiszkiewicz

Memoria Fantasma acaricia los límites, los reconoce, e irrumpe ante ellos, se clava, los vuelve sensibles. Es que, sin duda, revisar el pasado y sentir las estocadas en el presente es la única forma de convivir con los vestigios de la historia y romper la linealidad del tiempo, la falsa idea de los ciclos, repetición sin fin de una lógica que requiere cuerpos sumisos.

Bárbara Alí, autora también de La mancha de los días (2016) y Movimiento de ida (2020), es y no es la nadadora que narra, se sumerge y muta de mujer a hombre, de hombre a pez, de pez a tiburón, de tiburón a ola, de ola a aire, de aire a luz y se acerca, de a poco, a la orilla. Una nadadora que siente la urgencia de crear diccionarios propios, pensados desde el referente, lo poético, simbólico, social. Personal y universal. De lo concreto a la idea. Del pañuelo blanco al abrazo que impulsa a seguir. Del Falcon verde al arrebato del padre, de los sueños. De la palabra excavación al número largo, el expediente, el sueño de encontrar a un desaparecido.

Memoria Fantasma remueve aguas que son sentires. Lo hace con brazadas expertas: regulares, constantes. Con versos precisos, frases que parecen cortadas con un bisturí al que Bárbara vigilaba desde hacía tiempo, velando por su filo a la espera del brillo en el vértice, la exactitud de una herramienta pulida para lograr una puntuación meticulosa que otorgue el ritmo, la cadencia, las bocanadas. Memoria fantasma es un libro del que se sale con el cuerpo inundado, en busca de palabras nuevas para nombrar aquello que surge tras el derrumbe de lo conocido.

¿Cómo es el movimiento, la transformación a la palabra, el transmitir un sentimiento que primero es propio y después de un personaje que, en un punto, es y no es vos?

El yo lírico se mueve en un espacio liminal, entre la ficción y la propia experiencia (que en algún punto también es ficcional porque es el relato que construimos a partir de lo vivido). Escribí Memoria Fantasma como dando brazadas en la profundidad de la memoria, que a veces es como un mar revuelto y otras como un lago calmo. Y las palabras, los versos, fueron mi modo de avanzar en esas aguas. Por otra parte, la nadadora fue una figura de apoyo, lo que me ayudó a mantenerme a flote, a no hundirme ni ahogarme en el silencio.

¿Cómo definirías al yo lírico?

Es una creación, un posicionamiento desde el cual se nombra. En particular, me obsesionaba una frase de Bachelard (tomada de la poesía de Claudia Masin) que dice «Toda nuestra infancia debe ser imaginada de nuevo». Y esas palabras fueron mi punto de partida: imaginar ahí donde había un vacío.

¿Los desaparecidos
dejarán su huella
sobre las cosas?
¿Habrá que tocar
un poco más
el mundo
acariciarlo suavemente para que al fin
el silencio
ceda?

¿La escritura es un modo de tocar el mundo?

Es una forma de acercarse al mundo a partir de la escucha. Para escribir primero hay que escuchar. Escuchar a veces es leer y a veces es abrirse a las sensaciones, hacer silencio para ver, ver lo que no es visible en lo cotidiano, verlo de otro modo, más primario y sin juicios de valor. Es como un líquido de revelado, visibiliza lo difuso, lo hace emerger a la superficie, le da forma. Cuando escribo me entero de cosas que no sabía antes del acto de escritura, no las había pensado, y que toman forma a partir de la imagen poética. Me gusta mucho una frase muy conocida de Spinoza: «Nadie sabe lo que puede un cuerpo»; sacaría cuerpo y pondría poema. La escritura habilita posibilidades infinitas, abre a lo que desconocemos.

La memoria es
este cuerpo
que dice
existimos resistimos
aunque alguien
se haya llevado
las palabras.

¿Cómo se alojan las memorias fantasmas en los cuerpos?

Se esconden en los cuerpos. Por eso recordar, en este caso, es un trabajo de excavación. Paralelamente a la nadadora aparece la figura de alguien que trabaja con la tierra, que hace un pozo para encontrar restos que le sirvan para construir un puente.
Por otra parte, escribir y leer nos transforma. Hay algo que se puede pensar y sentir en ese tiempo en que se trama un poemario o relato, que tiene otra textura, una textura distinta a la del modo en que pensamos habitualmente.

La memoria es a veces
como una mano
cubierta de vidrios clavados
que duele dejar allí
pero también sacar.

Antes decías que la propia experiencia es relato construido. También lo que conocemos como Historia es lo documentado en la escritura. Aparece, entonces, una relación desde la escritura entre lo personal y lo colectivo.

La escritura siempre tiene esta doble cara: es a la vez individual y colectiva. Porque estamos atravesadxs por nuestro contexto y porque somos historia. Ofrece la posibilidad de acercarnos a la Historia desde las historias, tener una visión de esa vivencia desde lo singular.
Por otra parte, me interesaba que el poemario sea también una forma de justicia poética, quizás un registro más entre tantos otros registros, pero atravesado por mi singularidad. Los poemas son un intento de mantener la memoria viva, y parece un lugar común pero creo que es muy necesario porque vivimos en un tiempo que nos coloca cada vez más en un presente efímero y sin marcas, sin huellas.

Un auto verde
se puede llevar
jardines aéreos
el sueño
de una enredadera
una casa con tejas naranjas
una bicicleta
un padre que empuje
a la niña y le enseñe a andar
contra el viento.

Hablás de los Falcon verdes, los pañuelos blancos. El libro ganó un premio en España, el XXXV Premio Unicaja de Poesía organizado por la Editorial Pre-Textos. ¿Cómo fue la recepción, en España, de esas palabras que son más que palabras? Porque son cosas que tienen que ver con un aquí y ahora específico.

Sí, son símbolos que tienen que ver con una realidad muy situada en un tiempo pero que a su vez, por la difusión que tuvieron los acontecimientos en relación a la Historia argentina, por la dimensión enorme que tuvo la dictadura y por los juicios, trascendieron fronteras.
Lo que intenté con mucha conciencia es que el poemario no tuviera una forma panfletaria, por eso esas referencias aparecen diseminadas a lo largo de todo el libro.

Desde el jurado dijeron que es un poemario donde claramente sucede algo aunque no se acaba de saber con certeza qué es. ¿Tendrá que ver con esto?

En realidad, hay cosas que no terminan de saberse porque ése es el modo en que recuerda el yo poético, porque su memoria está llena de huecos y porque hay mucho silencio en relación a lo ocurrido, entonces el proceso de escritura es ese abrirse paso en ese mar oscuro.
En medio de todo ese silencio, la escritura y la publicación del libro. Un gesto que desnaturaliza, que pone en evidencia esos huecos y silencios.
La poesía desnaturaliza lo naturalizado, visibiliza lo invisibilizado. Por eso es un arma tan poderosa.

La memoria de un desaparecido
es un espejo empañado
alguien trata de observar
el reflejo
y una gota cae
se desliza sobre el vidrio
lo agrieta
de a poco.

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* Memoria fantasma, publicado en España, llegó a Buenos Aires en diciembre de 2022 y se agotó. Este mes habrá más ejemplares disponibles. Bárbara, en su Instagram @barbaraeali, compartirá los puntos de venta.

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