«Ni un croto menos / Ni un croto más»
por Lila Magrotti Messa
Esta frase brotó del taller de escritura que una vez por mes se realiza en la Olla Guillermo Lekie, en las entrañas mismas de la Asamblea Popular Plaza Dorrego – San Telmo de la Ciudad Autónoma (digamos) de Buenos Aires. Este taller es parte de una locura múltiple que denominamos Malabardeando. No solo es un espacio de escritura sino también es un ámbito de escucha, de expresiones artísticas, es una radio abierta y es un lugar de integración a partir del turismo. Cada uno, con sus lógicas y con su historia va constituyendo esos todos que se entraman para construir colectivamente una Asamblea. Este taller de escritura lleva casi años y en breve será publicado el libro “Narrativas en la Intemperie” que recupera los textos que emergieron durante el 2017 y el 2018.
Decir “ni un croto más /ni un croto menos” no es indecisión ni bipolaridad, es una ambivalencia necesaria que perfora y visibiliza los huecos profundos que las políticas trazan sistemáticamente. Como bien lo supo marcar Voloshinov: Batallar los sentidos como esa arena de la lucha de clases donde decir(nos) crotos no sea insulto ni estigma sino algo que podemos cargar con nuestros sentidos, con nuestras cadenas de significantes: decir croto y decir persona, decir existe, decir palabra, decir humanidad, decir habitan, decir lo que apesta es tu odio no yo.
«Ni un croto menos/Ni un croto más»
Hay una atmósfera turbia que resuelve sus mambos a puño limpio, a base de bala, comprando picanas con nombres en inglés, con kerosene abajo de un puente, con puñaladas que entran y salen dejando una marca, un tajo, una herida con relieve, esa, la que tenemos que ir siendo. Hay una atmósfera densa que separa y entorpece los términos, que dice cualquier cosa, que arma bardos de la nada y sin que notes cómo ya nos fuimos a las manos, porque estoy hasta acá entendés. Porque la sociedad está sabiendo más de patadas que de palabras, de sangres que se escupen por la boca sin que puedas decir ni mu, pum, ponete pillo pedazo de gil se le grita al cerebro en medio de un mar borracho y empastillado que a veces puede y a veces no coordinar las piernas con las ideas, la lengua con lo dicho, el alma contra la vereda.
Hay una atmósfera sombría, tensa, desmembrada que intenta definirnos por fuera de todo, un cuerpo carne que inicia y termina solo, otra piña en el estómago. Pero aún así en esas amputaciones que intentan decirnos que somos hay algo otro que se nombra, una Asamblea y que murmura algo del lazo, que dice que ese hiato existe, que claramente hay distancias entre un yo y el otro pero que algo de eso se tuerce en la re.unión, en el encuentro arrebatado a las soledades. Y entonces hay un taller que dice palabra, que invita a que broten también como puños las ideas, que se diga lo que se mastica y hace cosquillas en las normalidades.
Hay un croto que se nombra, que se sujeta de algo, de una idea, mientras historiza la palabra croto y trata de entender qué sucede cuando dos personas que duermen la calle son prendidas fuego, cuando cualquier día alguien nos mea, y entonces un agua caliente y turbia que se usó para atravesar un cuerpo ajeno ahora nos moja y nos dice éste también es mi desecho y ahora está sobre vos pedazo de basura que además comés de la bolsa que yo tiré anoche. Desecho que se nutre de mis desechos, te riego dice mientras nos mea, disfruta, sin que podamos decir existo como persona, como croto, como humanidad, como palabra, como pulmones que se asfixian entre tus tubos de escapes y otra vez tu aire basura entre mis cosas.
Hay un taller de escritura que dice invitadxs a tomar la palabra, el debate y la voz, el puño desde la letra. Hablemos de esto ¿qué es ser? ¿Qué es estar en situación de calle? ¿Qué es estar? ¿Qué somos?
Un debate que drena la bocha y la conjuga con ideas ajenas. Un espacio donde habitar el juego y la ambivalencia donde decir todo al mismo tiempo, existo más allá de tu basura, me nombro más allá de la intemperie, me enlazo porque puedo, me cargo de sentido y de voces, de aplausos cada vez que terminamos de leer eso que creamos más allá de los desechos de una sociedad medio podrida, medio floreciendo, medio oscura, medio luminosa, medio sobra, medio rancia, medio tribu, medio meritocracia. Nos aplaudimos porque le pusimos tintas a la maraña y la hicimos un poco poesía/un poco vomito. Construimos un decir extremo que gruñe dejen de matarnos sistemáticamente, de violentarnos, de marcarnos a fuego con sus estigmas rancios pero también dejen de parirnos estructuralmente, de fabricarnos como si fuera algo corriente, dos tuercas menos/tres locales que cierran/trescientas personas en la calle, dejen de desalojarnos para hacernos existir. Y al mismo tiempo increpar al afuera y al adentro diciendo tenemos que organizarnos para dejar de morir y tenemos que organizarnos para dejar de parirnos, decir ahora nos toca la palabra y la acción, la denuncia pero también la organización. Ahora toca desde acá tomar esto que queremos llamar conciencia de croto.
Fotografías: Asamblea Popular Plaza Dorrego