Murió el arquitecto Rodolfo Livingston
por Javier Barbis
Rodolfo Livingston, uno de los grandes arquitectos que marcaron rumbo e hicieron escuela en Latinoamérica y el mundo durante la segunda mitad del siglo XX falleció esta mañana en su casa de Mar de las Pampas a los 91 años. En diciembre de 2022 había cumplido 66 años como profesional.
Creador de la arquitectura de familia, hizo más 4000 casas, entre sus obras se destacan el edificio del Instituto de de Astronomía y Física del Espacio de Ciudad Universitaria. En la década del 60, viajó a Cuba donde cambió la forma de construcción de barrios populares de ese país, dejando un legado en la ciudad de Baracoa con un barrio de 124 viviendas y centros comunitarios.
Autor de una docena de libros con casi 40 ediciones -Cirugía de Casas fue editado en 16 oportunidades-. Creador un sistema de trabajo que luego se popularizó entre los arquitectos como el Método Livingston, terminó formando centenares de profesionales en todo el mundo, dejando sólidas agrupaciones de Arquitectos de Familia en distintos países del mundo: Francia, España, Uruguay y Cuba, entre otros.
Nacido y criado en una zona acomodada de Buenos Aires, en el barrio de Recoleta, hijo de un prestigioso odontólogo, Rodolfo rápidamente se sintió incómodo con la propuesta academicista sobre la función de la arquitectura. A finales de los 50, recién recibido, viajó al Chaco donde comenzó a entender qué necesitaban las personas de los arquitectos. Esa experiencia eso le hizo correr el eje del formalismo, pues aprendió a escuchar a la gente, conjugando sus necesidades habitacionales con posibilidades materiales. Todo este proceso de desclasamiento lo llevó cofundar de la Facultad de Arquitectura en la Universidad del Noreste.
Livingston fue un hombre altisonante y rupturista de los parámetros preestablecidos desde sus años en la facultad. Lugar por el que circulaba en patines.
En la década del 60, tras leer el Huracán sobre el azúcar de Jean Paul Sartre, y atraído por el proceso revolucionario que se vivía en ese país, viajó a Cuba donde llegó en el último vuelo que realizó la compañía Panamerican entre Miami y La Habana. Sus primeras palabras al descender del avión fueron: «Todo está contado en Cuba. Existe. Es socialista. No está en coma”.
La experiencia cubana le sirvió a Livingston para afianzar el valor de trabajar y crear en forma colectiva. Junto a la gente. La ciudad cubana de Baracoa, adonde arribó, se encuentra al Oriente de la isla y se caracteriza por ser una zona de huracanes. Allí diseñó y construyó el primer barrio en forma comunitaria en una zona donde no había cemento. El éxito de esta experiencia estuvo puesto en escuchar a los habitantes del lugar y aprender utilizar los materiales del lugar construyendo techos piramidales, gracias a lo cual las viviendas resistieron decenas de huracanes y aún hoy continúan en pie.
Aún en los peores momentos de nuestra historia, Rodolfo Livingston cuestionó el orden impuesto para el uso del espacio público. El libro Arquitectura y autoritarismo, es un claro ejemplo de este sistema de pensamiento. Desafió siempre al poder de turno, una anécdota lo sitúa durante la dictadura corriendo vestido de linyera por la zona de Puerto Madero para llamar la atención sobre el abandono del lugar. Incluso, haciéndolo al borde del absurdo, gritando de manera enérgica “soy el Coronel Washington Pérez” para que los efectivos de la prefectura que custodiaban el lugar no lo detuvieran.
El retorno de la democracia en, 1983, generó las condiciones para que Rodolfo Livingston metodizara su visión como arquitecto de familia y comenzara con un estudio de arquitectura que se alejó de lo convencional. El Estudio Livingston, que ahora está cumpliendo 40 años, es el “consultorio” en el que se puso en práctica el Método Livingston que es hoy la idea fuerza y una forma trabajo muy específica de cientos de Arquitectos de Familia.
Sus actitudes lo llevaron a ser columnista estrella de la revista Humor e integrante del staff de colaboradores del programa de TV La Noticia Rebelde. Una época en la exhibía con gran ironía su Carnet de Loco. Rodeado a intelectuales y artistas del Di Tella, y luego de ejercer la docencia en Perú interpeló de manera directa a la ortodoxia de la arquitectura.
A fines de los 90 vuelve a Cuba, da una conferencia y conoce a Selma Díaz, cuñada de Camilo Cienfuegos, y comienzan a trabajar juntos. Fue recibido en Baracoa como un héroe, y pudo ver las casas terminadas que había tenido que dejar por una enfermedad mucho tiempo atrás. Volvió varias veces a la isla y, finalmente, sistematizó su método de trabajo, aunque advirtió que ese esfuerzo no evolucionaba cuando se iba. Crea entonces, junto a Selma, el programa Arquitectos de la Comunidad, con el apoyo del gobierno en Holguín. Finalmente, la burocratización en la que entró el régimen castrista lo alejó de la isla.
Siempre sostuvo que las casas evolucionan con la dinámica de la familia. «La casa es un proceso, y ese proceso lleva el 70% de la energía constructiva de una ciudad, de un país. El resto, el otro 30% sale en las revistas».Hoy deja como legado miles de historias personales que crecieron en sus casas, cientos de arquitectos de familia que se formaron con su método de trabajo, y una arquitectura mucho más cerca de las personas.
Notas relacionadas: